La transformación de un almacén en un teatro en el barrio de Coronación
Eduardo Hernado, actor y director de la compañía Pez Limbo, prevé abrir el mes que viene una sala de creación en una antigua nave en Tenerías
En su última obra, un personaje le espeta: «¡¡¿Y ahora te metes a montar un teatro?!!». Lo dice llevándose las manos a la cabeza, consciente ... de que no se trata precisamente del negocio más rentable. Eduardo Hernando, coprotagonista de la pieza y alma mater de la compañía Pez Limbo, sonríe porque esa ficción tiene mucho que ver con la realidad. El actor y gestor lleva años invirtiendo tiempo trabajando en alumbrar una nueva sala de teatro en Vitoria, que espera inaugurar en noviembre bajo el nombre de Inopia.
El local, situado en la calle Tenerías del barrio de Coronación, ocupa unos 210 metros cuadrados, con una grada, un escenario de ocho por ocho metros y altura suficiente para focos, tramoya y telares. Hernando adquirió una antigua nave -era un almacén de la Caja Vital- hace cinco años para guardar material de su compañía, pero el proyecto ha ido creciendo.
¿El objetivo? No es tanto programar espectáculos como ofrecer un espacio de residencias artísticas. Hernando lo concibe como un lugar donde las compañías puedan trabajar sin las interrupciones habituales de los centros cívicos o salas compartidas. «En Vitoria, cuando preparas una obra en un teatro u otro espacio, antes de estrenar por lo general a mitad del proceso tienes que desmontar porque hay una proyección de cine o una actuación. Eso no es lo mejor para compañías profesionales», lamenta.
De alguna manera, Inopia aspira a cubrir un hueco. Mientras Bizkaia cuenta con el Centro de Recursos Escénicos de Basauri y Gipuzkoa con residencias en Lekuona Fabrika (Errenteria) o Dinamoa (Azpeitia), Álava carece de un espacio con infraestructura técnica avanzada para rematar producciones.
Aunque en Álava existen espacios de creación como Azala (Lasierra) y Garaion (Otaza), éstos espacios están pensados más para trabajar en fases incipientes de un proyecto –escritura, guiones...–. Por su parte, la sala Baratza, a cinco minutos a pie de allí, tiene un modelo de alquiler de salas. «A veces esto lleva a desmontar lo que preparas y en principio lo quiero evitar, aunque no sé si seré capaz», cuenta haciendo saber que la relación con otros espacios es sana.
El propio Hernando reconoce que la aventura es una apuesta personal y económica arriesgada. Aparte de una ayuda de fondos Next Generation de hace tres años para el aislamiento del local; ha tirado de «ahorros, ayuda familiar y préstamos» para la reforma. «Metí calefacción por geotermia, aislamiento... y de pronto me vi diciendo: igual aquí podemos hacer una sala», explica este habitual de la escena que se considera más un artesano que un artista.
Este espacio para impulsar las artes escénicas tiene casi todo listo, aunque reconoce que la fecha de apertura no está fijada. «Falta acabar la instalación de electricidad, pintar y permisos. Y hay que pasar una prueba acústica de aislamiento para que los vecinos no escuchen ruido».
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