«Vitoria es una ciudad de automoción, pero también hay sitio para el espacio»

-Vaya éxito la llegada a Marte del Perseverance...

-Estamos muy satisfechos. Se ha pasado la resaca de la emoción y estamos tomando ya conciencia de lo que hemos conseguido.

-¿Soñaba con un momento como este cuando empezó su carrera profesional?

-La verdad es que no. Siempre me ha gustado hacer cosas para el espacio y cuando estudié ingeniería era algo que quería llevar a cabo. Cuando monté la empresa quería trabajar para la ciencia y el espacio, creía que se podía conseguir aunque llegar a Marte es un puntazo.

-¿Por qué se fue a Reino Unido a estudiar?

-Mi padre siempre pensó que la zona de Sheffield era muy industrial y el objetivo era estudiar ingeniería e inglés. Todo se dio para que fuera así.

-AVS, su empresa, está radicada en Elgoibar. ¿Por qué allí y no en Vitoria?

-Yo intenté trabajar para un laboratorio francés al licenciarme y no fue posible. Ahora es cliente nuestro. Lo único potente que veía aquí en el ámbito de la tecnología era Tekniker y a pesar de que suponía bajar Urkiola todos los días allí, me tiré diez años. Tengo una conexión emocional con el Bajo Deba y su tejido industrial.

-Ahora sí, la firma se expandirá a Vitoria.

-Así es. Llevamos el I+D+i a Miñano. Se va a llamar AVS Next y es una parte del grupo. La idea es centralizar aquí la investigación. Tenía una sensación de deuda por tener sedes en medio mundo y nada en casa. Hace unos días constituimos la sociedad y la idea es comenzar a trabajar hacia el verano. Arrancaremos con quince empleados.

-¿Cómo ha sido su tránsito de la máquina herramienta a trabajar en el sector espacial?

-Cuando montamos AVS empezamos a la vez con ciencia y espacio, además de la máquina herramienta. Éramos reconocidos en lo segundo y para pagar las facturas del día a día hacíamos servicios a terceros de máquina herramienta mientras consolidábamos el negocio científico y espacial. Ahora ya nos dedicamos a éste. Mis socios eran más de la herramienta y yo del otro sector. Hicimos ese 'mix' que ha funcionado perfectamente.

-Y llegó la NASA.

-Yo fui a la Agencia Espacial Europea en octubre de 2006, porque quería ver qué distancia nos sacaban. Regresé con una lista de cosas que debíamos hacer si queríamos trabajar para el espacio, desde el personal cualificado hasta certificados de calidad o un ámbito de instalaciones. Nos hicimos con un contrato y nos dio caché. La gente del Centro de Astrobiología de Madrid que trabajaban para la NASA lo vio. Entonces hicimos un prototipo y un diseño de lo que necesitaban y desde 2015 a mediados de 2019 estuvimos demostrando que eso funcionaba. Fue entonces cuando nos dieron el pase para formar parte del Perseverance. Hemos tenido que demostrar, demostrar y demostrar. Se llega a base de paciencia y de arriesgar.

-¿Seguirán en la carrera espacial?

-Estar en esta misión te abre muchas puertas y nos hemos colado en la misión de 2026. Diseñaremos la mano que recogerá las muestras.

-¿Ha hablado con Pedro Duque?

-Sí, sí. A finales del 2019 estuve con él en Washington en la Conferencia Astronáutica. Le enseñamos lo que habíamos hecho y la intención de ir a la segunda misión. Nos deseó suerte. Hace un mes coincidí con él en Bilbao. Está contento por nosotros.

-Vitoria y Álava son territorios para la automoción y la aeronáutica tradicional. Ahora, también del espacio.

-Así es. Pero nosotros somos una empresa pequeña que responde a requerimientos concretos. No hacemos diez mil unidades de algo al año, pero generaremos empleo y con gente cualificada. Pero sí, es raro que se dé esto. Vitoria es una ciudad de producción en serie y nosotros somos de hacer cosas más específicas.

- ¿Siguen a diario los movimientos del 'rover'?

- Por supuesto. Sabemos que han llegado todos los sensores en buen estado y dando buena respuesta. Está a 460 millones de kilómetros y lo ves en vídeo. Es como magia.

- Como para no creérselo.

- Claro, claro. Es alucinante. Soy firme defensor de la exploración, hay que conocer.

- ¿El día del amartizaje estaría a mil revoluciones?

- Imagínate que después de tantos años de trabajo, se hubiera chocado. Sería algo frustrante. Ahora nos toca desplegar el mástil, pero está a menos sesenta grados y ha sufrido vibraciones de todo tipo más nueve meses de viaje. Ahí entra en juego nuestro sensor.