«En un viaje de 3.600 kilómetros he gastado euro y medio en recargar»
Carlos Berjano no teme a las grandes distancias con su viejo Nissan Leaf de batería customizada: «Me ha permitido viajar sin hacer cuentas»
A Carlos Berjano le entra la risa cada vez que escucha a alguien decir que el coche eléctrico «es el futuro», porque se mueve en ... uno desde hace casi nueve años y, si hubiese sido por él, lo habría comprado todavía antes. «Siempre que iba a algún salón del automóvil, me encontraba con lo mismo: 'En dos años sacamos el modelo eléctrico, aquí está el prototipo'. Dos años después, traían otro prototipo», recuerda. En 2013, por fin, compró por 15.500 euros un Nissan Leaf al que ha hecho 278.000 kilómetros «sin ningún tipo de mantenimiento, más allá de llenarle el líquido refrigerante y cambiarle los neumáticos».
Es una buena kilometrada, porque Carlos, vecino de Durango y espíritu libre, no duda en irse muy lejos con su coche eléctrico: podríamos decir que su caso evidencia las dificultades que muchos encontrarían para desenvolverse con un vehículo de este tipo (no todo el mundo puede viajar solo y sin plan fijo, como él), pero a la vez también permite comprobar que otras personas podrían adaptarse a él y sacarle partido sin mayor dificultad.
El año pasado se matricularon en Euskadi 2.086 vehículos «electrificados», un concepto que reúne los eléctricos puros y los híbridos enchufables, lo que supone una cuota del 2,93% del total. Es una proporción idéntica a la del ejercicio anterior y, desde luego, incomparable con las de Madrid y Cataluña (donde hablamos de un 48% y un 14%, respectivamente, según los datos del Instituto de Estudios de Automoción).
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Antes de nada, hay que aclarar que el Nissan de Carlos ha experimentado una importante metamorfosis. Al principio, el coche tenía una autonomía de unos cien kilómetros: «Irse con él por ahí, como hacía yo, era de locos», reconoce. Una buena muestra es el viaje a Sevilla que se marcó a principios de 2020, que le llevó 29 horas e implicó una docena larga de paradas para 'repostar': Vitoria, Miranda, Burgos, Aranda, Braojos, San Sebastián de los Reyes, Madrid, Ocaña, Villacañas, Valdepeñas, La Carolina, Guarromán y La Carlota. Pero la escapada a la capital andaluza no era una excursión de placer: precisamente llevó el coche allí para cambiarle la batería por otra de fabricación artesana, tres veces más potente. «Me gasté casi lo que me costó el coche», admite. Ahora, el veterano Leaf aguanta como máximo unos 320 kilómetros: «Hasta Burdeos. Todo depende, claro. A 120 kilómetros por hora, a lo mejor hace 200 o 250, pero en los viajes largos procuro ir un poco más despacio. Los coches de ahora hacen 300 sin despeinarse».
Alemania y Francia
A Carlos, la batería nueva le ha permitido dedicarse a viajar, una de sus actividades preferidas en este mundo. «Me voy a todos los lados porque me cuesta cuatro duros. Con mi sueldo de un 'call center', no podría permitirme viajar dos mil kilómetros a precio de gasolina, el coste me resultaría inasumible. Haría uno o dos viajes al año, como mucho. En cambio, con este me voy en cuanto tengo unos días libres, sin necesidad de hacer cuentas», explica. Aparte de numerosas salidas más cortas, en 2020 exploró la costa mediterránea de Francia y este pasado año hizo una escapada a Benidorm y, en octubre, se aventuró por Alemania y Francia. «Me fui a Europa-Park, un parque temático de Alemania. Tardé día y medio en llegar, unos 1.400 kilómetros en los que tuve que parar a cargar cinco veces. Mi coche carga lento, no es un vehículo al uso: normalmente, tardo una hora. De allí me fui a Phantasialand, también en Alemania, y después a Puy du Fou, en Francia. En total fueron 3.600 kilómetros y solo pagué por cargar en España: euro y medio en el Easycharger de Lasarte», resume, tras consultar el registro en su móvil.
A lo largo de su itinerario, fue localizando los puntos de recarga en la app con el filtro de 'gratuito' activado. «En Alemania hay un montón de puntos de recarga y muchos son gratis. En Francia tenía que buscarlos -puntualiza-. Eso sí, cada vez que paso por una gasolinera y veo los coches llenando el depósito, me digo que es una locura pagar todo ese dinero por el combustible».
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