Ariznabarra en su laberinto
Mobiliario humano | Las obras del BEI ·
Las obras para implantar el urbano eléctrico e inteligente están llevando a mal traer al vecindario de este distrito al suroeste de la capital alavesaVoy a anticiparme a lo que me llegará más adelante, aunque el Gobierno no deja de enviar a la atmósfera globos sonda sobre el encarecimiento ... de las prejubilaciones. O lo mal que les sentarán a los bolsillos los abandonos prematuros del mercado laboral de quienes ya hayan acumulado décadas de trabajo. Me refiero a las tradicionales visitas de obras del personal ya ocioso después de lustros cotizando a esa Seguridad Social obligada desde el momento del retiro a abonar sus prestaciones. Ya saben, gente talludita con las manos unidas a la altura de la espalda baja, mondadientes cuando se estilaban y recomendaciones de 'ingeniero' a falta de que esos consejeros reciban el título superior en casa.
Ni siquiera han transcurrido tres meses desde que escribí el artículo 'Arte abstracto sobre la brea' para esta sección semanal. En él aludía a los trabajos concatenados para extender el tranvía y, sobre todo, la imposición del BEI -inicio del topónimo Beirut por esta Vitoria con las patas hacia arriba del escarabajo y las tripas expuestas al aire- a base de cercenar asfalto a otros transportes. Y rogaba que saliera bien lo del urbano eléctrico e inteligente después del follón que las labores para implantarlo dejen, de momento, la capital alavesa como uno de esos paisajes posteriores a una batalla. El proceso que dura meses y lo que nos rondará a morenas y rubios (o viceversa) me recuerda a la obra que escribió el inquietante y genial Kafka.
Me basta con no sobrepasar las demarcaciones territoriales del barrio de la infancia y al que sigo atornillado por esa pulsión humana de hacerse uno con el terruño de siempre. Y eso que ya se han levantado los cierres perimetrales y los movimientos humanos dependen de la voluntad de cada cual. Pongamos que hablo de los dominios de Ariznabarra como el señor feudal que en absoluto soy ni por el forro lo pretendo. Así que déjenme mostrar en público las preocupaciones que las obras del BEI están llevando a mal traer al vecindario de este distrito al suroeste de la ciudad. El pifostio, la desorientación y el peligro rodante alcanzan proporciones de aúpa. Desde la antigua rotonda de aquel olivo que en paz descanse hasta el sindiós del cruce entre Etxezarra y Castillo de Fontecha. Dan ganas de despedirse emocionalmente de la familia antes de subir al coche por lo que pueda ocurrir camino de esa intersección.
Dan ganas de despedirse de la familia antes de adentrarse en el sindiós de Etxezarra con Castillo de Fontecha
Gabriel García Márquez, autor monumental se lea por donde se quiera, dejó para la posteridad la obra 'El general en su laberinto' y, modestamente, alquilo una parte del título (la del jeroglífico) para explicar los desasosiegos de conductores y peatones en esta nueva configuración de la calzada como consecuencia del advenimiento del BEI. Hay asuntos que unen a los creyentes en la trascendencia, encomendados al poder divino, y los agnósticos que buscan tréboles de cuatro hojas o se tocan la madera de la frente. Antes bastaba con mirar a la izquierda para evitar sobresaltos y ahora nos podemos sorprender de un modo muy desagradable ante la posibilidad de que también embistan desde la derecha.
Y todo esto con miedo a que el árbitro o el VAR blandan tarjetas amarillas y hasta rojas por pisar tantas rayas y dibujos geométricos sobre el suelo gris que me recuerdan el lío de los polideportivos, donde se superponen las rayas de futbito, baloncesto, voleibol y bádminton. ¿Arte callejero? Pásense por aquí y seguro que evocarán las realizaciones geométricas de Kandinsky o de Mondrian. ¿Percances? Este periódico publicó el martes una doble página sobre las confusiones (de noche como a Dinio, pero también durante el día) del tráfico que se nos viene encima y la profusión de dibujos sobre la brea.
Además, el cisco que requiere señalizaciones mucho más claras puede acabar con un signo diferencial de Vitoria. ¿El Anillo Verde? ¿Los centros cívicos? No, bueno, también. Escribo de las rotondas donde los foráneos se perdían hasta empadronarse en la capital alavesa de tanto girar vueltas. Por las que el terapéutico programa 'Vaya Semanita' nos colocó en el mapa vasco.
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