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Ayala está en jaque. Con la tasa de paro más alta de Álava –el 11,68%, un punto por encima de la media del territorio, según Lanbide– y el mazazo económico y moral que ha supuesto el anuncio de un nuevo cierre –Guardian ha confirmado esta semana que empezará a apagar su horno el miércoles y despedirá a sus 171 trabajadores ... –, la comarca no levanta cabeza. Y no es una frase hecha. Los vecinos del valle, encabezado por Llodio y Amurrio, lo notan en su cartera, en sus bares, en sus fruterías. En los trece años transcurridos desde que estalló la crisis mundial de 2008, han perdido un 22% de su riqueza al desplomarse su PIB de los 1.300 millones a 1.058, según el último dato del Eustat, que es de 2021. En el conjunto de Álava ha crecido un 7%.
El anuncio del final de la histórica Guardian agrava una crisis que viene de décadas y que se ha llevado por el camino a Glavista, Vicalde, Lipmesa o Aceros de Llodio. Pero también a esos pequeños talleres que dependían de ellas, confirmando el desolador diagnóstico que emitía el Parlamento vasco hace tres años. «El motor económico de Aiaraldea es la industria. La comarca tiene una gran dependencia de este sector y, especialmente, de potentes empresas multinacionales ubicadas allí, que están experimentando dificultades para adaptarse a los cambios del mercado especialmente por falta de inversiones», describía el informe formulado por el Legislativo vasco.
En Llodio, Guardian –la antigua Villosa– lo es todo. De 1940 a 1972 el nombre del principal equipo de fútbol de la localidad era el Villosa, que se tiró la friolera de tres décadas patrocinándolo. El club jugaba en el antiguo campo de Altzarrate hasta que la empresa necesitó ampliar sus terrenos. Llodio creció con Villosa.
Itziar Paunero
Colegio de Economistas Álava
Jon de Lapatza
Aiara Industrial Lab
Ahora, el gran artífice de la prosperidad del valle de Ayala se apaga. El último horno del que ha salido el vidrio para levantar edificios en medio mundo y el pan de cientos de familias alavesas dejará de funcionar, si nada cambia, dentro de tres días.
El anuncio fue un 'shock', pero no algo inesperado. Cuando empezó el desmantelamiento de Glavista –la filial de automoción de Guardian, vendida al fondo Parter Capital en 2020– «ya se empezó a vislumbrar cuáles eran las intenciones de la empresa», apunta un extrabajador de la firma que espera a su liquidación. Otro empleado de Guardian no duda cuando se le pregunta por la clausura: «La pared del horno no está tan mal y se puede seguir trabajando, es una excusa».
Los sindicatos están convencidos de que la decisión de la multinacional americana era premeditada y no les valen sus argumentos «poco creíbles» para su clausura, «un imprevisible daño crítico» en el horno 'float' con el que se fabrica el vidrio. «Ya se comentaba que Guardian había tomado la decisión de cerrar después de la huelga de 2012», expone un joven a la salida de un supermercado del centro de Llodio.
Pero la amenaza que se cierne sobre la industria de la zona no es una simple impresión a pie de calle. La radiografía que el Parlamento hizo de Ayala en 2021 ya advertía de «un alto riesgo de reordenación de los grandes grupos industriales de la comarca». Para cuando se redactó este informe, el valle había pasado de un PIB per cápita de 38.073 euros en 2008 a 30.790 euros. Una pérdida de más de 7.000 euros por habitante, que una vez más contrasta con el crecimiento de la renta de los alaveses durante este periodo, de 572 euros.
7.283 Euros
Es lo que ha caído el PIB per cápita en la comarca desde 2008. Mientras, el poder económico de los alaveses ha crecido en 572 euros.
40 Millones
Es el dinero que costó el horno de vidrio flotado que ahora se ha averiado.
171 Empleos
Personas que trabajan en Guardian Llodio. Si nada cambia, perderán su empleo en seis meses.
Los riesgos que identificaba ese documento siguen vigentes. Falta de suelo industrial, una industria con una gran dependencia energética, escasez de proyectos de energía limpia, necesidad de especialización y diversificación de las plantas alavesas, déficit de personas emprendedoras… El análisis identificaba, asimismo, la «necesidad de tener un reflejo mediático más amable y de mejorar las relaciones sindicales, laborales y sociales para reducir la conflictividad y el absentismo, así como las amenazas de deslocalización de grandes empresas y empeoramiento de las condiciones laborales».
Entonces se planteaban 25 millones de inversión para paliar una crisis que en algunos sectores de la comarca «es estructural y no coyuntural». Hoy la patronal alavesa SEA concluye directamente que el cierre «debe servir para reflexionar sobre si estamos en el camino correcto para garantizar la competitividad actual y futura de nuestras empresas».
Jon de Lapatza, CEOde la histórica Amurrio Ferrocarriles y Equipos, y presidente de Aiara Industrial Lab, un proyecto de relanzamiento industrial impulsado por las instituciones, comparte el análisis de la patronal. «Cuando cae un 'árbol viejo' de esta naturaleza, te hace reflexionar. Guardian ha sido una sociedad dinámica, innovadora... que se caiga, asusta». Aunque ve «un potencial brutal», no esconde que la comarca «ha perdido atractivo». La conflictividad no es el único factor, pero «el capital es cobarde y no va adonde ve que puede no tener rédito».
Itziar Paunero, presidenta del Colegio de Economistas en Álava, coincide con el análisis del plan de actuaciones, pero cree que su ejecución ha sido limitada. «Han visto un problema estructural de fondo, pero está todo parado», señala.
También alerta del riesgo de tener esa imagen de lugar con una alta conflictividad: «Es mala para atraer talento e inversores extranjeros». Destaca, además, el hándicap de que las decisiones se tomen lejos de Euskadi, porque «las empresas tienen el capital extranjero, pero los trabajadores son locales». «Si se quiere mantener el empleo va a haber que hacer un esfuerzo muy grande».
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Marta Peciña
Las opciones, a primera vista, no son muchas para rescatar a Guardian. La inversión que requiere una industria así –el horno de vidrio flotado costó 40 millones de euros en 2011– hacen prácticamente imposible pensar en opciones como una cooperativa entre trabajadores. «Es algo que siempre se valora en estos casos, pero aquí es difícil», admite Iker Olazabal, portavoz de ELA. Otra vía sería la que intentó salvar a Glavista a través de un consorcio de exdirectivos de Guardian llamado Amine, pero la sociedad que lideraba ese proyecto está disuelta. Fuera de ahí, apenas un puñado de empresas fabrican este producto y los altos precios de la energía en Europa tampoco son un incentivo para invertir dinero en esta zona de Euskadi.
Mientras las instituciones vascas tratan de frenar el final anunciado de Guardian, los vecinos de Llodio aguantan a duras penas la respiración porque saben lo que les viene. Aceros de Llodio cerró hace más de 30 años, en plena reindustrialización, dejando en la calle a un millar de operarios entre una primera reestructuración y el cerrojazo definitivo. La marcha de Lipmesa supuso el despido de 150 personas en 2013; Vicalde se llevó por delante a 35 trabajadores en 2015; el traslado de Lidl a Iruña de Oca desplazó a 200 trabajadores de Llodio… Si, como todo apunta, Guardian desaparece, el motor económico de Ayala pasará de cuatro a tres cilindros: Tubacex, Tubos Reunidos y Vidrala.
Iker Olazabal
ELA
Gregorio Rojo
Cámara de Comercio
Gregorio Rojo, presidente de la Cámara de Comercio de Álava, también incide en la importancia de mantener a las firmas extranjeras que ya están en el territorio y que facturan más del 60% del PIB alavés. «Debemos hacer todo lo posible para que nuestras empresas tengan argumentos para defender ante la matriz de que son competitivas», afirma. En esa línea se pronuncia también Lapatza, que apuesta por «mantener y transitar hacia nuevas industrias» al mismo tiempo. Rojo defiende para el valle «una apuesta social, política, sindical y empresarial por la comarca. Este es el momento de los acuerdos, no podemos permitirnos que nuestras empresas se deslocalicen, porque esto disminuye nuestro bienestar presente y futuro».
Aun así, no todos los cierres han pasado sin que florezcan nuevas empresas. En los pabellones de Vicalde, por ejemplo, hoy trabajan los empleados de la calderería Mecet. Gometegi salvó un concurso de acreedores con un inversor y sigue abierta. «La historia de nuestro país es una historia de reconversión. La reconversión fue un proceso durísimo, pero seguimos siendo un país industrial», recuerda Guillermo Dorronsoro, economista y profesor de la Deusto Business School.
A ese clavo es al que se agarra la plantilla. En una línea similar se pronuncia Itziar Paunero. «Hay que diversificar sectores y reindustrializarse de una manera más sostenible», apunta la presidenta de los economistas alaveses.
En el marco de esa diversificación están iniciativas como el propio Aiara Industrial Lab o la apuesta del diputado general, Ramiro González, por Quejana. El valioso conjunto monumental del siglo XIV, adquirido por la Diputación en 2022, está llamado a ser «motor de desarrollo». El reto ahora es dar con un promotor que lo transforme en un hotel, con restaurante y spa; que lo convierta en el nuevo talismán de Ayala.
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