Guía 'tranquilizante' para los que sufren cuando van a coger un avión
La aviación comercial registra un accidente grave por cada 3,7 millones de vuelos
A ver si les suena: «Comienzo a sentir angustia nada más reservar un billete, meses antes del vuelo. Sé que es irracional, pero mi mente ... interpreta cada día que pasa como uno menos hasta la fecha en que me jugaré la vida. Lo peor es que ni siquiera disfruto del viaje después de aterrizar. Paso esos días pensando en lo que falta para coger el avión de vuelta y volver a experimentar la ansiedad del despegue, las turbulencias y los pitidos varios del aparato en las alturas». Lo cuenta Julián P. , de 38 años, pero es la historia de mucha gente, quizá la suya que va a viajar este puente y lleva dándole vueltas al asunto un tiempo...
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Si se siente identificado con el relato de este madrileño, sepa que padece aerofobia; un miedo irracional a viajar en avión que suele ir aparejado a síntomas como palpitaciones, náuseas o hiperventilación. Los desencadenantes son de lo más variado: la altura a la que vuela el aparato, el espacio reducido del habitáculo, las turbulencias o la sensación de no tener el control frente a cualquier eventualidad (algo alimentado por las aparatosas noticias sobre accidentes aéreos).
Sea cual sea el caso, los profesionales coinciden en que la información es poder. Muchos de los miedos que nos asaltan pueden mitigarse (o resolverse) conociendo los protocolos de la aviación comercial. Así lo atestigua Allen Carr (también autor de todo un 'best seller' como 'Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo') en 'Cómo superar el miedo a volar', quien distingue entre aquellos vuelos que operan «dentro de los límites internacionales estipulados» y los que no. Son estos últimos (vuelos privados, aeronaves militares, operaciones no autorizadas...) los que sufren el grueso de los accidentes, tal y como evidencia el Informe anual de seguridad de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA Safety Report 2024), que cifra los accidentes graves en uno de cada 3,7 millones de vuelos.
La posibilidad de fallecer en un accidente aéreo resulta, por tanto, de 1 entre 11 millones; infinitamente inferior a la de morir a bordo de un coche (1 entre 5.000, según un estudio del National Safety Council estadounidense). Con todo, estas cifras ayudan lo justo una vez estamos en el aire, cuando la ansiedad hace acto de presencia. Muchas veces, como también explica Carr, porque «intentamos pilotar el avión»; adelantarnos a las maniobras que debe acometer el piloto frente a las amenazas que ciertos ruidos, zarandeos o señales acústicas han despertado en nuestra cabeza. Para que sea más fácil dejarnos llevar, conviene saber que todos los aviones modernos cuentan con sistemas de respaldo (por duplicado e incluso triplicado) en materia de motores, electricidad, hidráulica y navegación.
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Quiere decir esto último que los aviones pueden seguir volando, por ejemplo, aunque falle uno de sus motores. Se han diseñado a prueba de cualquier eventualidad y, de hecho, los pocos accidentes aéreos que hay se investigan tan a conciencia que permiten tomar las medidas necesarias para que no vuelvan a producirse. ¿Sabía que los aviones están preparados para volar (y aterrizar con seguridad) incluso en condiciones de visibilidad cero? Obviamente los pilotos intentan evitar dicha circunstancia sirviéndose de la información precisa que proporcionan los radares, pero he aquí otra razón para no angustiarse si nos sorprende una tormenta en pleno vuelo.
Las temidas turbulencias
El libro de Carr desmonta otro de los pensamientos recurrentes que, para muchos, justifican su miedo a pisar un aeropuerto: 'Es antinatural que cientos de toneladas consigan surcar los cielos como si nada'. En realidad, ocurre al revés. Los aviones se han diseñado para elevarse aprovechando las leyes de la física: el aparato asciende cuando el aire pasa por las alas a la velocidad suficiente, lo que crea la llamada fuerza de sustentación. Si el piloto accionase antes de tiempo la palanca de cabina que todos tenemos en mente (diseñada para orientar el morro del avión), este no se elevaría por no haber alcanzado la velocidad necesaria. Una cifra determinada además por los sistemas de la aeronave, teniendo en cuenta el peso del equipaje y los pasajeros.
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Respecto a las turbulencias, Carr pide que pensemos en ellas como los baches de una carretera: «Son inofensivas. El único percance es que nos golpeemos en la cabeza al no abrocharnos el cinturón de seguridad (siempre en casos extremos e impredecibles)». Debemos descartar la idea de las 'bolsas de aire' que hacen que el avión descienda en picado provocando un infarto a todo el pasaje: el piloto puede descender de forma algo más pronunciada si se encuentra una turbulencia imposible de sortear (una vez más, los radares les indican qué zonas evitar), con la mínima brusquedad.
Y si todo esto no le ayuda, ahí van técnicas terapéuticas para controlar la fobia como la hipnosis, la visualización, la relajación, el 'EMDR' (un método para el tratamiento de experiencias traumáticas) o el 'EFT' (que combina digitopuntura y psicología).
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