Palabras que salvan: así se combate la toxicidad en las redes sociales
Más de la mitad de los jóvenes españoles afirma haber sufrido discursos de odio en Internet durante el último año
Los inicios de Facebook o Twitter estaban plagados de comentarios positivos y buenos deseos. Sin embargo, con los años, ambas redes sociales se han convertido ... en un campo de minas: muchos usuarios aprovechan su anonimato para publicar insultos o desmoralizar a terceros, como método para desquitarse de sus propias frustraciones. Esta tónica abusiva hace especial mella en los más vulnerables, hasta cristalizar en cuadros de ansiedad motivados por la influencia de las redes en muchos adolescentes.
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Las estadísticas estremecen: según el último barómetro publicado por Fad Juventud, un 50,1% de los jóvenes españoles entre 15 y 29 años ha sufrido discursos de odio en Internet durante el último año. Algo contra lo que están empezando a revelarse diferentes movimientos digitales. Como el llamado 'Kindness Mob', por el que miles de usuarios se coordinan para dejar frases de aliento en aquellas publicaciones donde alguien esté siendo acosado.
Otros fenómenos de relevancia a este respecto son '#IAmHere', consistente en rebatir argumentos tóxicos en los aparatos de comentarios de las redes sociales; 'hopecore', basado en la publicación de vídeos con frases esperanzadoras en TikTok; y la 'Coalición de Mensajeros Positivos', articulada por varios países europeos con el fin de contrarrestar la negatividad online.
Para Emily Lawrenson, gerente de comunicación de Qustodio –firma especializada en bienestar digital para familias–, aunque este tipo de movimientos surgen como «una respuesta contracultural, también responden a la misma lógica que domina el entorno digital: la necesidad de captar atención. En un ecosistema donde los likes, los comentarios y la viralidad marcan el valor del contenido, incluso la amabilidad se convierte en una estrategia para destacar».
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En este sentido, los algoritmos de las distintas plataformas juegan un papel clave para la difusión de contenidos empáticos, prosigue la experta: «Aunque generalmente suelen favorecer el sensacionalismo, su contrapartida también puede dar lugar a fenómenos virales que generen un alto 'engagement' y nichos de usuarios. De esta forma, puede constituirse un espacio de apoyo en línea con un impacto significativo en la salud mental».
Porque sí, diversos estudios al respecto han demostrado que el fomento de la positividad en Internet deriva en un sentimiento de pertenencia y comunidad tremendamente beneficioso e influyente en la construcción de la identidad de los adolescentes. Con todo, Lawrenson matiza que dichos efectos pueden resultar efímeros por la volatilidad inherente a las redes: «Las plataformas cambian constantemente y puede que estos mensajes positivos pierdan visibilidad ante cualquier otra tendencia viral. Asimismo, esta amabilidad online puede dar lugar a una idealización de la realidad digital, ignorando conflictos reales que persisten fuera de las pantallas».
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No queremos decir que el 'Kindness Mob' y sus homólogos provoquen un cambio de paradigma digital, ya que son los padres y docentes quienes deben asumir el compromiso de educar a sus hijos sobre la importancia de tratar bien al prójimo también en el plano virtual: «Desde Qustodio defendemos que, cuantas más información pueda trasladarse a los menores sobre cómo los mensajes (tanto negativos como positivos) pueden afectar a su estado emocional y el de los demás, más fácil será conseguir que empaticen y reflexionen antes de publicar».
Apoyo
Esta última premisa, la de que un simple comentario positivo puede amortiguar el efecto de varios mensajes de odio, también tiene su base en postulados psicológicos como el de la resiliencia adscrita al apoyo social, esto es, la capacidad de un individuo para recuperarse frente a la adversidad gracias a su entorno: familia, amigos y grupos de iguales que constituyen un soporte emocional de valor incalculable.
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Preguntada por cómo imagina el futuro de la convivencia digital si movimientos 'empáticos' se consolidan verdaderamente (más allá de constituir una moda superficial o performativa), Lawrenson defiende que «podrían dar lugar a una transformación, tanto en línea como en la realidad. Por un lado, sería mucho más fácil crear una comunidad de apoyo proactivo, basada en la empatía digital, el respeto y la escucha activa, y se dejarían de lado intereses más superficiales, como el reconocimiento o el estatus en redes».
«Con todo esto –sentencia–, la convivencia digital se redefiniría por completo, pasando a vínculos auténticos con usuarios colaborativos que velen por el bienestar común. Además, la presión de estos movimientos sociales podría llevar incluso a la creación de algoritmos más inteligentes, con menor tendencia a la polarización. A largo plazo, esta nueva forma de convivir en línea contribuiría a un cambio a mayor escala, humanizando las redes sociales e impulsando una cultura mucho más responsable».
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