El Olentzero de Amurrio busca relevo
Manolo Plaza se retira después de 42 años en los que ha dejado una huella imborrable en el corazón de todos sus vecinos
Olentzero vive en Amurrio y sabe que es el carbonero vasco encargado de llevar los regalos a los críos en Nochebuena desde hace cuarenta y ... dos años. «Subí con unos amigos al monte y me encontré con un montañero que me pidió algo de beber y de comer. Se lo di y antes de irse me dijo: 'tú serás el próximo Olentzero'. Mis amigos no vieron nada». Así fue. Poco después, al volver de la mili se puso a estudiar euskera, porque «mis compañeros si sabían hablarlo y me propuse aprender». En su clase estaba rodeado de doce chicas. «Un día llegaron y dijeron: estamos buscando un Olentzero. Miré a todos los lados, pero estaba claro que se dirigían a mí».
Así empezó la historia de Manolo Plaza, el Olentzero de Amurrio, el de verdad, como aseguran los hijos de Imanol Arberas. «Los demás son de 'pega'. El auténtico es el nuestro, el de Amurrio», han defendido siempre. Porque si algo ha conseguido Plaza en estos cuarenta y dos años es hacerse un hueco en el corazón de tres generaciones de amurrianos que le siguen considerando la encarnación del carbonero que reparte regalos en Navidad. No andan desencaminados porque en el saco de arpillera que carga al hombro, entre los trozos de carbón, se pueden encontrar cientos de caramelos, fotografías que dedica personalmente con enorme cariño y una disposición envidiable para dejarse fotografiar.
Así ha construido Manolo Plaza su personaje, a base de credibilidad, cariño y entrega. Él es el Olentzero, aunque tenga un piso en Amurrio, como le cuestionan algunos críos. «Claro. Porque cuando termino de repartir regalos, me afeito el pelo y la barba. Bajo del monte y voy por las calles, por los parques, por las escuelas, para saber que os portáis bien. No es solo que me lo digáis, es que tengo que saberlo», les explica. Todo el pueblo comparte el mensaje, así que críos como los nietos de Toñi González, vuelven cada año desde Zamora a Amurrio «para vestirse e ir a ver al Olentzero».
Lenguaje universal
La ilusión es un lenguaje universal. Vale para todas las edades, pero se expresa de formas diferentes. «Los más pequeños no preguntan. Solo quieren que les hables y a los que están más cerca tengo que darles las 'chuches' estirando mucho el brazo para que no se vean obligados a acercarse. A los que tienen entre tres y cinco años, hay que responderles a un montón de preguntas, pero son fáciles, que si tengo un 'astotxo', que si se llama Napo. Les digo que sí tengo, pero es 'astotxo', no tiene otro nombre. Los que tienen de seis a ocho ya hacen preguntas más rebuscadas, si tengo una máquina de fabricar juguetes. Pues no. Tengo que hacer carbón para las barbacoas y las fábricas y poder comprar los juguetes de las tiendas», deja claro. Para que nadie piense que esto de la Navidad es magia pura.
En sus cuarenta y dos años como Olentzero, Manolo Plaza ha visto de todo. «Una familia bosnia vino a Amurrio durante la guerra. La madre me dejó al pequeño y solo me miró y me dijo 'gracias' con una sonrisa». Todavía la guarda entre sus mejores recuerdos porque «aunque no entendían euskera, sí comprendieron el lenguaje universal de la ilusión». La misma que ilumina la cara de las personas mayores en las residencias «que lo que quieren es hablar y a veces lanzarse a bailar». Esa capacidad para acoger a todos es lo que ha hecho del Olentzero una de las figuras más queridas de Amurrio. En 2016 recogió el Guk de Oro, el máximo galardón al que puede aspirar un amurriano por su trabajo en favor de la comunidad. Él tiene el premio con el consenso del pueblo entero.
El relevo
Pero este año se retira. Y Olentzero, que sabe guardar secretos, no ha desvelado quién encarnará al viejo carbonero vasco en 2025. «Aparecerá en un video después de la cabalgata, pero todavía no vamos a saber quién es», avanza. En la elección juega un papel fundamental el grupo Ohiturak que ha dado un enorme apoyo a la figura y le ha proporcionado la relevancia que tiene ahora. Gracias a este colectivo de personas voluntarias, Olentzero llega todos los rincones y saluda personalmente, y «dedicando tiempo» a cada niño y niña que pasa por sus rodillas. Incluso a sus aitas y amas, a los que «a veces invito a sentarse también y les miro, antes incluso que al niño que les acompaña. Los mayores piden salud, que la familia esté bien y que terminen sus problemas, pero tienen la misma ilusión que los críos», asegura.
La figura de Olentzero ha cambiado mucho en las últimas cuatro décadas. «Enciendo la pipa a veces, pero no fumo, y cuando los críos me lo reprochan, también les digo que ellos comen azúcar», les responde. Lo que queda todavía por definir, en su opinión, es la figura de Mari Domingi «para que no sea un florero. Tiene que tener su propio papel. No ser la mujer de Olentzero, incluso hay quien dice que podría ser el propio Olentzero», reflexiona contra el imaginario colectivo que presenta a la figura como un hombre.
Manolo Plaza disfrutará a partir del próximo año de las cabalgatas desde fuera. Lo mismo que ahora aprovecha su jubilación como trabajador de Tubos Reunidos, también sonreirá al ver pasar a su relevo. Es una labor «gratificante» aunque reconoce que «exige muchos sacrificios, sobre todo a mi compañera Kathia y a mi hija Jone, porque sin ellas no hubiera sido posible». Eso sí, seguirá teniendo un hilo directo con el Olentzero, pero todavía le queda trabajo por delante. Hoy estará durante todo el día en la carbonera de Goikomendi recibiendo a los críos y preparándose para la gran kalejira del martes. Antes de su despedida, todavía le quedará tiempo para visitar, el mismo dia de Navidad, las residencias de mayores de Amurrio.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión