La Navidad regresa a la ermita de Marinda tras más de un siglo abandonada
La asociación Raíces de Europa organizó una misa para poner en valor el patrimonio arquitectónico y la idea atrajo a decenas de personas
Quienes se acercan al valle de Kuartango seguro que se han fijado en la ermita de Marinda. Se alza fantasmal sobre una colina. En su ... tejado, a modo de tocado, crece un árbol de porte considerable que da fe del tiempo que lleva abandonado el templo. Han pasado exactamente 112 años desde que la despoblación dejó sin feligreses el edificio que fue desacralizado. Más de un siglo ininterrumpido sin actividad religiosa... hasta este pasado 24 de diciembre, cuando se celebró, bajo su aún imponente bóveda central, una Misa de Navidad por iniciativa de la Asociación cultural Raíces de Europa.
La eucaristía ponía punto y seguido a una peripecia que según sus organizadores se fraguó durante el desarrollo de una de las rutas de Ermitaraba por Kuartango. Al ver la ermita, tuvieron una idea. ¿Por que no celebrar allí la Navidad y de paso poner en valor los restos arquitectónicos? «La elegimos por estar en ruinas y porque recuerda al portal de Belén. No hay luz, no hay calefacción y suele servir de abrigo a los animales», recuerda Jon Ortiz de Zárate, miembro del colectivo cultural.
Efectivamente el recinto sirve de refugio a las reses que pastan por la zona. Pertenecen a Generoso, 'Gene' para todos, el único vecino que aún acude a Marinda a cuidar a sus reses. A sus 84 años, recibió la idea entre risas y con muchas reticencias. «Cuando fuimos a contarle nuestros planes él se rió con ganas. Hasta le pidió a su hija que fuera a por los loqueros », recuerda el componente de la asociaciónl. Al acercarse la fecha y ver que el tema iba en serio, el ganadero dejó las bromas y se puso a ayudar. «Las horas previas a la misa no paró de subir y bajar gente con su coche, nos cedió unas puertas porque hacía mucho viento y dentro del templo no había quién parase. Y también nos ayudó con el material», agradece Ortiz de Zárate.
'Gene' fue el único que permaneció sentado durante la misa, que se desarrolló a la luz de velas y antorchas y que fue oficiada por tres sacerdotes. Otra de esas afortunadas carambolas de la vida. «La idea inicial era que la diese un cura que colabora con nosotros pero cuando fuimos a informar al que atiende la zona, dijo que quería participar. Su ayudante también se apuntó y luego un tercer cura se unió dándole a la misa un carácter muy oficial», recuerdan desde Raíces de Europa.
Con todo listo, los organizadores estimaban que la iniciativa reuniría a unas 15 personas. Acudieron 70. Un éxito absoluto si se tiene en cuenta que no hubo convocatoria multitudinaria, sino más bien avisaron solo «a los vecinos cercanos y a algún amigo». «No queríamos que acabase viviendo un montón de gente porque el espacio disponible es el que es», argumentan.
Repetir experiencia
Los buenos resultados de la experiencia les animan a repetir aunque «algunos de los asistentes nos llegaron a perdirnos que no le diéramos publicidad porque entonces se iba a llenar de gente e iba a perder su encanto. Pero bueno ahora a toro pasado es una historia bonita». Jon Ortiz de Zárate confirma que la asociación está decidida a repetir experiencia el año que viene. Podría ser en el mismo lugar o «en otro similar».
La ermita es un ejemplo de arquitectura medieval como otros muchos que fueron construidos por lugareños y señores en el territorio alavéz. Algunos, se han recuperado y siguen en uso, otros, como Marinda, están en ruinas aunque no por ello sin valor. Desde Raíces de Europa apuntan que «nuestra intención no es que se rehabilite, sino dar visibilidad a los restos».
Los muchos siglos vistos por las pierdas del templo no han logrado borrar del todo el poderío que debió lucir cuando los vecinos se contaban por decenas. Aún hoy llaman la atención su sobria portada, de inspiración cisterciense, su imponente su bóveda central y algunas pinturas diseminadas aquí y allá. ¿Qué fue del resto? Las imágenes religiosas y el retablo se llevaron por otras iglesias de la zona, lo mismo que las campanas o algunas piedras esquineras, que se usaron para la construcción de Santa Eulalia, en El Valle. No cabe duda de que el espíritu de Marinda perdura y esta Navidad ha cobrado vida.
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