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Viyuela representará uno de los espectáculos de clown con los que ha hecho reir a niños en el extranjero. RAÚL MAGDALENO
Pepe Viyuela | Actor

«¿Qué pinta un payaso como yo en medio de una guerra?»

«No tengo una profesión de gran utilidad, pero fui a Palestina y me entusiasmé», dice el cómico logroñés que este domingo protagoniza un 'festiclown' en Vitoria

Judith Romero

Martes, 12 de enero 2021

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Pepe Viyuela (Logroño, 1963) es capaz de hacer reír con una silla plegable y sin apenas recursos en un campo de refugiados. Este domingo a las 18.00 protagonizará un 'festiclown' en el que integrantes de la ONG Pallasos en Rebeldía contarán cómo tratan de repartir esperanza en los barrios palestinos con sus espectáculos itinerantes. Todo ello supondrá el broche final a la muestra 'Palestina, ágora artística', que el Servicio de Cooperación al Desarrollo municipal de Vitoria ha desarrollado en las últimas semanas en el Centro Cultural Montehermoso.

– Entre otros viajes solidarios usted visitó Palestina para hacer reír a los niños en 2014. ¿Qué encontró allí?

–No soy médico ni tengo una profesión de gran utilidad a primera vista. Soy payaso y, aunque uno piensa que no tenemos mucho que aportar, me interesó la labor de Payasos sin Fronteras, fundada en los 90 tras la guerra de Yugoslavia. Me acerqué para ver si tenía sentido viajar a zonas en conflicto como payaso. Al principio tenía mis reservas desde el punto vista intelectual. ¿Qué pintamos los payasos en mitad de una guerra, en mitad de la guerra, en mitad del dolor? Hay quien se puede llegar a molestar o pensar que estamos frivolizando su situación. Pero cuando empecé a experimentar lo que un payaso puede hacer con herramientas tan baratas y accesibles me entusiasmé.

–Le convenció la reacción de los niños.

–Aquí un espectáculo puede parecer un artículo de lujo, pero allí sus efectos se multiplican. La risa y el sentido del humor generan esperanza, empatía y una sensación de que no estás olvidado en los lugares de conflicto donde la gente lo pasa mal. Nos preguntan de dónde venimos y si realmente hemos ido sólo para hacerles reír. Les ilusionan la maleta, los malabares, el confeti... y lo hacemos sin cobrar, pero nos enriquecemos mucho desde el punto de vista emocional. Cuando uno puede sonreír en una situación crítica, es señal de que las cosas aún pueden cambiar.

–En 2020 ha sido complicado viajar al extranjero. ¿En qué proyectos ha colaborado con estas ONG?

–Tenemos ganas de volver a salir fuera y hemos procurado aumentar nuestra labor en España. Aquí hemos acudido a hospitales y lugares como la Cañada Real en Madrid, especialmente castigada por la exclusión y la miseria. Llegamos a lugares donde no alcanzan otros medios, nuestro trabajo empieza donde terminan las carreteras. En estos lugares chabolistas no es difícil ser aceptado, te acogen con los brazos abiertos por las carencias que sufren.

–¿Qué ha aportado el voluntariado a su vida?

–Uno tiene que autoexplorarse y ver lo que le gusta, y la generosidad es un gran antídoto siempre que uno se la pueda permitir. Ayudar a otros, por ejemplo a los ancianos, es altamente reconfortante. Sentir que eres útil para alguien hace que tu vida se llene de otra luz, de otro color. Una amiga estaba sola durante el confinamiento y temía la depresión, así que se hizo voluntaria para cuidar de enfermos en Madrid. Hay que seguir confiando en que esto pasará, porque la soledad es lo que nos arrastra al desquicio más absoluto.

«La risa y el humor generan esperanza, empatía y la sensación de que no te han olvidado»

NIÑOS EN CONFLICTO

«El humor resquebraja el dolor y el miedo, pero debemos ponerle ciertos límites»

RESPETO

–Incluso en los peores momentos las redes se han llenado de chistes y memes. ¿Ha ayudado el humor a sobrellevar la pandemia?

–El humor siempre nos ayuda a salir adelante. Cuando peor estoy es cuando más necesito que se hagan chistes sobre mi situación y soy el primero en hacerlos. Es una forma de resquebrajar el poder del dolor y del miedo. Claro que el humor tiene límites. No puede ponerlos un Gobierno o unas instituciones, sino que tenemos que ponerlos nosotros mismos. Si alguien no quiere que se bromee con algo, hay que respetarlo. Cuando vamos de payasos a los hospitales siempre pedimos permiso antes de entrar a una habitación. «Hola, ¿Te apetece jugar?». Y si no les apetece, te vas y ya está.

–El humor no siempre es bueno.

–No es que haya que pedir permiso para hacer chistes, pero sí tener cuidado con cómo se hacen. El humor puede llegar a ser ofensivo, peligroso y represivo. Los niños o las personas que se ríen de otras están ejerciendo su sentido del humor, pero también haciendo daño a alguien que no puede defenderse. En esos casos, el sentido del humor es despreciable. No hay que defender la bandera del humor como si fuera maravillosa en todos los casos. Hay que tener capacidad para ver que algunas cosas no tienen gracia o son inconvenientes o un ejercicio de crueldad.

–El teatro está viviendo unos momentos de crisis. ¿Tiene esperanzas en la vacuna contra el Covid?

–En mi caso no me puedo quejar porque no me ha faltado el trabajo, pero en la profesión las cosas no están bien y esperamos que puedan ir recuperándose los aforos. Estamos de gira con 'Esperando a Godot' pero hemos eliminado el beso que nos dábamos. Aunque tenemos hechas la PCR, la imagen de dos personas besándose en un escenario se ha convertido en algo casi subversivo, un acto terrorista. Los científicos han logrado una vacuna en tiempo récord pero la gestión política no ha sido tan buena. A veces ha primado el sentido electoralista, el colgarse medallas. Entre la ciudadanía hay de todo, parece que estamos a la altura pero luego volvemos a bajar la guardia. Esta situación nos ha sobrepasado a todos.

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