Ya sabrán a estas alturas, por el humo, que la madeja de organizaciones juveniles radicales vascas tiene a sus afiliados motorizados. Que no hay quién ... se aclare con esta sopa de letras. Y hay que marcar paquete para ganar protagonismo y mostrar quién de entre ellos es el más bragado y animoso del solar vasco.
De esta guisa, las variopintas ofertas políticas juveniles han entrado en una feroz competencia sobre quién la tiene más grande. Y me refiero a la capacidad de liarla parda, no vayan a pensar mal. Y ya están como los viejos partidos políticos, poniendo autobuses, pagando dietas de kilometraje y dando dinero para el bocadillo a su voluntariado tirapiedras volante.
En esto de los servicios de inteligencia política de partidos y asociaciones de todo tipo y pelaje, incluidas policías y servicios varios de investigación, hay una constante que se repite 'ad nauseam'. Al final, siempre aparece un Anacleto, tan meritorio como corto de luces –tonto pero disciplinado se decía en mi época– que acaba cagándola con las patas de atrás y poniendo todo el tinglado en solfa.
Es gloriosa la anécdota de aquel agente secreto del Estado que había instalado una cámara de vídeo en una lámpara de la sede de HB y les grababan desde el piso de arriba en la calle Ramiro de Maeztu. Un buen día acometieron una reforma en la sede abertzale y el escayolista, tira que tira de un cable, acabó desmontando el tinglado y pescando in fraganti a nuestro Anacleto particular. El espía salió corriendo y se dejó una carta con un recibo de su domicilio familiar y un bocadillo de sardinas mordisqueado a medio acabar para vergüenza de propios y extraños.
En un alarde de emulación anacletil, apareció un coche tras los incidentes del pasado domingo en Vitoria. Una puerta abierta alertó a los vecinos que llamaron a la 'poli'. Y según informó este periódico, el vehículo estaba lleno de pasquines convocando a la contramanifestación de la Falange en Vitoria. Además, un sobre con miles de euros y algún cuaderno con notas varias, aún sin determinar, harán las delicias de los investigadores de la Ertzaintza. Y es que al mejor escribano se le escapa un borrón.
El conductor apareció al tiempo dando explicaciones poco convincentes, al parecer. Aunque todo apunta a que el dinero hallado podría estar destinado –presuntamente– a abonar dietas de kilometraje y otros pagos a la infantería de combatientes vascos por el comunismo y la autodeterminación.
Me pongo en el pellejo de este Anacleto y me da un ataque de caspa pensando en que tenga registrados los pagos con iniciales, como hacía Bárcenas. Y volvamos a constatar una vez más que el «todo por la patria» siempre va acompañado de dietas, kilometraje y bocadillo. Ama jainkoa!
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