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Excavaciones en el yacimiento alavés de La Hoya. A. Llanos
Arqueoserpiente de verano

Arqueoserpiente de verano

Superada la fase arqueológica, en Álava se debería haber avanzado ya por el camino de la exhibición del patrimonio

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Sábado, 21 de septiembre 2019, 00:00

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Dicen que la arqueología la inventaron los periódicos para vender en verano. Me parece una exageración pero no exenta de cierta verdad. Vamos a dejarlo en que los periódicos descubrieron el buen papel que las noticias sobre arqueología hacían en el verano. Puesto que no me parece mal lo que digo, en cualquiera de su versiones -que los periódicos hablan de arqueología porque ésta se hace sobre todo en verano, o bien que los periódicos solo hacen caso de la arqueología en verano-, me voy a valer de las circunstancias para charlar de arqueología.

En Álava tenemos la ventaja de sumar, a una arqueología antigua de altísima calidad que fue la que puso en valor los primeros restos de nuestra antigüedad prehistórica -recojo la figura del Padre José Miguel de Barandiaran, para no dejarme ninguno de los demás, incluido nuestro particular Domingo Fernández de Medrano- unas generaciones posteriores que no sólo mantuvieron el nivel sino que lo pusieron al día. Ahora mismo, lo que se hace, tanto a nivel de arqueología de investigación como de intervención, está absolutamente reconocido. Como prueba el último premio a lo hecho en la catedral de Santa María o la aceptación generalizada de que los mejores arqueólogos de intervención están aquí.

Como resultado de esta suma, nos sobra patrimonio arqueológico. Y utilizo muy a conciencia la expresión. Nos sobra porque tenemos mucho, y de mucho valor, pero también nos sobra por lo poco valorado que lo tenemos. No digo por las instituciones, que también, digo por nosotros.

Es curioso. Con esto de los viajes generalizados, cientos de alaveses están teniendo la ocasión de descubrir patrimonios arqueológicos ajenos y de volver a casa haciéndose cruces de lo maravillosos que son. Es cierto que esta actitud es muy propia del viajero que quiere justificar hasta qué punto ha acertado al ir a tal sitio o a otro, pero también es verdad que lo que ha visto ha sido de mérito.

Mucho de lo que se ofrece a la vista por ahí son restos arqueológicos, de mayor o menor valor técnico. No hay que olvidar que la arqueología se hace para conseguir documentos no escritos que ayuden a recomponer la historia antigua, lo que traducido significa que el resto más insignificante puede resultar extraordinario para ese trabajo y el más aparatoso mucho menos. Lo que ocurre, sobre todo en el terreno de la excavación-afloramiento de las ruinas o vestigios de construcciones humanas es que, una vez realizado el trabajo técnico y exprimidas sus posibilidades históricas, es posible, y se hace, utilizar lo que quedaba, aunque fuera poco, para reconstruirlo y presentarlo a la visita de la forma más atractiva posible.

En Álava, superada la fase arqueología, o en paralelo a lo que todavía falte por excavar y descubrir para la ciencia, hace tiempo ya que se debiera haber avanzado por este camino. Pero no se ha hecho. O se ha hecho muy poco. Nada. Lo cual no quiere decir que no se esté a tiempo. Es cuestión de voluntad política, es decir, de dinero. Es cuestión de que en la Diputación a la titular de Cultura no se le rían los demás si pide dinero de verdad para cubrir sus responsabilidades. O de buscarlo por Euskadi, España, Europa... Otros lo consiguen. Dinero, no calderilla.

Por si alguien me dice 'dinero, sí, pero, ¿para qué?', aporto este escrito aclaratorio: Las pinturas de Zubialde deberían ser empleadas para enseñar cómo eran y cómo se hacían las originales. In situ o bien mediante un sistema de teletransmisión al Museo Bibat. En Madrid se hace lo mismo con las de Altamira y reciben miles de visitantes. El recuerdo a los primeros habitantes de Vitoria, Edad del Bronce, por el Sur, debería hacerse presente en la urbanización-ajardinamiento de los espacios en que se sabe hubo cabañas de esa época.

Vitoria, como tal, debería aprovechar el que existiera un importante poblado de la Edad del Hierro en lo que hoy es el alto de Olarizu, para reconstruirlo y enseñarlo bajo su nombre primitivo, Suessatio. Un parque arqueológico para sumar al natural. Sin abandonar la época, nadie se explica que el poblado de La Hoya no esté ya visitable, reproducido como si estuviera a punto de arder el día aciago en que las llamas los destruyeron.

Iruña, antes de nada, debería haber recuperado sus murallas. Fueron espectaculares. De las que dejan impresión. Siendo una ciudad con calles y plazas, se debería aclarar cuanto antes su urbanismo, para que pudiera ser paseado, y poco a poco ir excavando los espacios edificados en su interior. Arcaya es el yacimiento romano estrella del País Vasco. Es una joya al nivel de otras que ya son de sobra ponderadas. Hay que excavar las termas, más todo el mundo cívico que las rodeaba, y protegerlo bajo un gran salón expositivo-divulgativo. Los restos de la iglesia más antigua de Euskadi, siglo VI, están en Alegría-Dulantzi. ¿Cómo es posible que no se puedan ver? Deben hacerse los esfuerzos necesarios para que esto no sea a sí.

He dicho. Y, ¡alto!, que nadie se empiece ni siquiera a sonreír, porque lo que digo es posible. Y, ¿el dinero? Del ahorro del soterramiento, sin ir más lejos. He leído que, haciéndolo bien, se puede conseguir una quita de millones de millones. Pues, ¡ya está!

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