Nico, el de La Naval de Sestao
Para los socialistas alaveses Nicolás Redondo era una referencia nítida, por su prestigio como luchador, su honestidad, y sus posiciones políticas, que conectaban con los orígenes de la UGT, y con posiciones marxistas
La muerte de Nicolás Redondo remite inevitablemente a periodos decisivos en la lucha de la clase trabajadora. El golpe militar contra la Segunda República conllevó ... la destrucción de las organizaciones obreras, y Nicolás Redondo, exiliado como 'niño de la guerra', sin madre y con su padre preso, fue el nexo de unión con una nueva generación nacida bajo el franquismo, para quien se convirtió en un referente sindical durante la dictadura, la Transición, y la democracia.
Lo conocí por primera vez en 1972, siendo yo trabajador de Aranzabal, en alguna de las reuniones que los socialistas celebrábamos en Eibar, o en casa de Lalo o Blanca en Bilbao. Persona seria, cercana, autodidacta, muy castigada por el franquismo, detenido y procesado en numerosas ocasiones. Para los socialistas alaveses Nicolás Redondo era una referencia nítida, por su prestigio como luchador, su honestidad, y sus posiciones políticas, que conectaban con los orígenes de la UGT, y con posiciones marxistas. De hecho, la delegación alavesa en el Congreso de Suresnes (1974) llevaba el mandato de votar a favor de Nicolás Redondo como secretario general del PSOE, y votó en contra de Felipe González, a pesar de que Nicolás decidió no presentarse.
Por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, el paro masivo, la inflación, y el estancamiento económico, habían llegado a Europa, afectando a millones de trabajadores y profundizando el giro a la izquierda en la sociedad. La UGT, como sindicato de clase y socialista, luchábamos por mejorar las condiciones de trabajo y restablecer las libertades, pero también por el socialismo, para que los recursos económicos, en manos de muy pocos, fueran planificados en beneficio de la sociedad.
Nicolás Redondo fue elegido secretario general de la UGT el 18 de abril de 1976, apenas un mes después de la masacre de Vitoria, cuando la policía asesinó a sangre fría a cinco trabajadores, e hirió de bala a decenas, para disolver una asamblea obrera. En un Congreso cuya primera decisión fue exigir la libertad de los cuatro delegados por Álava presos en Nanclares y Carabanchel, y la de los demás trabajadores detenidos tras el tres de marzo. Cinco meses después, Nicolás Redondo intervenía en un Polideportivo de Mendizorrotza abarrotado para hablar del «Pasado y presente del Sindicalismo». Recibió su primer y unánime aplauso cuando manifestó: «la UGT dice NO al Pacto Social, porque el pacto sería tanto como justificar las injusticias que existen en nuestro país».
Desde entonces compartimos, yo como secretario general de la UGT de Álava, un periodo difícil en el que estaba todo por conseguir; la libertad sindical, el derecho a la negociación colectiva, una nueva legislación laboral, la devolución del patrimonio sindical, y la ruptura con el franquismo y sus instituciones. Sin embargo, pronto aprendimos que la batalla más decisiva de la Transición se estaba librando en el PSOE, porque los mismos poderes económicos que se habían estado lucrando bajo el franquismo necesitaban ahora a los dirigentes obreros para seguir manteniendo sus beneficios y sus privilegios. En 1977 los dirigentes de PSOE y PCE firmaban los Pactos de la Moncloa, básicamente un acuerdo para imponer los mismos topes salariales que habían originado una lucha sin cuartel de millones de trabajadores un año antes. Aunque los dirigentes sindicales no lo firmaron, en la práctica no se opusieron.
Acuerdo Nacional de Empleo
La deriva hacia la derecha del PSOE era clara, y la subordinación de la UGT creciente. Los dirigentes del PSOE para controlar el partido tuvieron que expulsar a cientos de militantes, y disolver agrupaciones socialistas enteras, como la de Álava, y aun así no pudieron doblegar a la afiliación hasta 1979, cuando se maniobró para abandonar el marxismo y renunciar al socialismo, porque «gato blanco, o gato negro, lo importante es que cace ratones». Renunciaron a la ruptura democrática con el franquismo, que incluía la «disolución de las instituciones represivas» y el reconocimiento del «derecho de autodeterminación de las nacionalidades ibéricas», tal y como se había aprobado en el Congreso de Suresnes, apoyaron una ley de amnistía que amparaba a los fascistas, y legitimaron un déficit democrático responsable de que hoy, cuarenta años después, no haya ni verdad ni justicia, para las víctimas del franquismo.
Un proceso que afectó a la UGT que en 1981 firmaba el Acuerdo Nacional de Empleo (ANE), un nuevo pacto social para reducir los salarios y mantener la «paz social» con el argumento de que la patronal crearía puestos de trabajo y se frenaría la inflación. La UGT de Álava nos opusimos a este proceso con todas nuestras fuerzas lo que provocó que desde la dirección del PSOE intentaran acallarnos para silenciar las críticas a políticas lideradas por ministros como Boyer y Solchaga, claramente de derechas. A pesar de la resistencia de Nicolás Redondo, que valoraba nuestro trabajo y respetaba nuestras ideas, consiguieron que se disolviera la UGT de Álava en diciembre de 1983.
Tardaría Nicolás Redondo en romper su fidelidad con el PSOE, defender la autonomía sindical y política de la UGT, y combatir la política económica y social del gobierno socialista. En 1985 rompería la disciplina del grupo socialista al votar en contra de la primera reforma de las pensiones, al pasar de dos a ocho años para el cálculo de la base reguladora, pero la UGT no apoyó ninguna respuesta.
En 1987 la lucha de tres millones de estudiantes de Enseñanzas Medias durante dos meses y medio, dirigidos por el Sindicatos de Estudiantes, consiguió una victoria sin precedentes concretada en medidas tangibles para mejorar la enseñanza en beneficio de las familias trabajadoras. Una lucha que cambio el ambiente en las fábricas y se concretaría, el 14 de diciembre del año siguiente en una huelga general masiva en contra del Plan de Empleo Juvenil diseñado por el Gobierno Socialista, con la participación de mas de diez millones de trabajadores y estudiantes.
Nos vimos por última vez con Nicolás Redondo en 1994, cuando rubricaba, como secretario general de la UGT, la integración de la UST de Álava, un sindicato provincial que durante diez años nos permitió seguir defendiendo las ideas del socialismo en el movimiento obrero, las mismas que hoy tienen plena vigencia.
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