El Robinson de Iturrigorri cuenta su historia
En marzo de 1935, 'El Noticiero Bilbaino' llevó a su primera página la historia de Martín Learena, un peón de Gallarta que vivía desnudo en una cueva
Tres personajes destacaban en la primera página de 'El Noticiero Bilbaino' del 21 de marzo de 1935. El primero era el general alemán Werner von ... Blomberg, de cuyo encumbramiento se desvelaba «la historia secreta» en la noticia de apertura. El segundo, con foto, era el primer ministro de Francia, Pierre-Étienne Flandin, cuya personalidad era «altamente interesante» en aquellos momentos «de peligro para la paz europea». El tercero, también con fotografía, pero más grande, era un vagabundo, Martín Learena, el 'Robinson de Iturrigorri', que vivía desnudo en una cueva «a cuatro kilómetros de la Plaza Circular» de Bilbao.
Aunque los periódicos bilbaínos del primer tercio del siglo XX solían prestar atención con cierta frecuencia a los personajes llamativos de la villa, el espacio que dedicó 'El Noticiero' a Learena fue excepcional: su historia era la segunda de las tres que ocupaba la portada del diario aquel día y se extendía por toda una de las seis columnas de la segunda página.
El reportaje se titulaba 'El hombre de las cavernas, a dos kilómetros de Bilbao', y lo firmaba Marcelino Navarro Allué, uno de los redactores más célebres de 'El Noticiero' y presidente entonces de la asociación de empleados que tenía aquel periódico. La historia se presentaba como «un reportaje curioso» -ese era el antetítulo-, pero se acercaba más a la crítica social que al pintoresquismo y sobre todo era una denuncia de una situación de lo que hoy sería etiquetado como 'sinhogarismo'.
En su «narración verídica que parece cuento», Navarro explicaba cómo tuvo noticia de la situación de Learena a través de dos amigos, don Joaquín y don Mariano. «Me dijeron hace dos días que, en estos tiempos de los rascacielos y de la aviación, todavía había hombres que vivían en cuevas, como en los tiempos prehistóricos». Y no lejos de Bilbao. En Iturrigorri. Se trataba de dos hombres, que se dejaban ver desnudos y que sobrevivían de las monedas que les daban los paseantes más caritativos que se topaban con ellos.
Navarro resolvió acercarse a entrevistarlos acompañado por Claudio, el «fotógrafo inteligente, provisto de su máquina y con abundantes placas». Don Joaquín y don Mariano se prestaron a completar la expedición, pero el primero excusó su asistencia y fue sustituido por un tal don Jesús, «joven ágil y de buen humor».
Precisamente Claudio y este don Jesús fueron los primeros en llegar a la cueva. Una subida que Navarro describe en términos propios casi de una hazaña alpina, «penosamente, porque los pedruscos y el peligro que se ofrece a la izquierda son poco tranquilizadores». Alcanzada la cueva de Iturrigorri, a unos impresionantes «400 metros de altura», los expedicionarios dieron con el troglodita. Solo con Learena, porque, como les explicaría este, su compañero , que se llamaba Julián Echániz, se había despedido 8 días antes y había marchado en busca de trabajo.
«Vida de naturista»
Navarro, Claudio y compañía comprobaron que Learena hacía «vida de naturista». Al principio trató de huir, pero cuando sus visitantes se identificaron como periodistas y le ofrecieron unas monedas, entró en la cueva para vestirse con un pantalón y una camisa. «Ambas prendas no pueden ser más andrajosas», anotó el «reporter» de 'El Noticiero'.
Learena era «un tipo delgado, de mediana estatura, de color cetrino, de ojos pardos hundidos y de mirada un tanto felina. En la cara, manos y brazos, lleva costras de suciedad». Era de Gallarta, tenía 43 años y era soltero. «No tengo persona alguna de familia, ni falta que me hace», comentó. Vivía en la cueva, en la que tenía un hornillo en el que prepararse la comida, desde 1933. Antes, había «recorrido casi toda España, menos Galicia», trabajando como peón. La última vez que había tenido empleo fue en las obras «del Colegio de Indauchu».
Learena, que presentaba «un temblor general de epiléptico», explicó que había escogido su peculiar forma de vida «porque el trato social me molesta. Enfermo y sin trabajo y por añadidura sin recursos, no tuve más remedio que dedicarme a pedir». Durante un tiempo durmió en la calle, donde podía, pero fue detenido por ello y, como era habitual en estos casos, le castigaron con «una quincena», una reclusión de 15 días. «Salí de la cárcel y juré que no me detendrían más», porque «no soy amigo de lo ajeno». Learena explicó que se alimentaba de hierbas, aunque algunos cazadores de paso le daban pan o monedas con las que comprar algo de comida. «Algunos días que no llueve, voy a las escombreras y recojo ropas sucias, que luego lavo».
El hombre accedió a ser fotografiado con el perro que le hacía compañía. Contó que no era suyo. Aparecía cada mañana, pasaba el día con él y luego se iba por la noche. «¡No parece sino que Dios me lo envía!», dijo. Navarro cerraba su reportaje con un colofón en el que se lamentaba por el estado de su entrevistado. «Martín Learena parece un hombre honrado», escribió. «Desea trabajar, pero aún se siente enfermo y no confía conseguirlo. ¿No habrá un alma caritativa que se apiade de él y le proporcione algo que alivie su miseria trágica y original en este siglo de la aviación y los rascacielos?».
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