¿Puede un ordenador convertirse en el próximo Velázquez?

Las inteligencias artificiales generadoras de arte causan furor en las redes

sara borondo

Jueves, 18 de agosto 2022, 00:24

La inteligencia artificial (IA) es una de las disciplinas que más rápido avanzan actualmente. Los algoritmos procesan grandes bases de datos para múltiples usos que van desde desarrollar la conducción autónoma a identificar la estructura de las proteínas conocidas o transcribir archivos de voz a texto.

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Los tipos de IA que están más en boga son las que generan arte visual (aunque las que 'crean' textos pueden ser las siguientes en despegar), ya que algunas de las más potentes han entrado en fase de beta. De paso, han comenzado a cobrar por sus servicios, lo que por un lado supone que cualquiera puede probar cómo funcionan al tiempo que contribuyen a entrenarla y, por otro lado, ha despertado dudas entre los artistas sobre cómo se utiliza su obra sin pagar derechos de autor.

'Dall-E 2' es probablemente la IA generadora de imágenes más popular. Se ha entrenado hasta el momento con más de 650 millones de imágenes y actualmente está en fase beta con invitación, lo que supone que su uso se está abriendo a más de un millón de personas que tendrán todos los derechos de copyright sobre lo que creen.

Cómo pasa de texto a imágenes una IA

Imágenes generadas con la IA 'craiyon'

Casi la misma facilidad de uso que Dall-E 2 ofrece 'Midjourney', y unos resultados también similares aunque menos realistas. Está en beta abierta, lo que supone que cualquiera puede probarla a través de un bot integrado en Discord, aunque solo se pueden realizar 25 peticiones gratis y luego hay que pagar. Tanto Dall-E como Midjourney utilizan lenguaje natural: solo hay que describir lo que se desea que aparezca en la imagen (cada indicación se conoce como 'prompt'), incluyendo el estilo: fotografía, como si fuera un cuadro de Van Gogh, realista... En apenas unos segundos se obtienen cuatro versiones de imágenes que responden a esos prompts.

Hay otras inteligencias artificiales que generan arte como 'Craiyon', antes llamada Dall-E Mini, con mucho menos recursos y que suele fallar al ofrecer imágenes humanas -y de seres vivos en general- pero que revela algunos resultados interesantes. Todas ellas pueden parecer pasos titubeantes comparadas con uno de los últimos proyectos de Google, 'Imagen', presentado en mayo de este año. Ofrece mucha más precisión en los resultados de convertir texto a imágenes, aunque de momento no es de código abierto ni está accesible.

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Disco Diffusion, el linux de las inteligencias artificiales generadoras de arte

Imagen generada con la IA Disco Diffusion David ortiz

David Ortiz, COO de la agencia ICO partners, lleva ya un tiempo probando con la generación procedimental de arte visual y ahora se ha centrado, con un uso no comercial, en Disco Diffusion, una IA más compleja de utilizar que puede llegar a ser «rocosa para los novatos», dice Ortiz, quien reconoce: «me fascina construir escenas imaginarias a través de palabras, es algo difícil de describir».

El funcionamiento interno de estas inteligencias artificiales también varía entre ellas. «Creo que la mejor manera de describirlo es que Dall-E (y Dall-E 2) y Midjourney son el sistema operativo Mac de las inteligencias artificiales generativas, mientras que Disco Diffusion es más como Linux. Las primeras están pensadas para recibir una descripción (lo que se denomina prompt) e inmediatamente pasan a generar una o varias imágenes. Disco Diffusion trabaja con prompts de la misma manera, pero expone al usuario muchísimas más opciones, parámetros y alternativas en cuanto a la selección del modelo, el cerebro de la IA como quien dice, que permite a un usuario experimentado obtener resultados increíbles. Hay que tener en cuenta también que tanto Dall-E como Midjourney son sistemas relativamente opacos, mientras que Disco Diffusion es completamente Open Source y cualquier usuario puede contribuir a su código y mejorarlo», explica Ortiz. Además, se diferencia de las demás IAs en que la persona debe tener una participación más activa. En la cuenta de Instagram Kroniksanai se pueden ver las obras que ha conseguido, alguna de las cuales le han llevado dos horas.

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Para Ortiz estas IAs tienen «un potencial abrumador para el apartado creativo de áreas como los videojuegos. Los artistas pueden utilizarlas para bocetar rápidamente, iterar sobre conceptos y testear ideas, antes de gastar su tiempo profundizando en un concepto en particular. Diría que los artistas son los más beneficiados, aunque también abre puertas a otro tipo de perfiles para obtener arte conceptual de alta calidad rápidamente, por ejemplo».

Ortiz apunta que las inteligencias artificiales son «el futuro de la creación de arte, pero no creo que vayan a hacer a los artistas obsoletos ni mucho menos. En mi experiencia los departamentos creativos ya están entrenando a sus artistas para que puedan utilizar este tipo de herramientas para crear mejores flujos de trabajo y acelerar la producción (en un contexto profesional). En un contexto no profesional creo que permite explorar construcciones y formas que es posible que a un artista no se le hubieran ocurrido personalmente«.

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Recolección de imágenes en lugar de creación

Obra con copyright y modificaciones de la IA Dall-E 2 Jon Juárez

Los artistas se dividen entre los que están de acuerdo o, al menos, no perciben como amenaza el empleo de inteligencia artificial para la creación de arte y los que creen que habría que mejorar el uso y desarrollo de esta disciplina en varios aspectos, entre ellos la manera de entrenarlas. Jon Juárez es un artista de Pamplona que reside en Donosti, lleva muchos años escribiendo y dibujando para producciones audiovisuales y videojuegos muy conocidos, pero también tiene experiencia diseñando proyectos de futuros especulativos y considera que se está confundiendo la figura del receptor y del emisor: «Cuando un usuario escribe una entrada de texto en un mimetizador de imágenes IA, recibe como respuesta una imagen. No es que el usuario esté creando imágenes, las está recolectando, no es autor, sino consumidor recolector» de toda la información que se ha proporcionado al programa informático.

«Una IA no aprende, no se inspira, no tiene ojos para ver, una IA ejecuta parámetros y sesgos preestablecidos ofreciéndote un resultado que se nutre de una gran base de datos que puede ser pública o privada», expone Juárez, que dice con rotundidad: «teclear un texto, hacer un par de recortes, y elegir imágenes no te convierte en autor. Aunque experimentes una sensación similar, solo eres el consumidor» y pone el ejemplo de la creación de un personaje en un videojuego: «Experimentas la sensación de que estás creando un personaje, pero ese personaje no es tuyo, es una combinación de parámetros preestablecidos sujetos a derechos de autor». Igual que en ese videojuego, considera que aplicar a una IA cualidades humanas como aprender o inspirarse en la obra de otro artista, no es más que «usar eufemismos para eludir los derechos de autor que puedan esconder la base de datos». No hay que olvidar que tanto Dall-E 2 como Journey cobran a los usuarios.

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El copyright, un problema añadido

Juárez explica que en Dall-E se ha usado una imagen suya sujeta a copyright sin su consentimiento: «Ya está dentro del sistema, el programa puede usarla para mimetizar mi estilo y el daño es irreparable. No podemos llamarlo plagio porque lo que hace es más sofisticado, es un perfeccionamiento del plagio, yo lo llamo mimicrAI. Pero las bases de datos son opacas, y el programa lo hará cada vez de forma más sutil porque mejora con las iteraciones de los usuarios. El perfeccionamiento técnico va a ser exponencial. Pronto el origen en la base de datos será imposible de rastrear». Estas inteligencias artificiales ofrecen así, prosigue Juárez, una solución inmediata a la necesidad de tener una imagen falsamente libre de derechos de autor lo que llevará a una vulnerabilidad cada vez mayor de estos derechos, «si una gran empresa ve una imagen o una idea que le puede ser útil, solo tiene que meterla en el sistema y obtener en segundos resultados miméticos, no va a necesitar pagar al artista por esa imagen», apunta.

Coincidiendo con el auge de estas inteligencias artificiales y de su paso a servicios de pago, cada vez más artistas alzan la voz. A finales de julio la puertorriqueña Karla Ortiz preguntaba en Twitter a los responsables de Midjourney sobre la posibilidad de entrar en una lista de artistas que no se pueden utilizar en esa IA para genera arte, sobre todo teniendo en cuenta que es un servicio de pago: la respuesta de la empresa fue que Ortiz no forma parte de sus datos. Ortiz también preguntaba si van a pagar derechos de autor a los artistas cuyo trabajo sirve para entrenar a la IA y ponía como ejemplo a Craig Mullins, cuya obra se había utilizado hasta finales de julio 51.802 veces en 2.073 páginas de arte generado.

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David Ortiz confía en que llegará un momento en el que se regule de otra manera el uso de las imágenes: «Ahora mismo es posible crear imágenes con estilos completamente nuevos porque lo que las IAs hacen es tomar las características de las imágenes que han procesado y extrapolar para crear cosas nuevas. Dicho esto, entiendo perfectamente la preocupación de los artistas profesionales, viendo los resultados que se pueden conseguir es posible que se tenga algo de pavor ante el futuro que nos viene. Como en cualquier cambio radical de paradigma creativo en el pasado, creo que habrá gente que quiera/pueda adaptarse y otros que no. Personalmente creo que hay cabida para ambos, pero es cierto que hay ciertas áreas creativas que se van a acelerar muchísimo utilizando estos sistemas», afirma.

De momento parece que las inteligencias artificiales no pueden igualar el genio humano y se limitan a procesar todos los conocimientos que tienen. Pero sí han surgido ciertas objeciones y tal vez la presión que están ejerciendo los artistas sea la que logre que se regule mejor la creación de estos contenidos que se basan en algoritmos de aprendizaje y bases de datos para aclarar esas objeciones que plasma Juárez en una serie de preguntas:«¿Quién y cómo va a beneficiarse de un sistema socio-económico en el que no existe la propiedad intelectual? ¿A quién van a pertenecer todas las narrativas posibles? ¿Qué forma tiene una sociedad en la que todo el poder recae en la gestión y propiedad de nuestros datos e ideas, y en la que las voces autorales abandonan su espacio para cederlo a la figura del consumidor?».

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