Las musas vuelven al Teatro Apolo
Las elecciones se cuelan sin invitación en un estreno no exento de polémica en el que los políticos pasaron de puntillas
salvador arroyo / cristina ortiz
Sábado, 9 de mayo 2015, 01:22
Un edificio emblemático, una rehabilitación aparentemente se insiste en el matiz ejemplar desde el punto de vista arquitectónico, y un estreno esperado durante décadas por los mirandeses. El TeatroSalón Apolo levantó ayer el telón de forma sobria, con la representación de la obra Jugadores, y pareció gustar a los cientos de personas que quisieron vivir una jornada que sentían como histórica.
Ocultos tras las ventanas Shakespeare y Lope de Vega sus firmas están rotuladas fueron los encargados de dar la bienvenida a los primeros espectadores que tuvieron la oportunidad de acceder al interior.
El rostro de cada uno de ellos se muestra en seis vanos abiertos en la fachada que mira a la Escuela Taller, aunque en esta ocasión, apenas tuvieron quién se fijara en ellos. Y es que el punto de encuentro estaba en la calle La Cruz. Allí los trabajadores laborales del Ayuntamiento desplegaron una pancarta, de frente para todos los que llegaban, en la que se podía leer No a la discriminación entre empleados públicos. Mensaje que explicaron reiteradamente megáfono en mano. Junto a ellos, cuatro efectivos de la Policía Nacional y, al otro lado de la puerta de entrada, el público que esperaba.
La puerta se abrió a las 20.07 horas y, a cada lado, una azafata indicaba hacia dónde dirigirse. En total, 8 jóvenes se encargaron de acomodar al público. A los que llegaron justos y a los que lo hicieron con tiempo suficiente como para hacerse una foto con el móvil a la puerta del teatro, inmortalizando así su asistencia a la reapertura. Otros, mientras, aprovecharon para echar un vistazo al interior a través de los cristales que dejan ver fotos en gran formato y en blanco y negro, tanto de dentro como del exterior, antes de la rehabilitación.
También tienen su lugar en la entrada uno de los viejos proyectores. Su pareja, junto a un armario para guardar cintas y varias butacas de la época anterior, se encuentra al otro lado de las taquillas, en la denominada Sala Hermes. Tampoco faltan en el acceso detalles de modernidad, como una tele de plasma que muestra lo que está pasando dentro de la sala y el uso del inglés en las puertas pull, en vez de tirar. Será por Shakespeare.
Con la puesta de largo, quedaban atrás horas de intenso trabajo contrarreloj y muchas críticas que, a buen seguro, se mantendrán vivas. Porque las formas políticas se van a convertir en un lastre para la historia hay que hablar con claridad de chapuza, que el Apolo no merecía. Por partes.
La primera crónica de un levantamiento de telón exige ser respetuosa por el largo tiempo de espera:la sala perdió su programación fija en 1983 y fue muriendo hasta 1987 pasto del abandono, las ratas y las humedades; un proyecto en 2008; un inicio de obras casi tres años después, y un desarrollo y culminación muy atropellados.
En el recuerdo
«No se parece en nada. En nada, nada, nada. Pero, a pesar de todo estoy encantada porque después de haberse caído y haberse perdido el teatro, pues va a volver otra vez. Después de 95 años va a volver a revivir». Dolores de la Eranueva fue la última propietaria del Apolo. Sentada en una de las primeras filas del patio de butacas, miraba con asombro el resultado. «Me daba mucha pena. Pero vamos, me meten aquí y para nada diría que estoy en el mismo teatro, pero estoy encantada, que conste. Comprenderá añadía que un particular no puede mantener ahora un teatro y que siga funcionando.Se hubiese caído».
Y ese es, en realidad, el valor que la mayoría de los asistentes en su foro interno daban a este estreno. Eran ajenos a las contiendas políticas, juntas electorales y un intento de manipulación más que evidente por utilizar el edificio para sacar rédito político. A las 20.40 horas, las luces cayeron y entraron en escena los actores Jesús Castejón, Luis Bermejo, Ginés García Millán y Miguel Rellán. Y es que más allá de las circunstancias del estreno, el show debe continuar.
La otra función
La otra función que ayer se representó en el teatro Apolo tuvo a Fernando Campo como principal protagonista. El alcalde lleva ya unos meses años incluso, utilizando este símbolo del Casco Viejo como una carga en su mochila de méritos particular. Pero llegó tan lejos en su empeño que ayer pareció avergonzarse. Las juntas electorales de zona y provincial habían dado la razón días atrás al Ayuntamiento y consideraban la apertura como una especie de «puesta en servicio» y no como una inauguración.
Pero por circunstancias no aclaradas ni cogió el teléfono ni dio explicación formal alguna, ni tan siquiera a través de su gabinete de prensa, se dificultó el trabajo de los periodistas. Como tales, no pudimos acceder al interior. Aunque sí es cierto que a este medio, tras la compra de una entrada, no se le impidió la libertad de movimientos.
Y esa era, aparentemente, la jugada que se buscaba;de cara a la opinión pública y de cara, también, al resto de formaciones políticas en la sala hubo, a título particular, concejales del PSOE y del PP. Campo utilizó extraoficialmente como argumento que no quería «problemas» con la junta electoral; que estaba cumpliendo con las exigencias de ésta. Lo curioso es que desde el ente encargado de supervisar el proceso, se negó. En ningún momento había impuesto restricción a los medios informativos.
Las formas debían cuidarse solo en lo referente a convocatorias e invitaciones. Y no hubo ni lo uno ni lo otro. Pero Campo optó por incumplir el compromiso adquirido con este y otros medios de facilitar el acceso antes de la representación. Estaba tan sumamente convencido de que se trataba de una inauguración y de que el objetivo último perseguido, era el rédito electoral que, al final le vinieron encima todos los reparos. Mal jugado.