Javier Otaola | Escritor
«El crimen me sirve de excusa para hablar de los personajes»El autor presentará su novela 'La comisaria Olaizola y el caso del perro blanco' el próximo jueves en la Casa del Libro de Vitoria
Hay quienes llaman Felicidad a la investigadora. También se la conoce como Zorione. E incluso, como Olatz. Pero la oficial de la Ertraintza tiene una marcada personalidad. Ahora vuelve a las librerías con 'La comisaria Olaizola y el caso del perro blanco', que su autor, Javier Otaola, presentará el 28 de septiembre en la Casa del Libro de Vitoria (19.00 horas, junto a la escritora Concha Murua).
Subtitulada 'Muerte en Armentia', la nueva novela editada por Sapere Aude supone una forma muy distinta de titular con respecto a las previas en la trilogía, 'Brocheta de carne' o 'As de espadas'. «Hacían referencia a un elemento de la trama, como la habitación donde se produce el asesinato o, en la primera, la forma en que se comete. Ahora aparece el nombre de la comisaria en el momento cumbre de su carrera», explica Otaola y recuerda que Olatz antes había sido subinspectora e inspectora.
La protagonista, que se dispone a dar una serie de cursos intensivos en Arkaute sobre policía científica, deberá investigar la muerte de un antiguo legionario y agente municipal, dedicado ahora a los negocios,que es atacado y eviscerado por un pálido can de lucha. «Le toca el caso porque el personaje era un tipo con contactos que había trabajado para el CNI. El 'nagusi' se lo encarga porque ella se encuentra en Vitoria. Y el perro blanco le servirá para llegar a la conclusión, que también planteará a la investigadora un dilema moral», apunta el autor sin llegar al 'spoiler'.
Todo se articula dentro de una acción ambientada en los años finales de ETA, «pero no especifico. Aún aparece como telón de fondo de una historia que es contemporánea pero con un pequeño desfase. Está como un par de pasos por detrás», expresa el ex síndico de la capital alavesa.
La obra de Otaola encaja de lleno en un género novelístico concreto. «Me gusta la literatura que habla de las personas, que aborda problemas existenciales, de gente que se ve en situaciones límite. Eso pasa mucho en la novela negra», sitúa.
El autor añade que «no me interesa tanto el quién lo hizo, el acertijo de revolver pruebas para que la gente adivine. Está bien, pero además tiene que haber personajes que tengan significado humano, que te interese su trayectoria personal».
En este sentido, Otaola razona que «generalmente, el crimen rompe la costra de la normalidad. Caminamos sobre una especie de capa de hielo que es la civilización que nos sostiene pero no es firme del todo. a veces, pisas muy fuerte y en un segundo debajo está el agua helada del asesinato, de la muerte. Tenemos que andar con cuidado, no conviene saltar sobre el hielo», advierte el narrador.
Dentro de esta dinámica, Javier Otaola enfoca la novela «como un trozo de vidas entrelazadas. Nuestra vida no es muy distinta de una narración, donde aprendemos a vivir en función de nuestro personaje, el que aprendemos a ser viendo a los demás. Cada uno vamos contrastando y dibujando nuestra propia historia».
«La civilización es como una capa de hielo: a veces, pisas muy fuerte y en un segundo estás en el agua helada del asesinato»
Dentro de esa forma de aproximarse a la novela, Otaola subraya que «el crimen me sirve de excusa para hablar de los personajes». El autor, que participará en octubre en el festival Vitoria-NeGrasteiz, detalla que «me interesa que el lector vea la cantidad de formas de humanidad que hay, incluso chocantes y contradictorias y que se encuentran y desencuentran incluso entre hermanos, amigos o socios», indica antes de apostillar que «vamos haciéndonos en función de las cosas que vamos resolviendo».
En el caso de Zorione Olaizola, le surge una necesidad: quiere ser madre y es una decisión que entra en conflicto con la relación que tiene con su actual pareja, la periodista alavesa June López de Vicuña. Felicidad «es una mujer en principio herética, hija de un notario de Bilbao, destinada a estudiar Derecho, pero le gusta el ámbito policial y entra en la Ertzaintza en investigación».
La protagonista de la trilogía de Otaola «es lesbiana y para ser madre busca un método natural pero a la vez extraño, con un hombre que está coladísimo de ella y que acepta ese papel de padre biológico de condición subalterna».
Puntos de vista diversos
El propio escritor hace el ejercicio, en el calzado de más de un personaje. De hecho, «el narrador no es omnisciente. Escribo de manera que adopto el punto de vista de cada personaje. Si es un cura o un policía, piensa como tal. El narrador se transforma y evidencia que una historia tiene muchas verdades ya que todas lo son desde el punto de vista del narrador».
Javier Otaola se sitúa en muchas personalidades, desde las cuales plantea cuestiones que podrían corresponder al autor. Incluso aparece un tal Bernaola, que imparte un curso de escritura creativa, tal y como el propio novelista ha hecho en Vitoria.«Lo hice un par de años y un historiador alumno mío tiene en un cuento este personaje, Bernaola, al que he utilizado con su permiso», aclara el novelista.
Un gran caladero de personajes para el libro es una capilla satánica donde en realidad se enmarcan con rituales oscuros lo que son pulsiones sexuales de índole orgiástica. Vamos, algo más dionisíaco que diabólico, pero también un akelarre que sirve a Otaola para crear un nuevo juego de contrarios, entre un antiguo exorcista y quien fuera su amigo de juventud, un anticuario transformado ahora en líder del culto impío.
Cada uno «buscamos nuestra felicidad como podemos y ese proceso, esa conciencia, nos iguala. Pero luego cada uno hace elecciones muy diversas. Esto también se refleja en las opciones amorosas o sexuales». Todo esto –incluidas cuestiones como el maltrato, la relación de padres e hijos o la prostitución– se refleja en la novela.
«Lo ves en quienes pertenecen al club satánico, donde cada uno tiene una perspectiva y está ahí por razones diferentes», comenta Otaola. Uno de ellos es un tipo calvo, machista, mujeriego, soberbio y en buena forma física que, aunque pueda recordar a alguien, no se apellida Rubiales. Rafael Barranco va a morir sobre la nieve de Armentia.