Estas son las graves consecuencias que tiene un coma etílico en un chaval de 14 años
El organismo acusa los efectos por todas partes: desde caries a neumonía por aspiración, daño hepático, ansiedad y mayor impulsividad
Los chavales se toman la primera caña antes de los 14 años. No solo eso. A esa edad, un 22,5% ya ha sufrido al ... menos una «intoxicación etílica aguda», porcentaje que se eleva al 38,3% entre los que han cumplido ya 15 años y que se dispara hasta el 54,1% a los 16, según los datos de la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas Secundarias en España correspondientes a 2023 del Ministerio de Sanidad. A los chavales que acaban por esta causa en el servicio de Urgencias del hospital les esperan consecuencias que trascienden del castigo en casa.
Publicidad
La cronología
13,9 años
es la edad media de inicio en el consumo de alcohol en España, según los datos del informe ESTUDES 2023 del Ministerio de Sanidad. La edad de inicio se ha ido adelantando y la actual es la más precoz de la última década.
14,5 años
años es la edad a la que los adolescentes se cogen la primera borrachera.
15 años
años. En este momento pasan de beber de forma esporápida a hacerlo «todos los fines de semana».
«Las comas etílicos por altas concentraciones de alcohol en sangre suponen una emergencia vital», advierte Begoña Huete, neuropediatra y coordinadora del Grupo de Trabajo de Neurodesarrollo de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP). ¿Qué efecto tienen en un organismo joven esos 'atracones' de alcohol? Cinco especialistas advierten de las secuelas que acarrean las borracheras adolescentes en el desarrollo físico y cognitivo a una edad «tan vulnerable».
Afección cognitiva
«Provoca déficits de concentración y memoria»
Un chaval inconsciente tirado en el suelo. No solo es una imagen impactante. Tiene consecuencias. En el momento y a largo plazo. «La adolescencia es un periodo de intensa reorganización cerebral. Se produce una poda de conexiones neuronales y una maduración de la corteza prefrontal, principal responsable del control de impulsos, la toma de decisiones y la memoria. Por tanto, el consumo de alcohol, y en particular los comas etílicos, pueden provocar secuelas a medio y largo plazo», alerta la neuropediatra Begoña Huete.
«El consumo de alcohol durante la adolescencia pueden acelerar la reducción de la sustancia gris, especialmente en la corteza frontal y temporal. También podría afectar al crecimiento de la sustancia blanca, en particular en el cuerpo y rodilla del cuerpo calloso». Explica la experta que son ambas regiones críticas del cerebro y que los cambios estructurales en ellas «se relacionan con déficits cognitivos, sobre todo en cuestiones de atención, memoria, procesamiento de la información y función ejecutiva». Una borrachera puntual, advierte, «puede condicionar la salud neurológica y emocional de los adolescentes durante años». Un riesgo que se incrementa cuando los 'atracones' de alcohol ('binge drinking') se vuelven rutina –se considera 'atracón' a la ingesta de cinco o más bebida alcohólicas en menos de dos horas–.
Publicidad
«El deterioro acelerado y el adelgazamiento progresivo de la corteza cerebral que provoca el alcohol interfiere en la maduración sináptica, aumenta el riesgo de impulsividad, disminuye el control inhibitorio y puede predisponer a conductas de riesgo y a trastornos por abuso de sustancias en la etapa adulta». Y a todo esto son más vulnerables los más jóvenes, «ya que el impacto sobre la integridad de la sustancia blanca es más mayor cuanto menor es la edad de inicio del consumo».
Por eso, insiste la experta, cuando hablamos de menores «hay que evitar términos como consumo responsable o consumo moderado». Solo se puede hablar –dice– de «consumo cero». Las cifras indican que estamos lejos de eso, aunque sí se observa «una tendencia hacia la baja desde 2012», se advierte en el informe del Ministerio de Sanidad.
Publicidad
Sueño
«Despertares e insomnio si la intoxicación es grave»
Hay una asociación equivocada entre alcohol y sueño. Si la ingesta de alcohol es aguda «suele aumentar inicialmente el sueño profundo en la primera parte de la noche, pero suprime REM y provoca una fragmentación del sueño (despertares) en la segunda parte de la noche, provocando somnolencia al día siguiente», aclara María José Martínez Madrid, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño (SES).
En el caso de las intoxicaciones «graves», las secuelas en forma de «insomnio, pesadillas y sueño fragmentado» se alargarán «días e incluso semanas». Y si el consumo es crónico, el ramillete de consecuencias incluye «insomnio crónico, reducción del sueño profundo, REM irregular, somnolencia diurna y mayor riesgo de apnea del sueño (por cambios en el peso y tono muscular), además de depresión y ansiedad, entre otras consecuencias».
Publicidad
Efectos a los que son «más vulnerables» los adolescentes. «Su cerebro está en plena maduración y el sueño desempeña un papel crítico en la consolidación de memoria y en el desarrollo». Por ello –advierte la especialista– «episodios de coma etílico pueden interferir con la consolidación del aprendizaje».
Riesgo de adicción y cirrosis
«El hígado no es capaz de procesar tal cantidad»
«Hemos normalizado hablar de comas etílicos, pero es una patología lo suficientemente grave como para que las constantes vitales y la consciencia esté en riesgo. El daño es, por tanto, tremendo», advierte Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Llama la atención la experta sobre una consecuencia que, por lejana que parezca cuando hablamos de adolescentes, no hay que olvidar. «A largo plazo, el riesgo de dependencia al alcohol es alto».
Publicidad
Varios datos para contextualizar el fenómeno: un 55% de los chavales españoles de 14 años ha bebido alcohol en el último año, porcentaje que se eleva hasta el 84,7% en el caso de los de 17 años, según datos del Ministerio de Sanidad. Además, un 1,5% de los adolescentes bebe «a diario» –eran hasta un 6% en 2010–. Cuando se llega a este punto, «el joven siente un deseo irrefrenable de beber y ansiedad en caso de no poder hacerlo, lo que se traduce en inestabilidad emocional», advierte la psiquiatra. Más allá de las «alteraciones en el neurodesarrollo», las ingestas elevadas a edad adolescente, añade la especialista, «pueden provocar fallos cardiacos y renales o neumonías por aspiración».
El hígado es otro de los órganos que se ve seriamente afectado por las intoxicaciones etílicas. Lo sufre ya en la primera borrachera. «El hígado no es capaz de procesar esa cantidad de alcohol». Un problema que, mantenido en el tiempo, tiene consecuencias más serias. «Se ha detectado un aumento del alcoholismo como causa principal de cirrosis, por delante del hígado graso y de la hepatitis», señala Malu Martínez-Chantar, responsable de laboratorio de enfermedades hepáticas de CIC BioGUNE.
Noticia Patrocinada
Explica la doctora cómo el alcohol enferma al hígado. «La cirrosis se produce como consecuencia de las cicatrices que se forman en el hígado por diversas causas, entre ellas, el alcohol. Cuando un hígado está malo, las células principales se mueren y otras células repueblan esas zonas y depositan colágeno. Esas fibras de colágeno impiden al hígado funcionar como debería y un alto porcentaje de pacientes acaba desarrollando cáncer hepático».
Combinados con refrescos, licores dulces... dientes más 'frágiles'
No figura entre las prioridades del protocolo médico, pero las ingestas masivas de alcohol también impactan en la salud bucodental de los jóvenes. «Muchas bebidas alcohólicas, en especial los combinados con refrescos, con bebidas energéticas y los licores dulces tienen un pH muy ácido, lo que favorece la erosión del esmalte dental, la capa externa y dura del diente», señala Óscar Castro Reino, presidente del Consejo General de Dentistas de España. La ingesta en sí ya provoca daños, que se agravan con los vómitos, consecuencia habitual en episodios de intoxicación alcohólica. «El contenido gástrico es extremadamente ácido y, al pasar repetidamente por la boca, puede provocar una desmineralización rápida y localizada del esmalte, sobre todo en la cara interna de los dientes anteriores superiores». Además –advierte el experto en salud dental– «el alcohol produce sequedad bucal, lo que reduce la acción protectora de la saliva, encargada no solo de neutralizar ácidos, sino también de remineralizar el esmalte y de controlar el crecimiento de las bacterias».
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión