Mis muy estimados responsables de Osakidetza: Pude leer en las páginas de este diario, con tanta atención como interés, las declaraciones de tres de los ... impulsores en Álava del programa MASK-Hospital. Quedé cautivado por la puesta en marcha de esta iniciativa tan novedosa y humana cual es la de permitir el acceso de mascotas a los centros hospitalarios.
Leí en estas mismas páginas a los responsables de la OSI de Araba explicar cómo la cercanía de una mascota puede ayudar a liberar oxitocina -que promueve la calma y el bienestar- y reducir los niveles de cortisol -la hormona del estrés-. Y que está demostrado que acariciar a un animal tiene efectos relajantes. ¡Cuánta verdad!
Pero dicen que la alegría dura poco en la casa del pobre. Y, efectivamente, mi euforia inicial se tornó en incredulidad y tristeza al saber que este programa está destinado exclusivamente para pacientes dueños de cánidos. Ningún otro animal podrá traspasar las puertas del hospital salvo los perros -bien de raza, de presa o de patada-. Y, con todo respeto, me pareció extremadamente cruel este apartheid animal.
Lejos de mi ánimo enmendar la plana a profesionales tan preparados y solventes como ustedes. Sólo les diría humildemente que no conocen a mi Pepa. Llevo educando a mi lorita africana a lo largo de los últimos treinta años. Bueno, yo, y Alexa. Porque cuando voy a trabajar la dejo con la radio puesta para que se entretenga y no me eche de menos.
Sepan ustedes que me da los buenos días cuando me levanto, y me despide cuando salgo de casa con un cariño insuperable. Podría decirse que está mejor educada que la inmensa mayoría de bípedos implumes con que me cruzo diariamente, que evitan mirarme en el ascensor, en la calle o en la oficina.
Mi lorita anda suelta como Pedro por su casa y tan pronto como me escucha abrir la puerta, al regresar, acude presurosa a posarse sobre mi hombro con grandes alardes de cariño. Yo me pongo unas pipas de girasol en el morro y ella me las coge de una en una, pelándolas con ese 'clickclick' tan inconfundible.
En mi ignorancia, pienso que sería totalmente injusto que si me ocurriera algún episodio médico que requiriera de mi ingreso hospitalario, se vetara a mi Pepa el acceso al centro hospitalario por el hecho de ser un ave y no un 'canis vulgaris'. No descarto enseñarle a ladrar sin con ello sorteara este impedimento.
Quisiera comunicarles que he lanzado un SOS en mi Feisbuq y llenado las farolas con mensajes de ayuda fotocopiados por todo el barrio. Y he recibido respuestas muy variopintas y esperanzadoras. Por ejemplo, la de Luis, que tiene una boa desde hace años que duerme enroscada a los pies de sus hijos, un día en la litera de arriba, otro en la de abajo. Manolo, por su parte, tiene una cotorrita de plumas verdes que es fan de Eurovisión y canta el 'La-la-la' que lo borda.
Como ven, dueños de gatos, cabritillos, canarios, jilgueros o peces reclaman un hueco también en esta agenda de visitas a sus dueños. Lástima que, a fecha de hoy, sólo los perros puedan proporcionar este bono extra de oxitocina a sus dueños.
Dejo a su consideración y a su sincero afán de mejora un cambio que permita hallar consuelo para nuestros corazones. Emulen a Noé en esta arca hospitalaria que están construyendo. Mi Pepa y yo, y tantos otros más, se lo agradeceremos de corazón. Suyo afectísimo.
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