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El alavés que salvó Logroño de los franceses
Historias perdidas de Álava

El alavés que salvó Logroño de los franceses

Pedro Vélez de Guevara, señor de Salinillas de Buradón, fue guerrero triunfador contra los franceses defendiendo Logroño, cuando le pusieron sitio en 1521

Lunes, 18 de marzo 2024, 14:49

Cuando se indaga sobre lo ocurrido durante el siglo XVI en Vitoria y Álava las sorpresas no cesan. La cantidad de personajes que tuvieron una implicación en aquel intenso período de la historia surgen desde todos lados. Si apartamos el foco de la capital, Vitoria, nos podemos encontrar a figuras como la de Pedro Vélez de Guevara, señor de Salinillas de Buradón y guerrero triunfador contra los franceses defendiendo Logroño, donde se le conoce más que aquí y donde tiene calle.

Existen dos hechos destacables de este alavés: el primero y no el menos importante es que tenemos su rostro y su figura convertidos en escultura funeraria en la iglesia de Santa María de Salinillas. «Sepulcros renacientes (también el de su esposa Juana de Acuña) que pueden contarse entre los más bellos de Álava. Aunque anónimos, la riqueza de la indumentaria de los yacentes, la delicadeza ligera de los grutescos -ruteros, aves, ignudi y figuras monstruosas-, en la armadura de don Pedro y en el vestido de doña Juana, la naturalidad de los rostros y las manos de los esposos y la fina labra de su heráldica, dan pie para relacionar estas sepulturas con la de los Estellas, de San Pedro de Vitoria, y atribuirlas a un artista de primera categoría de mediados del siglo XVI», describe con su magisterio habitual Micaela Portilla en su imprescidible 'Torres y casas fuertes en Álava'.

El segundo fue su defensa frente a los franceses de la ciudad de Logroño, cuando le pusieron sitio en 1521, a la que nos referiremos más adelante. Las fiestas de la capital riojana giran en torno a este hecho histórico que en los últimos años ha sido recreado con personajes vestidos de la misma época.

Fue hijo de Íñigo Vélez de Guevara y de Juana Manrique, primeros condes de Oñate. Heredó de ellos el mayorazgo de la villa de Salinillas de Buradón y parte de Ameyugo (el pueblo donde está ubicada la famosa estatua del pastor, camino de Pancorbo), así como la anteiglesia de Arcaute. Fue alcaide de las fortalezas y torres de Estella, capitán de hombres de armas de las guardas de Castilla y corregidor de Horcajo, en la orden de Santiago. Siendo alcaide de Estella, plaza conquistada por tropas alavesas al mando del diputado general Diego Matínez de Álava en 1512, mandó reparar a su costa la fortaleza, según consta en cédula dada en Vitoria el 7 de febrero de 1522.

Pedro Vélez de Guevara y Manrique de Lara contrajo matrimonio en 1504 con Juana de Acuña y Enriquez, hija de Juan de Acuña, Conde de Valencia, Gijón y Pravia y de doña Teresa Enríquez. En la carta de fe de arras firma Fernando de Cárcamo, alcalde de la villa de Salinillas.

El año 1521, según unas fuentes era corregidor en Logroño, aunque otras le colocan como gobernador o solamente como uno de los capitanes a los que tocó defender la plaza contra el ejército francés, que la sitiaba con 30.000 soldados a las órdenes del general Asparrot y de André de Foix. Pero sin duda es uno de los líderes que plantean luchar sin rendirse, entre otras cosas, porque así se lo ha ordenado el emperador. Y tanto enardeció don Pedro a los logroñeses con su ferviente alocución en la iglesia de Santiago el Real y les animó con su ejemplo y valentía que los franceses hubieron de levantarse de sus trincheras y abandonar el cerco el día 11 de junio, festividad de San Bernabé. Cada día en tan señalado día la ciudad de Logroño conmemora este hecho con una función cívico religiosa en cuyo sermón se nombra a Pedro Vélez de Guevara, señor de Salinillas de Buradón.

El cerco de Logroño o la Batalla de Noáin, donde estuvo presente Pedro Vélez de Guevara, se inscriben en las guerras dinásticas entre el rey de Francia Francisco I y el rey de España Carlos I, que comenzaron tras la proclamación de Carlos de Gante como emperador del Sacro Imperio (1519), algo que no soportaba el francés que también tenía sus opciones. En este caso los franceses contaban con aliados navarros y bearneses y el pretexto de restaurar en el trono navarro a Enrique II de Albret. Bien armados pero con una logística deficiente para una campaña larga los franceses conquistan Pamplona (resultó herido durante su defensa Ignacio de Loyola) y alcanzan la ribera del Ebro en un paseo fulgurante para plantarse ante Logroño.

La capital riojana no tenía más defensa que a sus naturales y su única esperanza era recibir refuerzos desde Vitoria. Los franceses pasaron el Ebro, abrieron las trincheras y batieron con artillería la ciudad. No había víveres suficientes, ni pertrechos para la defensa , ni más guarnición que las tropas irregulares del pueblo. Tenían que enfrentarse a fuerzas superiores pero se les había dado una orden de no rendirse y defenderse hasta el último extremo para no dejar Castilla al enemigo.

La ayuda de San Prudencio

Las tropas francesas para abastecerse asolaron las inmediaciones de Logroño, hasta el punto de que el abad del monasterio de Monte Laturce Fray Bernardo de Valladolid y sus monjes temieron que se llevaran la reliquia más preciada, es decir, el cuerpo de San Prudencio de Armentia, el patrono de los alaveses. Entonces quiso esconderlo en otra cueva para protegerlo y lo cargaron en una mula y lo dirigieron por el camino de Logroño. Pero al llegar a la vista de la ciudad el equino se paró y no había manera de hacerle andar. Esto ocurría el 8 de junio. A esa misma hora, los vecinos de Logroño con sus autoridades imploran la protección del santo a cambio de ir cada año a visitarlo en su fiesta. En ese mismo momento una bala perdida disparada por un desconocido mató al general francés Santa Coloma que estaba cenando en una celda del convento de San Francisco a extramuros de Logroño, sin que jamás se pudiera averiguar cómo, ni por quién, ni por dónde había venido aquel golpe tan impensado que produjo tal terror en el Ejército francés que se retiró hacia Navarra.

El milagro corrió como la pólvora por la ciudad y fue autentificado por muchas fimas, algo que produjo una tradición que se ha conservado hasta el siglo pasado. Y que consistía en que el Ayuntamiento de Logroño acudía en procesión hasta Monte Laturce el día de San Prudencio para celebrar allí una solemne función de gracias.

Pero no solo había alaveses al frente de los defensores logroñeses. Es que Diego Martínez de Álava, el diputado general con centenares de alaveses unidos a guipuzcoanos, vizcaínos y burgaleses juraban en San Martín de Laguardia (una iglesia que ya no existe) dirigirse hacia Navarra para derrotar y expulsar a los franceses.

En su huida, los franceses y sus aliados fueron derrotados el 21 de junio de 1521 en las proximidades de Noáin. A la vanguardia del ejército de mandado por Juan Manrique de Lara, primogénito del duque de Nájera, eran los alaveses y sus hermanos guipuzcoanos y vizcaínos. A ellos se unió Pedro Vélez de Guevara con las tropas procedentes de Logroño desde el sur que salieron en persecución de André de Foix.

Como sabemos, la guerra con Francia continuó y sus tropas pusieron cerco a Fuenterrabía, que tuvo que capitular. No fue reconquistada hasta el año 1524, ya con Carlos I en Vitoria y con Diego Martínez de Álava al frente de los 800 alaveses que lucharon en esta nueva campaña. La provincia se volcó en esta guerra y llegó a mandar en un año, además de los soldados, 2.500 fanegas de harina, 200 pares de bueyes, y 360 acémilas cada una con su mulero para las caravanas de bagajes.

El 12 de octubre de 1537, Pedro Vélez de Guevara pidió que si al licenciado Baca no le parecían suficientes los títulos del Mayorazgo de Salinillas de Buradón, en el que su hijo Íñigo le había de suceder, lo fundaría nuevamente a su favor. Y al decir el licenciado que tenía alguna duda, suplicó al Rey la autorización. Carlos V le dio permiso y el 24 del mismo mes y año se firma en la villa de Salinillas la escritura de fundación del mayorazgo de Salinillas con su jurisdicción, alcabalas, tercias y salinas, Ameyugo, anteiglesia monasterial de Arcaute, las casas y juro de Vitoria y la hacienda de Haro, a favor del tal Íñigo.

Murió el 27 de febrero de 1551 tras haber hecho testamento unos días antes en esta misma villa, en cuya iglesia parroquial fue sepultado.

Túmulos

En cuanto a los restos de Vélez de Guevara, actualmente hay dos sepulcros en el presbiterio del altar mayor de la iglesia de Salinillas, pero no fue ese su sitio primitivo. Doña Juana de Acuña y Enriquez, a quien corresponde una de las tumbas, manda en su testamento que «se la sepulte en la capilla nueva de la iglesia de Santa María de Salinillas, junto a las gradas del altar mayor, y que sobre su sepultura se ponga un bulto de piedra de vara y cuarto de altura y a su mano derecha se pongan los huesos de don Pedro, su señor y marido y otro bulto semejante», como así se ejecutó. Como doña Juana murió en el año 1559 no tardarían mucho en construirse los dos magníficos mausoleos.

Las dos tumbas llevan escudo de armas pero, al trasladarlas entre los años 1927 a 1933 al lugar que ocupan a ambos lados del presbiterios, se cambiaron los relieves heráldicos y equivocadamente pusieron al de don Pedro el de los Acuña y a doña Juana el de los Guevara. Los dos sepulcros llevan en la lápida una cartela con alusión a la muerte del personaje. Actualmente, los escudos ya están bien colocados y corresponden a los Guevara y a los Acuña, respectivamente.

Las estatuas yacentes están ejecutadas con un delicado gusto estético y son de una finura exquisita. Se conservan íntegras sin que se note desperfecto alguno, al menos e importancia.

La de don Pedro representa a este en su tamaño natural de buena estatura con las facciones del rostro bien marcadas y con barba y bigote, todo ello cincelado con esmero y todo detalle. Viste atuendo militar y aprieta contra el pecho una espada de grandes dimensiones. Como era caballero de Santiago desde 1518, lleva su hábito e insignias.

«Aquí yace el Muy Alto Señor Don Pero Vélez de Guevara, señor de esta villa marido que fue de esta Señora. Falleció a XVIII días de febrero de mill551 años», así dice la cartela de don Pedro.

El bulto que representa a su mujer doña Juana no es menos rico en detalles y expresión. Va vestida al gusto de la época y ostenta un libro grande abierto y un rosario. «Aquí yace la muy alta señora doña Juana de Aquña, mujer que fue e don Pero Vélez de Guevara, señores de esta villa, murió a 17 de noviembre año de mil 559», consigna la cartela de doña Juana.

Las estatuas yacentes tienen cada una 1,86x 0,69 y los escudos 0,99 x 0,71 centímetros.

Hay debates académicos en torno a si las esculturas de estos sepulcros pueden pertenecer a Berruguete (no dicen si al padre o al hijo) o a Felipe Vigarnyo, de Borgoña; los de Berruguete fundan sus sospechas en que los señores de Salinillas residían largas temporadas en Valladolid; y los de Vigarnyo, a que este famoso escultor andaba por Haro en aquellas fechas. Sea lo que sea, están ejecutadas con tal gusto, delicadeza y maestría que son dignas de cualquiera de los dos artistas.

Por lo que se dijo de don Íñigo, hijo de estos señores, parece que los restos mortales de sus padres con los suyos fueron llevados a la iglesia de San Miguel de Oñate en 1673.

Entre las cosas curiosas que unen a Logroño y Vitoria se encuentra su bandera. Las dos blancas y con la cruz de San Andrés (aunque en Vitoria se le da otro significado), que recuerdan a la enseña de Borgoña, que fue guión de la monarquía hispánica (incluidos los nudos del madero) desde Felipe el Hermoso hasta Felipe V de Borbón.

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