Un emotivo juego con el tiempo

La obra nos invita a entrar en la cotidianeidad de la tienda del señor Flores para así sorprendernos cuando la fantasía irrumpe. El pasado, presente y futuro de él se superponen haciendo que varias historias convivan en el mismo espacio. Messiez cose los hilos dramatúrgicos con gran sutileza y como público vamos recopilando datos a la vez que lo hace el personaje principal. Con esto, se lanza al espectador una reflexión activa acerca de los recuerdos y del funcionamiento de la memoria.

La dramaturgia se va construyendo de forma completamente original alrededor del eje del tiempo, sin embargo al acabar la función queda un poso de falta de claridad en algunas de las relaciones. Esa niebla de confusión final impide que la obra tenga la contundencia que podría haber logrado.

Una efectiva escenografía recrea la zapatería de señoras donde trabaja el señor Flores. A pesar de ser un espacio naturalista incluye con acierto un toque onírico que enlaza con la textura del juego temporal que se vive durante la obra.

Iñigo Rodriguez Claro ofrece una interpretación del señor Flores llena de honestidad y escucha, lo que nos invita a invertir nuestra atención en su transformación interna y a empatizar con el desbordamiento emocional que vive. No obstante, a algunos miembros del elenco les falta proyección vocal y pese a ofrecer una buena construcción de personajes no se les escucha desde el patio de butacas.

Aunque estos detalles hacen que la representación no exprima todo su potencial el mensaje de la pieza cala. Nos hace plantearnos la necesidad de parar y de regalar nuestra presencia y todo el tiempo del mundo a los que amamos.