Los menores tutelados que enorgullecen a Antezana
La 'Casa del médico' ha sido la sede de un centro foral para chavales con problemas durante tres años. «Ahora les echa de menos hasta el cartero»
Sólo los aviones que despegan del aeropuerto, el canto de los pájaros y los cortacésped de los chalés rompen el silencio en Antezana de Foronda. ... Pero muchos de sus vecinos echan de menos el barullo que ha existido en los tres últimos años por parte del grupo de adolescentes que han residido en la antigua 'Casa del médico' y que, lejos de molestar, se ha convertido en motivo de orgullo para el vecindario.
Y es que hasta hace escasas semanas ha sido la sede provisional del centro terapéutico-educativo de menores con problemas de conducta de la Diputación de Álava, que en 2022 abandonó Sansoheta para dejar atrás las sombras del pasado y que hace pocas semanas se ha integrado de manera definitiva en la trama urbana de Vitoria. Este nuevo equipamiento adoptará el nombre de Oskarbi. Tal ha sido la experiencia en Antezana que los residentes del pueblo no dudaron en reunirse con las asociaciones y los vecinos del barrio que ahora acoge este nuevo recurso para invitarles a que, como ellos, abandonen sus posibles prejuicios.
Porque saben que a estos jóvenes tutelados se les estigmatiza como «conflictivos y en ocasiones peligrosos», pero ellos han observado «un nivel de respeto muy alto» y como cualquier otro vecino han participado en conciertos, fiestas, comidas populares... Claro, que son chavales con comportamientos disruptivos que necesitan de la tutela foral para que a través de una atención específica su vida, poco a poco, se vaya pareciendo a la de cualquier adolescente del territorio. De ahí que, en numerosas ocasiones la cancha polideportiva, los columpios y el local multiusos del pueblo se aprovechasen para sus extensas conversaciones y sesiones de acompañamiento.
Ahora sólo Ianire (14) y Ariane (9) –que se encuentran entre las benjaminas del concejo– corretean por allí y recuerdan cómo hasta hace nada compartían horas de juego con los chicos y chicas del centro. «Han tenido muy buen trato con ellos, no ha habido absolutamente ningún problema. Se juntaban y eran como cualquier otro. De hecho, uno de los chavales iba al mismo colegio que ellas», constatan sus padres, María Patón y Arkaitz Lujanbio. En este centro no importa su origen –la inmensa mayoría son autóctonos– ni la situación social de sus familias, el objetivo es que puedan encauzar su vida de cara al futuro sin ningún tipo de estigma.
La experiencia de estos tres años es un motivo de orgullo para los vecinos de Antezana. Son ellos quienes contactaron con EL CORREO para dar a conocer su historia y tratar de derribar los clichés y las ideas preconcebidas que pueden existir en la sociedad. «No somos sólo los que estamos aquí, si vienes otro día por la tarde seguramente que tienes aquí a casi todo el pueblo y apoyarían lo que decimos», afirma el presidente de la junta administrativa, José Luis Alonso Quilchano. Él fue director del Instituto de Bienestar Social (IFBS) y la empresa foral Indesa para personas con discapacidad y, por lo tanto, sirvió de referente para resolver las dudas que obviamente existían al principio.
14 Plazas
Plazas para jóvenes con comportamientos disruptivos que necesitan atención específica.
Los responsables de la Diputación les explicaron a comienzos de 2022 en qué consistía este programa. «No había miedo, sino más bien desconocimiento. Y es que se oyen auténticas barbaridades. Aquí hemos descubierto que simplemente son chavales normales que tienen problemas en sus familias y necesitan ayuda desde las instituciones. Pero al final ellos pueden estudiar en el mismo instituto que tu hijo o jugar en el mismo equipo de baloncesto con la salvedad de que, cuando el resto vuelve a casa con sus padres, ellos lo hacen a un centro de la Diputación», explica Alonso Quilchano. Por esa razón había un trajín constante de furgonetas cada mañana para desplazarles a sus respectivos colegios.
El servicio que se prestaba en Antezana contaba con catorce plazas, aunque han sido muchos más los que han pasado por allí, pues al cumplir la mayoría de edad dejan de estar bajo la tutela de la Diputación y se incorporan a un programa de emancipación. «Ahora les echa de menos hasta el cartero», apunta Alonso Quilchano.
Un testimonio gráfico de esa «normalidad» que ha existido es la foto grupal que tomaron en su despedida y en la que aparecen menores tutelados, monitores y vecinos frente a la que ha sido su casa durante tres años. Sólo se aprecian sonrisas y brazos entrelazados sin ninguna clase de impostura. Esa imagen, que acompaña estas líneas, parece un «símbolo de la convivencia».
Los vecinos del pueblo han ido al barrio donde se traslada este servicio para quitar prejuicios
La 'Casa del médico', donde el galeno vivía con su familia y pasaba consulta en el pasado, se encuentra en una zona de paso constante y quienes iban a caminar hacia el río Zaia pasaban por la puerta. «Muchas veces veías cómo salían de la casa aún en pijama y recorrían unos pocos metros hasta lo que antiguamente era la cochera para desayunar. Te daban los 'buenos días' y había quien incluso se paraba a jugar con el perro», recuerda Aitziber Apillánez.
«Aquí hay que distinguir entre la importante labor que se hace puertas adentro a cargo de profesionales, donde podías oír broncas y se les ponían límites a los chavales a través sanciones para mejorar su situación. Y, por otro lado, su vida en las calles del pueblo que no ha sido problemática», subraya el 'alcalde' pedáneo.
«Uno de ellos estaba constantemente tirando a canasta para quemar energías. Antes de marcharse hicieron unas redes con material reciclado para sustituir las anteriores», destaca Ain-tzane Ruiz de Azúa. Ella fue quien les guió en una visita a la impresionante iglesia de San Miguel Arcángel, que Xabier Egaña transformó hace siete años en el pueblo con murales modernos.
Aquella no fue una actividad cultural más, sino que reforzó el vínculo de estos chavales con el pintor, pues Egaña residió anteriormente en la 'Casa del médico' y les obsequió con un libro de despedida que llenaron de dedicatorias. «Gracias por hacernos sentir como en casa, por la acogida, el cariño y la integración», dejaron escrito en una de sus páginas. «Antezana, has sido una gran etapa. Veníamos con mucha incertidumbre y has sido una grata sorpresa. Te recordaré con cariño», se lee en otra.
«Es que han hecho vida como si fuesen del pueblo», constata Ai-tziber Apillánez y, por eso, cada vez que había una fiesta o acto público se les invitaba. «Venían a los almuerzos populares y alguno ya me dijo que en la vida había comido tan bien», comenta José Luis Alonso Quilchano.
«Han tenido muy buen trato con mis hijas, se juntaban y eran como cualquier otro»
«Eran muy agradecidos», añade Arkaitz Lujanbio. «En general ha habido chavales muy majos», indica Aintzane Ruiz de Azúa. «Se portaban muy bien», remata María Patón. Los cinco lo comparten con una amplia sonrisa en sus rostros.
Ahora esperan que les reciban con el mismo cariño en su nueva ubicación. Y es que, como dejaron escrito en ese libro de despedida con bocetos de Xabier Egaña, «muchas gracias por la forma en la que nos habéis acogido, tratado y cuidado, y eso es de agradecer en estos tiempos donde es más fácil mirar hacia otro lado».
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