Sangre, triunfo y amargura: el paso del Príncipe Negro por tierras vascas
En 1367, el ejército de Eduardo de Woodstock y Pedro I atravesó los Pirineos, recorrió Navarra, La Rioja, y Álava, donde sufrió un revés en la colina de Inglesmendi antes de triunfar en la batalla de Nájera
En el invierno de 1367 el Príncipe de Gales, Eduardo de Woodstock (1330-1376), conocido como el Príncipe Negro, inició su campaña militar en apoyo ... de Pedro I de Castilla (1334-1369) contra su hermanastro Enrique de Trastámara (1334-1379) en la Primera Guerra Civil castellana, conflicto que llevó al famoso noble inglés a recorrer con sus tropas parte del actual País Vasco, Navarra, La Rioja y Castilla. Eduardo era el primogénito del rey Eduardo III de Inglaterra y fue un notable comandante militar durante la Guerra de los Cien Años, en la que destacó por su valentía y liderazgo en batallas como Crécy y Poitiers. Fue el primer duque de Cornualles (desde 1337), príncipe de Gales (desde 1343) y príncipe de Aquitania (entre 1362 y 1372).
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Según la fuente que se escoja, el origen de su apodo, el Príncipe Negro, se explica por el color de su armadura, el escudo negro que usaba en justas y torneos o su reputación de caballero temido y brutal. En todo caso el primer uso conocido del sobrenombre 'Príncipe Negro' data del siglo XVI, unos doscientos años después de su muerte, por lo que no fue un apelativo empleado en vida sino una denominación póstuma que se popularizó.
A partir del contenido de las 'Crónicas' de Jean Froissart (1337-1405) y de la 'Crónica del rey don Pedro I' de Pedro López de Ayala (1332–1407), se puede trazar el itinerario por tierras navarras, riojanas y alavesas del Príncipe Negro.
Itinerario
El camino más natural para dirigirse a Castilla del ejército anglogascón que comandaba Eduardo de Woodstock y acompañaba a Pedro I era a través de Navarra entrando por el puerto de Roncesvalles. El rey Carlos II de Navarra negoció en secreto con Enrique, comprometiéndose a bloquear el paso al Príncipe Negro y sus aliados por los puertos navarros, pacto sellado «sobre el cuerpo de Dios» en presencia de arzobispos. Sin embargo, el monarca navarro accedió a permitir el avance de Woodstock y su hueste, no sin exigir generosos pagos y la cesión de la villa de Logroño, entre otros territorios.
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Según Froissart, «mi señor Martín de la Carra, caballero muy sensato, fue nombrado entonces gobernador y baile de todo el reino de Navarra -porque Carlos II había sido capturado por los franceses-. Él se encargó de conducir al príncipe por el reino de Navarra y le proporcionó guías para sus gentes, pues de otro modo no habrían sabido qué caminos seguir. El príncipe marchó de allí donde estaba acampado y cruzó con sus gentes un paso al que llaman de Arruazu, lo que le resultó muy difícil, pues era estrecho y lleno de malos senderos. Luego atravesaron Gipuzkoa y pasaron mucha hambre porque encontraron pocos víveres, hasta que llegaron a Salvatierra», villa que «está a la salida de Navarra y a la entrada de España, y era del lado del rey Enrique».
Salvatierra era una villa «muy buena que se encuentra en un país rico que limita con las marcas vecinas». Ante ella acampó el ejército del Príncipe Negro, en el que destacaban la caballería pesada y los arqueros ingleses con sus característicos arcos largos. La villa se entregó al rey Pedro. «Por consejo del príncipe -asegura el cronista-, el rey don Pedro les concedió merced. De otro modo no hubiera sido así, pues quería destruirlos a todos».
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Después de rendir Salvatierra, y enterado de que el rey Enrique había «decidido movilizar a sus gentes hacia Vitoria con intención de hacerles frente, el grueso de la tropa se dirige a Vitoria para tomar la villa», según escribe el arqueólogo Raúl Sánchez Rincón. El conde de Trastámara, Enrique, «consciente de su inferioridad se deja aconsejar por sus aliados franceses, que conocían bien los puntos fuertes y flaquezas de las huestes inglesas, y se dedica a hostigar al ejército petrista aprovechando lo abrupto del terreno. Fruto de esta guerra de guerrillas, a mediados de marzo de 1367, la vanguardia trastamarista emboscó a una avanzadilla de las tropas del Príncipe Negro en la pequeña localidad de Aríñez».
Las tropas de Enrique lograron sorprender y derrotar a un destacamento inglés liderado «por sir William Felton, que fue rodeado y aniquilado por fuerzas enriqueñas tras atrincherarse en el cerro oriental de Júndiz. A partir de entonces aquella pequeña colina pasó a conocerse bajo el sonoro topónimo euskérico de Inglesmendi», añade Sánchez Rincón, autor de un estudio numismático de tres monedas perdidas por los soldados del Príncipe Negro y que fueron encontradas en las excavaciones de la catedral de Vitoria.
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En el choque murieron varios jefes ingleses, incluido William Felton - Guillén de Feleton, en la 'Crónica' del canciller Ayala-, y fueron capturados destacados caballeros como Thomas Felton y Hugh de Hastings. Este combate minó la moral del hasta entonces invicto ejército anglogascón, que intentó acercarse a Burgos desde Vitoria. Pero Enrique y su ejército cerraban el paso.
Viéndose bloqueados en Álava, Pedro I y el Príncipe Negro optaron por una ruta alternativa hacia Castilla a través de La Rioja. Llegaron a Logroño —que les era fiel— y cruzaron el gran puente sobre el río Ebro –«E hay en ella sobre el río de Ebro una grand puente e buena e por allí pasaron el rey don Pedro, e el príncipe, e todas sus campañas...», escribió el canciller Ayala–. Allí hicieron sus planes para enfrentarse a las fuerzas de Enrique, seguros de que podrían entrar en Castilla sin problemas.
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La hueste del Príncipe Negro avanzó hacia Nájera, en La Rioja, donde se libró la batalla de Nájera (el 3 de abril de 1367) cerca del río Najerilla, decisiva dentro de la guerra civil castellana. Pedro I, apoyado por el contingente inglés dirigido por Woodstock, y Enrique, respaldado por mercenarios franceses al mando de Bertrand du Guesclin, alinearon sus fuerzas en un enfrentamiento brutal que comenzó con una abrumadora lluvia de flechas inglesas que desorganizaron las filas de Enrique. La caballería y los arqueros ingleses neutralizaron cualquier intento de reacción del bando enriquista. La vanguardia de Enrique, tras intensos combates, fue rodeada y derrotada, provocando una retirada caótica de sus tropas hacia el río, donde muchos combatientes murieron ahogados o fueron perseguidos y acuchillados.
La victoria fue aplastante para Pedro I y sus aliados. Sin embargo, el triunfo sería efímero: la brutalidad con la que Pedro I trató a los vencidos y su incumplimiento de los acuerdos con los ingleses enfriaron la alianza y, poco después, el Príncipe Negro regresó a sus dominios, dejando a Pedro aislado políticamente y sin apoyo extranjero. A pesar de haber aplastado militarmente a su hermano, Pedro I no supo capitalizar la victoria y, finalmente, Enrique de Trastámara terminaría imponiéndose en la guerra civil castellana y asesinando a su hermanastro tras la batalla de Montiel el 23 de marzo de 1369.
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El ejército anglogascón se replegó tras la batalla de Nájera. En abril de 1367 Eduardo de Woodstock se estableció en Burgos, ciudad que abandonó en agosto descontento con Pedro I, quien no cumplió con sus compromisos de pago. El Príncipe Negro condujo a sus tropas por el norte de Castilla y Álava, pasando por lugares como Oña, que fue saqueada durante esta retirada. Desde allí, su ruta les llevó a cruzar nuevamente por Roncesvalles hacia el ducado de Aquitania.
El Príncipe Negro gobernó esta región enfrentado a la nobleza local, con tensiones que ocasionaron conflictos y pérdidas territoriales para los ingleses. En 1370 llevó a cabo el duro asedio y saqueo de Limoges, un episodio que incrementó su reputación de líder militar temido, aunque también deterioró aún más sus relaciones con la población local y la nobleza. Su salud comenzó a deteriorarse debido a una enfermedad crónica que se cree fue disentería o una afección vinculada, que contrajo probablemente durante su campaña en la guerra castellana.
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En 1371, debilitado por la enfermedad, Eduardo renunció al gobierno de Aquitania y retornó a Inglaterra. Finalmente falleció en el Palacio de Westminster el 8 de junio de 1376 a los 45 años, probablemente a causa de la enfermedad crónica mencionada. Su muerte ocurrió un año antes que la de su padre, el rey Eduardo III, por lo que nunca llegó a reinar, dejando el trono de Inglaterra a su hijo Ricardo II. Fue sepultado en la catedral de Canterbury y es recordado como uno de los principales comandantes militares de la Edad Media inglesa.
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