Explosión de redobles
Las sociedades gastronómicas atronaron en la Tamborrada y los pequeños cocineros aporrearon ayer sus barriletes
Jon Ander Otaduy
Martes, 29 de abril 2014, 10:31
Se acercaba el momento más emocionante en vísperas del día del patrón. La Tamborrada. «Nos toca salir», apremiaban los atabaleros cerca de la plaza de la Provincia minutos antes de las once y media de la noche del domingo. La amenaza de agua que se cernía sobre la fría noche vitoriana pronto se disipó para subir la temperatura con una explosiva pólvora tamboril. Como obedeciendo al grito de "¡Fuego!", instrumentistas uniformados avanzaron bajo sus estandartes: Ametza, líder del desfile.
Evolucionaban delante de las acompasadas baquetas el diputado general y otros engalanados titulares forales. «¡Que empieza!», se alborotaron calle Diputación arriba Iraila e Iker Garcés, caracterizados con delantal y gorro de cocinero y sin dejar de aporrear su juguete percutor. La caja de resonancia, en su vertiente infantil, era el chisme con mayor presencia frente al tumulto del palacio foral, como de costumbre hasta la bandera en una velada de abrigo y paraguas. Aunque este último permaneció a buen recaudo.
Desde 1975, las cajas cilíndricas retumban como bombas desde el centro de la capital. Y la medianoche del pasado día 27 no fueron menos; redoblaron algunas con golpe seco, como la de Miguel; otras con deje armónico, como la de Ane. Ella ofició «sin guantes; las manos se calientan rápido». Desde 2002, la presencia de chicas no sólo se limita a cantineras y majorettes sino que ellas repican también en una orquesta tradicionalmente masculina.
Eran las 23.25 horas en el móvil de Amaia y sus amigas del instituto Ekialdea cuando el concierto se hacía esperar. «Es que nos dejan sólo hasta las doce y media», argumentaban. Pero los zambombazos de los barriletes estaban a punto de asediar los centenares de tímpanos allí congregados. Los corrillos del bar El Pregón fueron entonces silenciados por la sección de viento de Ametza, precursora de la Tamborrada.
Su blasón, un árbol sobre fondo blanco, copó la escalinata foral. Andoni Duque, trombonista, capitaneaba la marcial avanzadilla mientras txistus y trompetas se fundían con Okerrak. «Se te ponen los pelos de punta», atestiguaron los asociados. La tromba de baquetas continuó desde la cuesta de San Francisco hasta la catedral Santa María. Parafraseando a José María Bastida, Txapi, alma máter del acontecimiento, «se mantiene la esencia de los inicios».
Cantera con talento
A pesar del pesimismo que trasladó a los organizadores de la tamborrada txiki la escasa participación del año pasado, parece que en esta ocasión el llamamiento realizado por estos y desde la Diputación tuvo el efecto deseado, con más de un centenar de menores toca que te toca por el centro de Vitoria. «La cifra sería mucho mayor si los padres y los colegios se implicaran más», aseguraba José Ramón Rodríguez, el presidente de la actividad infantil.
El tradicional desfile inicial partió desde la torre de doña Ochanda sobre las 17.45 horas, para detenerse en la plaza de la Provincia, donde los tambores y las trompetas rugieron a todo volumen ante la mirada de cientos de personas que abarrotaron el lugar. Los padres de los más pequeños -de cinco años de edad y vestidos de cocineros- animaban a sus retoños a golpear con fuerza esas baquetas, que en alguna ocasión saltaron de sus temblorosas manos inexpertas todavía.
Tras interpretar varios temas con la Retreta como melodía estrella y realizarse un sorteo con varios premios, los jóvenes músicos recorrieron la calle Diputación, se detuvieron de nuevo a tocar en la plaza de España y regresaron finalmente a la plaza de la Provincia para el gran final. El año que viene, más y mejor.