Gheada se enfrenta a la «presión por ser felices» en Montehermoso
El colectivo formado por las artistas Rut Briones y Raquel Durán inaugura este viernes una muestra audiovisual en el Deposito de Aguas del centro vitoriano
Lo habitual es que si una persona solo envía el icono de la carita sonriente y se muestra amabilísima en cada momento, nos resulte falsa, como si enmascarara sus sentimientos. Sin embargo, esa felicidad permanente (y aparente) es cada vez más común en un mundo hiperconectado, donde abundan los mensajes de autoayuda en redes sociales acompañados de una invitación al consumismo.
Frente a ello, las instalaciones audiovisuales 'Felices', de Rut Briones y Raquel Durán, abordan la emoción desde un ángulo bien distinto: la imposibilidad de ser feliz a todas horas. Esta muestra consta de diferentes piezas audiovisuales y se inaugura este viernes, a las 20.00 horas, en el Depósito de Aguas de Montehermoso.
Ambas artistas, que forman el colectivo Gheada, guiarán una visita por esta instalación inmersiva que se podrá ver en el centro vitoriano hasta el próximo 3 de mayo. Compuesta por seis instalaciones, acerca de diferentes experiencias sociales y personales, pretende reflexionar sobre la felicidad alejadas de lo material. «Versa sobre los efectos que la presión cultural por ser felices tiene sobre nosotros, tanto a nivel individual como colectivo», reconocen las artistas cuya creación se ganó la beca Proyectos Artísticos 2019.
Más allá del tono negativo –hay un largo trecho del optimismo permanente a la tristeza–, las creadoras juegan con guiños irónicos y paradojas. Para ello han contado con Ane Pikaza, Diego Pérez y Yolanda de Haro como intérpretes. Ya en 'Foodlândia', un trabajo anterior conjunto que expusieron hace cuatro años en BilbaoArte, Briones y Durán exploraban la relación de la sociedad con la comida. De nuevo, su modo de trabajo vuelve a definirse por la «creación de mundos persuasivos y cautivadores».
En esta ocasión trasladan una reflexión sobre cómo hasta en los objetos más cotidianos, como en una agenda o una taza, se reivindican las «emociones positivas» como una necesidad. Contra ello, la propia imagen que acompaña a la hoja de la sala, en la que se ven dos jóvenes fundidos en un abrazo en un aeropuerto, sirve como sugerencia. No es posible vivir eternamente sonriente, a menos que nos convirtamos en un emoticono.