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Maroto y Comerón comparten una mirada cómplice el día en que el alcalde obtuvo su acta como parlamentario vasco.

Maroto solo quiere a Leticia

Las mujeres pintan cada vez más en el PP, excepto en el de Vitoria. De las cuatro concejalas del equipo de gobierno, únicamente a Comerón le han dado brocha

Icíar Ochoa de Olano

Lunes, 5 de mayo 2014, 18:28

Las mujeres mandan cada vez más. Al menos, en el PP. Véase el triunvirato netamente femenino que se acaba de conformar en la nueva ejecutiva vasca, tras el pulso a cara de pit bull entre Arantza Quiroga y Alfonso Alonso, y que ha dejado al alcalde vitoriano del ladrillo con el tupé flácido y el colmillo retorcido. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en Madrid y en Euskadi, en Vitoria, las mujeres de la derecha ni pinchan ni cortan, ni se espera que lo hagan.

De las cuatro concejalas que conforman el equipo municipal de gobierno, Maroto sólo tiene ojos para una, Leticia Comerón. Ella es la princesa de su gabinete. Por lista, abnegada, disciplinada y ambivalente. El delfín hembra del regidor, capitana general del Departamento de Espacio Público, ha sido adiestrada para lo mismo currarse la nueva contrata de la limpieza urbana -la adjudicación más gravosa del Ayuntamiento-, que sacudirse con soltura a los líderes de la oposición sin acusar un arañazo.

Frente a la joven y fiel lugarteniente, en quienes algunos vislumbran a una nueva Cospedal, y con permiso de la desconocida Elena Izuel (recién incorporada, a tiempo parcial y sin ninguna atribución de fundamento), la responsable política de Medio Ambiente, Idoia Garmendia, y la titular de la cartera de Asuntos Sociales, Ainhoa Domaica, -paradójicamente las dos con estatus de tenientes de alcalde- han ido perdiendo puntos a lo largo de la legislatura hasta quedarse a bajo mínimos. La primera arrastra como puede la doble degradación que le ha supuesto, por un lado, el vaciado de sus funciones en favor de Comerón, autorizada por su jefe a apropiarse de algunos de los puntuales de la políticas verdes -léase las zonas 30, la movilidad en bicicleta o la renovación lumínica de la ciudad-, aprovechando la ambigüedad de su cartera. Y, por otro, su inmisericorde destierro a un segundo plano durante el año de la Capitalidad Verde Europea al objeto de que Maroto capitalizara en solitario el esplendor de la opereta 'green'. Semejante humillación pública le llevó hace un año a presentar su firme renuncia. Si hoy sigue manteniendo la vela de su mermado negociado es únicamente porque así se lo pidió entonces su valedor y amigo Alfonso Alonso.

El caso de Domaica es harina de otro costal. La concejala de lo social -antes diputada de la misma área- parecía a punto de despegar dentro del Gabinete Maroto en el verano de 2012. Su experiencia, oratoria -a años luz de la medianía general que se respira en los toma y daca de las comisiones- y la credibilidad que desprenden sus intervenciones le habían convertido en un valor en alza. Tanto es así que el regidor le premió con el puesto de portavoz del equipo de gobierno. Aunque mantiene el cargo, su figura política no ha ganado un solo gramo en la estructura personalista del alcalde. El brazo ejecutor de su corte de asesores se ocupa celosamente de segar a su alrededor hierbas, flores y espigas. No vaya a ser que resten una brizna de visibilidad a Luis XV.

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