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El historiador Julen Díaz de Argote, con parte del material recabado para el Memorial del 3 de Marzo Rafa Gutiérrez

Las historias por contar del 3 de Marzo

Martxoak 3 y Memoria Gara recaban testimonios y material de la época para darle contenido al Memorial que por fin está a punto de echar a andar

Borja Mallo

Sábado, 22 de febrero 2025, 18:08

Julen Díaz de Argote sostiene en sus manos un informe médico que tiene pegada con celo una bala. Un proyectil disparado por la Policía Armada la tarde del 3 de marzo de 1976 que quedó alojado en el cuello de uno de los vitorianos presentes en la iglesia de San Francisco de Asís. Pudo morir o quedarse en silla de ruedas, pero aquello se quedó en una herida y una historia que el protagonista involuntario de este suceso pudo contar. Ahora, ese documento pasará a formar parte del Memorial 3 de Marzo gracias al trabajo de investigación y recopilación que el historiador Díaz de Argote está llevando a cabo dentro del convenio suscrito por Martxoak y Memoria Gara con el instituto vasco de la memoria Gogora. «El 3 de Marzo mataron a cinco personas, pero podrían haber sido muchísimas más», sentencia quien se está encargando de descubrir, de boca de sus protagonistas, nuevas historias de aquellos días.

Durante los últimos meses, este joven investigador ha recogido más de setenta testimonios de vitorianos que vivieron en primera persona los dramáticos sucesos de aquel día y fueron partícipes de una época especialmente convulsa. Porque la pretensión del Memorial, a punto de echar a andar tras haber ingresado por fin en el Registro de Fundaciones de Euskadi, es explicar «toda una época» de reivindicaciones que «cambiaron la sociedad para siempre». Y hacerlo a través de las aportaciones de los propios protagonistas.

«Mataron a cinco personas, pero podrían haber sido muchísimas más»

Julen Díaz de Argote

Historiador

«Nuestra máxima siempre ha sido construir el Memorial con la gente de Vitoria, que lo sientan como suyo y que todos los que vivieron aquella época puedan dar su testimonio de los hechos. Y también recordar que estos muertos son nuestros», asegura.

«Ha sido un año de muchos descubrimientos», remarca. Su investigación le ha llevado a localizar a 63 de las 84 víctimas que pasaron por los hospitales; entre ellas, siete de las que no se tenía constancia y para las que reclaman el reconocimiento. «Tenemos el testimonio de las familias de los cinco fallecidos en Vitoria, también del de Basauri y el de Tarragona, heridos, trabajadores de las comisiones representativas, gente que vivió la masacre desde dentro de la iglesia y también desde fuera, responsables de las cajas de resistencia... La memoria no es homogénea y cada persona te da su perspectiva» de esa aciaga jornada.

Una carrera contra el tiempo

Díaz de Argote lamenta encontrarse en una carrera contra el tiempo y que en el camino se hayan quedado un buen puñado de recuerdos de aquella época. «Han pasado casi cincuenta años y se ha perdido mucho material». Además, algunos de los protagonistas han fallecido. Uno de los más recientes, Manuel Pizarro. «Logramos ponernos en contacto con él, estaba hospitalizado e iba a hablar con nosotros cuando le diesen el alta y al final... Falleció sin poder contar su historia en primera persona y sin haber sido reconocido como víctima. A partir de ese momento, en las conversaciones con la familia nos han contado que era algo de lo que nunca había hablado y estaba emocionado por poder por fin hacerlo».

Precisamente, el agradecimiento aparece en boca de muchas de las personas que le han trasladado sus testimonios y que remarcan «la necesidad de contar todo lo que pasó». Pero, también, en estas conversaciones el historiador ha podido comprobar que hay víctimas «que tienen ese día muy presente y todavía les causa dolor hablar porque les han quedado secuelas para toda la vida».

La memoria no se acaba solo en los testimonios de los protagonistas. El espacio museístico también se construirá con los objetos y el material de aquella época que ya se ha recopilado y que todavía se pueda recuperar. Aunque, de nuevo, el tiempo juega en contra del recuerdo. «Muchos heridos nos han trasladado que tenían ropa agujereada, como pantalones de pana, pero que ya los han tirado», lamenta.

Informes aún secretos

Sobre la mesa de la nueva sede de Martxoak 3, recién estrenada, reposan la documentación de Francisco Aznar y el reloj y la cartera que llevaba el día que lo asesinaron. Un poema a la familia de Vicente Antón Ferrero, al que mataron en Basauri el 8 de marzo, una fotografía de Romualdo Barroso, padre de uno de los asesinados en Vitoria, un bote de humo, una pelota de goma, una cartera con un agujero de bala, informes médicos, escritos que los curas hacían de lo que se trataba en las asambleas en las iglesias, un uniforme de la antigua Mevosa, nóminas, revistas, vídeos, pegatinas... Solo una parte de todos los objetos recopilados hasta ahora y que darán forma alMemorial.

«Los objetos cuentan cómo se vivía en aquella época y van a ser el propio pueblo, las víctimas y la gente que vivió la masacre quienes van a llenar las vitrinas del Memorial con sus recuerdos y pertenencias y esto es algo muy vanguardista», señala.

Durante este último año, Díaz de Argote ha descubierto relatos desconocidos, pero tiene claro que quedan más por salir a la luz. «Nos quedan muchas vertientes que no sabemos. Por ejemplo, debido a la Ley de Secretos Oficiales no conocemos la otra parte: los informes del gobernador civil, los informes y dispositivos de la Policía Armada, toda la judicatura... La gente que venga nos va a contar historias y entregar objetos que nos darán otras visiones del 3 de Marzo».

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