Celedones a mesa puesta por sus 50 años
Desde el extinto bar Ábalos hasta la plaza Dantzari, 49 socios mantienen tras medio siglo el pulso de esta sociedad gastronómica
El número de velas que los miembros de la Sociedad Gastronómica Celedón soplaron ayer es tan alto que se entiende que a sus fundadores les ... cueste ordenar sus vivencias. Ha pasado ya medio siglo desde que una cuadrilla de chavales –trabajadores de BH, Fournier o Esmaltaciones San Ignacio, en su mayoría– se empezaran a juntar en el Bar Ábalos (hoy extinto), del barrio de San Cristóbal.
Por aquel entonces, esos encuentros servían como una «válvula de escape». En muchos sentidos. Cocinar, comer, beber, jugar al mús o entonar cualquier jota era su forma de encontrar libertad en un momento de dictadura. «Cuando el patas cortas murió empezaron a cambiar algunas cosas», recuerda ahora con guasa uno de sus socios más veteranos al referirse a Franco. Por suerte, esas buenas costumbres no lo hicieron, y así se han mantenido durante los siguientes 50 años. Hasta hoy, que se han ido sumando a esos ya no tan mozos otros vecinos o amigos para disfrutar del gusto por la tradición.
El mús, la comida «tradicional» y las jotas no pueden faltar en este txoko del barrio de Adurza
Con lo del papeo se ponen serios. «Nosotros hacemos la comida de toda la vida». Unos buenos huevos, caracoles o cualquier portaje les han valido para obtener multitud de premios. Se cuentan más de veinte e incluso treinta en su txoko de la plaza Dantzari, porque a la tamborrada de San Prudencio nunca han fallado.
El menú de ayer era un pelín más sofisticado. Lo servía la chef Susana Zárate, pero la excepción valía porque «ellas son unas profesionales» en los fogones.
El relevo es el reto
De entrantes: steak tartar de solomillo, mejillones en escabeche artesano, puerritos evueltos en salsa Idiazábal y dium-sium de langostinos y verduritas con espuma de guisante y emulsión de piquillo chile. En los segundos, rodaballo con su refrito, pez y alioli verde y manitas deshuesadas crujientes de beicon y coco.
Las fotografías que cuelgan en sus paredes terminan de contar los pocos secretos que ellos se guardan. Han perdido a muchos compañeros, pero el motivo de celebración es grande. No parece fácil compartir un objetivo común durante tantas décadas sin cismas o crisis de por medio. «Hemos sido una sociedad muy participativa, aunque todavía tenemos a alguno que no sabemos si sabe hacer algo», bromean, con un vino en la mano.
En un reportaje publicado por este periódico en 1989 contaban que sus caldos favoritos eran los de Lanciego o Villabuena. Ayer regalaron algún blanco de las bodegas Marqués de Vitoria y tintos de las de Juan Campinún. El caso es que esa bebida nunca falte. Tal cosa sería un pecado en una cuadrilla en la que su máximo icono es Celedón. Ya saben, por el milagro que el aldeano de Zalduondo obra en la fuente de su pueblo una vez al año. Para asegurarse la abundancia, en el local trataron de replicar esa grifería, pero por «problemas de fontanería» ese suministro acabó inservible. Lástima.
Ayer, para hacer más redonda la celebración, se pasaron a unirse a la fiesta los Celedones en carne y hueso más recientes; Iñaki Landa, Gorka Ortiz de Urbina e Iñaki Kerejazu, quienes tienen una estatuilla cons su nombre en el local. Ellos, agradeciendo el homenaje, les entregaron otra del personaje vitoriano más famoso.
El reto que la sociedad tiene para los próximos años pasa por el relevo generacional. La mayoría, lo tiene claro: «Si aguantamos otros 50 años veréis aquí a mujeres, eso dará muchos cambios», subrayan.
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