El árbol
En la plaza de los Fueros estaba previsto plantar un árbol. Pero era este o el escenario para los conciertos
Me encantan las canciones con historia. Tuve la suerte de hacer un programa de radio sobre ellas. 'Cantar y contar' se titulaba. Lógicamente empecé con ... los romances, todos ellos contadores. Algunos con música popular antigua, otros musicados por buenos artistas recientes. Quiero dejar claro que aunque me gustan muchos mi preferido es 'Si por mayo era por mayo'. El 'Romance del prisionero', precioso. Aunque el más popular sea sin duda el 'Romance del Conde Olinos' y uno de los más potentes el del 'Moro que perdió Alhama: ¡Ay de mi Alhama'. Pero hay tantos...
Enseguida llegué a la copla, al romance moderno. Un género inigualable. Donde la literatura se pone al servicio de la música y viceversa para contar cantando una historia, habitualmente trágica. Por algo hay quien la ha considerado parte de la ópera. Aquí me cuesta más elegir favorita. Pero me voy a quedar con 'Romance de valentía' y su final potentísimo: en San Gil la Macarena sí que lloraba de pena por la muerte del chaval. Aunque no me puedo olvidar del tema lorquiano por excelencia. Los ojos verdes y su 'Verdes como la albahaca, verdes como el trigo verde, Y el verde, el verde limón...' Supremo.
Era normal que tanto el romance como la copla pasaran a América. Al final Aquello no dejó de ser sino una extensión de Esto. Y lo hizo en forma doble. Al estilo de la copla y sus finales trágicos, al estilo del romance y su capacidad de tratar cualquier tema desde el amor a lo costumbrista cuando no a lo revolucionario. En México se capitalizó el estilo más que en ningún otro lugar, en formato de ranchera, en Centro y Sudamérica florecieron los cantautores.
Cuando tuve que decantarme por una ranchera lo hice por 'Llegó borracho el borracho', que convertí en cabecera de otro programa de radio. Imposible resumir tanto en tan poco. Aunque ya sé que aquí voy a dar en hueso porque cada amante de las rancheras defenderá a muerte la suya y no quiero terminar como 'El borracho y el cantinero' o como Juan 'charrasqueado', ni como.. Admito que todas ellas merecen ser consideradas la primera y otras ciento. Así que ¡Viva Villa...!, y ya está.
En el programa tenían cabida los 'Mariachis y los cancioneros'. Y de estos últimos se impusieron con fuerza las voces de Víctor Jara, Alberto Cortez, Violeta Parra, Jorge Cafrune, etc. etc... Pero muy especialmente Atahualpa Yupanqui. Por encima de Pablo Milanés incluso.
Pude utilizar al gran Atahualpa para más de un programa monográfico. Especialmente el dedicado a las coplas que cantan cuentos de árboles. Porque aún me emociono cuando le escucho cantar/recitar: 'Hay un aromo nacido en la grieta de una peña, parece que la rompió pa salir da dentro della'. Y luego aprovecho para pensar, qué verdad dice el maestro. Qué mala es la envidia, como la vanidad, que también es yuyo malo, que envenena toda la huerta. Es preciso estar alerta manejando el azadón, pero no falta el varón que la riegue hasta en su huerta (coplas del payador perseguido). Al aromo de Atahualpa le envidian a la distancia árboles y enredaderas, diciéndose con rencor 'pa uno solo cuánta tierra. Cuando no se dan cuenta de que está solo, que ha nacido en el peor de los sitios, y que aún así: se hace flores de sus penas'.
Conozco un árbol que, cada vez que lo veo me recuerda al de Atahualpa. Voy a explicar por qué. Si supiera música y componer lo haría en forma de canción pero me tengo que limitar a contar.
Cuando Peña y Ganchegui más Chillida diseñaron la plaza de los Fueros pensaron en protegerlo mediante una gran muralla pétrea que dibujara el perfil de Euskal Herria. Añadieron también algunos elementos tópicos de lo vasco como el bola toki, pilota leku eta karrejo para las idi proba. El conjunto, en realidad, escondía la intención de homenajear al 'arbora santua' de Gernika que debería presidirlo todo y a una escultura alusiva situada en el corazón del recinto amurallado. Pero las cosas se torcieron.
La muralla tuvo que dejar de serlo porque alguien impidió que lo fuera. Hubo que trasformarla en un murete granítico de altura media. Lo del foso se quedó en nada y lo del bola toki se salvó después de superar inundaciones varias. La escultura se convirtió en algo underground y así sigue. El árbol iba, en teoría, protegido/arropado por la muralla y dando cara a la zona franca del conjunto, dotada de graderíos para los espectadores de la pista de los bueyes, del frontón... Enseguida se vio que las murallas, aunque rebajadas, ofrecían una posibilidad estupenda para montar escenarios y la zona de graderíos estaba abierta para que la gente siguiera los conciertos.
El problema era el árbol. Que estaba situado justo donde no debía. Porque estorbaba la instalación de los escenarios. La cosa era clara. Árbol o escenario. Si el árbol crecía adiós escenario. Para poner el escenario habías que quitar el árbol. Durante años la naturaleza se encargó de solucionar el problema. Porque el árbol, a pesar de ser un retoño, y otro y otro, del de Gernika, no prosperaba. Al bajar todo el nivel de la plaza, además de inundar el 'juego bolos', el agua del freático ahogaba las raíces del retoño, que no lo soportaba.
Pero el verlo daba pena. Digo ver cómo se ponía árboles que no iban a poder crecer porque, de hacerlo, adiós a los conciertos multitudinarios de fiestas. La solución era lógica. No insistir. Abandonar la idea de que la plaza foral tuviera un árbol foral presidiéndola. Lo lógico, poner un nuevo retoño de Gernika cerca, pero no en la plaza. Y es lo que se ha hecho. Aunque no se hayan dado cuenta hay un retoño del árbol de Gernika muy cerca de la plaza. Y está majo. Da la impresión de que ha arraigado. No es que ni el clima ni nada le favorecen pero se le ve a gusto.
Lo único, se lo digo de veras, es que lo veo solo. Entre que nadie sabe que está y que donde lo han puesto es un sitio que se mira poco noto la angustia de su soledad. He recordado otra de mis canciones de contar. Una de Pedro Infante: 'Han nacido en mi rancho dos arbolitos, Dos arbolitos que parecen gemelos. Y desde mi casita los veo solitos, Bajo el amparo santo y la luz del cielo'. Yo, guardándole todo el respeto a Don José María Iparaguirre no tendría ningún problema en cantar su himno delante de los dos árboles santos. Quién sabe si pudieran ser árbol y arbola, con lo que saldríamos ganando en todos los sentidos.
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