«La Policía nos ha obligado a cerrar. Parece un pueblo fantasma»
El Ayuntamiento de Vitoria confinó a los 3.500 vecinos, asustados por la lluvia de ceniza. Bares y comercios tuvieron que clausurar sus establecimientos
Una gran columna de humo negro con repetidas explosiones y lluvia de fragmentos de materia calcinada y ceniza. Es la apocalíptica estampa que presenciaron ayer ... en el barrio más al norte de la ciudad, Abetxuko, en el que residen más de 3.500 vecinos. Con la humareda y las llamaradas a poca distancia de algunas de sus viviendas, el Ayuntamiento decretó el confinamiento temporal del emblemático distrito mientras los bomberos atacaban el foco del fuego. El Consistorio llegó a habilitar el centro cívico Arriaga para acoger a vecinos de la calle Aramangelu, pero finalmente anuló su desalojo.
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La Policía Local acudió al lugar a indicar a residentes y establecimientos que tenían «prohibido» salir a la calle. También se cortó el paso al tráfico y a transeúntes. Todo ello entre momentos de verdadera tensión, con fuertes deflagraciones que hicieron «retumbar» ventanas. «Los agentes han venido y nos han obligado a cerrar», transmitió a este periódico Erika desde el bar La Taska de las Abuelas. «No hay nadie por la calle», constataba la profesional de este local ubicado en la calle Uribeguela. El suceso les chafó «el pintxo-pote. Estoy recogiendo todo por aquí y me marcho, a ver por dónde salgo, porque han cerrado accesos», señalaba al filo de las cinco.

«Estamos solos e incomunicados. No dejan pasar ni a coches ni a peatones, no se permite ni entrar ni salir. Fuera no hay absolutamente nadie, esto parece un pueblo fantasma», corroboraba Mónica Viteri, propietaria del restaurante Pikos Pardos. Su establecimiento, en la calle de los Nogales, se quedó «vacío», solo con unos clientes que estaban comiendo antes de desatarse el incendio. «Las reservas que teníamos para comer han sido canceladas». En la gran terraza exterior con la que cuenta este negocio «nos han caído trozos de ceniza» fruto de las explosiones por el grave incendio. «Hemos oído varias».
Aritz Valle, portavoz de la asociación de vecinos de Abetxuko (Uribe Nogales), coincidió en que en los jardines y patios de viviendas se dejaba ver «muchísima ceniza» consecuencia de esas llamas de grandes dimensiones. «Esto es inviable», censuró. Lo decía, sobre todo, porque desde el barrio ya han alertado en otras ocasiones de las «molestias» que causaba la fábrica LEA. El portavoz insistió en que este tipo de empresas «no deberían estar próximas al centro urbano». Al mismo tiempo se mostró preocupado por volverse a quedar «aislados», ya que el tranvía quedó fuera de servicio y el Puente de Abetxuko cortado. Hacia las 17.50 el Ayuntamiento levantó el confinamiento.
Las detonaciones se sintieron también en Lakua-Arriaga, segundo barrio más populoso de la capital con 27.467 personas. El Consistorio recomendó al vecindario próximo no salir de casa y cerrar ventanas. «Estábamos haciendo la compra en un supermercado de Portal de Foronda y cuando nos hemos ido aproximando a la zona del fuego hemos escuchado dos explosiones que han retumbado. Han sido muy fuertes. Al poco hemos oído otra que ha sonado todavía más potente», describieron Mari Luz y Tania, con domicilio en la calle Juntas Generales.
Nada más desatarse el suceso, decenas de curiosos se acercaron a Portal de Arriaga para observar la evolución del espectacular siniestro e inmortalizar sus pavorosas imágenes. Mientras, patrullas de la Guardia Urbana ordenaban a estos grupos de gente que se alejaran de la zona. Entre este improvisado público se encontraba Diogo Manuel Dias. «He salido de trabajar del polígono de Júndiz a las dos de la tarde y he visto la gran columna negra. Da miedo verlo desde aquí con una gasolinera tan cerca», advertía este portugués afincado en Vitoria.
Residentes, trabajadores y estudiantes de la zona miraban con temor hacia las llamas mientras dotaciones de los bomberos y de la Ertzaintza, además de ambulancias, pasaban constantemente por la carretera. Debido a los atascos formados en la zona tras los cortes de tráfico, uno de estos vehículos sanitarios, con ayuda de algunos peatones, se 'coló' en un carril bici para poder proseguir su camino. «Parece que la humareda cada vez es más negra y más ancha», compartía Conchi Gil, acompañada de su hijo. Algunos recordaban que cerca de la factoría la cadena Lild «acaba de inaugurar un supermercado hace poco. Estarán contentos».
Inquietud por las fiestas
María Orte relató cómo le sorprendió el suceso. «Estaba rezando en una parroquia de esta zona y he salido a la calle corriendo al oír una fuerte explosión. Al ver que la columna de humo era tan grande, me he asustado», confesó esta vecina. Además de la evolución de las impresionantes llamaradas, otra de las cuestiones que generó una notable inquietud en el barrio fue la programación de sus fiestas con motivo de San Juan.
Ángel Lamelas, cabeza de la asociación vecinal Ipar Arriaga, señaló que «es preocupante que volvamos a tener que sufrir las consecuencias de este tipo de incendios, cuando en abril ya nos afectó el de Onaindia». «Hasta que no tengamos claro si la nube de humo es tóxica no cancelaremos los actos», agregó. Más tarde, para las siete de la tarde, trasladó que «desde el Ayuntamiento me comunican que las fiestas continúan».
Esta incertidumbre también afectó a bares y restaurantes del distrito. «Hemos contratado camareros, hemos comprado género y tenemos reservas, ¿qué hacemos?», decía nerviosa una hostelera.
Alarma por un tanque «completamente lleno de gasolina»
Decenas de trabajadores de empresas cercanas a Lea se vieron sobresaltados ayer durante la pausa para comer. A algunos el incendio les cogió en el cambio de turno, a otros les avisaron por teléfono. A apenas cincuenta metros «como mucho» de las instalaciones de la factoría siniestrada se encuentra la estación de servicio Onaindia. El personal fue desalojado por la Policía Local tras desatarse el fuego. Su responsable, Itziar Onaindia, trasladó in situ a este periódico su gran angustia por la cercanía de las llamas. «Estoy muy preocupada porque en la estación el tanque está completamente lleno de gasolina. Lo que más preocupa es el personal. Todo lo que sea dinero, ya lo pagarán los seguros. Los trabajadores están todos bien, tengo a todos aquí», relató, casi entre lágrimas. Esta firma cuenta con dos gasolineras en la zona, la de Portal de Arriaga y una cercana en Aguirrelanda con la Avenida del Zadorra. «Tienen los tanques de gasolina llenos. Por si acaso, he paralizado las dos para que no haya vapores de gasolina ni gasóleos», reseñó su encargada. «Nunca he vivido algo así, y eso que llevamos con la gasolinera más de 50 años», manifestó. Cabe recordar que una planta de reciclaje de su propia empresa sufrió un gran incendio en abril. En las inmediaciones de la fábrica siniestrada se enclavan las instalaciones de La Burundesa. «La Policía Local nos ha ordenado que saquemos los 30 autobuses que teníamos en el pabellón, porque tienen combustible y porque el propio recinto podría verse afectado por las llamas», apuntó su responsable de servicio, Jesús Bobis. «Estábamos en la comida cuando se ha desatado el incendio y hemos sacado corriendo los vehículos -señaló el profesional-. Unos han salido a hacer los servicios; otros no han podido».
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