El otro día tuve la ocurrencia de comprar por internet los billetes de autobús a Bilbao, de ida y vuelta, para mi mujer y para ... un seguro servidor. Me remangué, tecleé en Google el nombre de la compañía de autobuses y me dispuse a contratar un ticket de ida y vuelta a la capital del mundo. Íbamos a pasar un díade domingo apacible.
Con diligencia rellené todos los campos que me requerían: -Tipo de viaje: ida o ida y vuelta; la hora de salida y la hora de regreso. Pero aquello no parecía funcionar adecuadamente. Tras anotar los datos, la página me contestaba con un mensaje confuso advirtiéndome de que no había pasajes disponibles: «Ida: No hay tarifas válidas. Vuelta: No hay tarifas válidas». Aquello resultaba extraño, dado que aún faltaban cuatro días para el viaje.
Pensando que se trataba de mi impericia, repetí la operación una y otra vez hasta que, alarmada por los juramentos que mascullaba en mi despacho, mi mujer me sugirió que nos dirigiéramos a la estación, como toda la vida, para adquirir allí los boletos y dejarnos de moderneces.
Obediente, nos dirigimos a la estación y me puse a la cola de la ventanilla de la compañía a la espera de mi turno. Cuando me tocó la vez le comenté a la señorita que se encontraba al otro lado del cristal que la página web no funcionaba y que me había resultado imposible obtener el billete electrónico de ida y vuelta a Bilbao para el próximo domingo.
La joven me puso cara como de estar viendo a un fósil de dinosaurio y tras indicarme que la página web funcionaba perfectamente, me dio a entender que mis habilidades digitales no estaban a la altura del siglo XXI. Le comenté con pesar que había seguido las instrucciones de la web al pie de la letra.
Fue entonces cuando reparó en que yo quería dos billetes de ida y vuelta, y me indicó que la página no estaba preparada para hacer tal cosa, y que en internet debía comprar cada billete individualmente. Primero el de ida, segundo el de vuelta, tercero el de mi mujer de ida y cuarto el de mi mujer de vuelta. Cuatro operaciones diferentes para dos puñeteros billetes de ida y vuelta.
Vista mi cara de contrariedad, tuvo a bien indicarme que si reservaba por internet y pagaba con la tarjeta BAT obtendría un jugoso descuento. La cola iba creciendo así que me aparté y me dispuse a buscar el botón de reservar que contanta convicción como desacierto me había ordenado elegir. Volví a esperar mi turno nuevamente y le indiqué que no existía el botón de reservar en la web. «-Ah, claro. ¿No le dije? Tiene que descargarse la app en primer lugar». Con la uña de su dedo golpeó el cristal -tic,tic,tic-, apuntando a un lugar en el que había pegado con cello un QR a tal efecto. «Bájese la app y regístrese. Allí podrá encontrar el botón de reservar y hacer las cuatro operaciones descritas anteriormente, porque la app tampoco trabaja los billetescombinados de ida y vuelta», zanjó.
Comenzaba a transpirar cuando volví a abandonar la cola para tratar de descargar la app en mi teléfono. Cuando estaba a punto del colapso y fuenuevamente mi turno solicité que me vendiera los cuatro billetes ordinarios y que al diablo con el descuento.
Entonces, la joven me contestó que ya había acabado su jornada y que se los pidiera a la nueva empleada que ocuparía su lugar tan pronto como yo dejara de requerirle información. Pagué los billetes mientras mi mujer me sujetaba el brazo del modo en que una esposa te indica que no levantes la voz y te portes con la amabilidad que no recibes. Media hora después abandoné la estación cautivo y desarmado. No es país para viejos, mascullé.
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