La verdad de la actriz mentirosa
JON URIARTE
Viernes, 26 de julio 2019, 23:47
Con tanta investidura fallida y calores históricos hay una noticia que pasó de refilón, quizá no merecía más, pero que un servidor quiere recuperar. No ... tanto por el titular, como por su repercusión. Los «Javis», Calvo y Ambrossi, recuperan, nunca mejor dicho, a Anna Allen para su tercera temporada de «Paquita Salas». De repente su rostro volvía a aparecer en los medios de comunicación. La actriz mentirosa regresaba. No es un titular exacto, sino el resumen suave de lo que puede escuchar y leer sobre el asunto. Y me parece muy curioso. Sobre todo en un lugar de la vieja Europa donde se miente más que se habla. Pero parece que ella es la única. Antes de nada recordemos el asunto, por si queda alguien que no conoce su historia.
Anna Allen Martín nació el la localidad catalana de Salt y desde niña soñó con ser actriz. De hecho lo logró, primero en Barcelona y luego en Madrid. Fueron papeles breves o puntuales en adaptaciones para televisión y series como «Acusados», Homicidio», «Un burka por amor», «El Ángel de Budapest»...Pero su personaje más recordado es el de Marta, la novia de Toni Alcántara en «Cuéntame». Vamos, que tiene un currículum. No será el mejor, pero hay quien le niega hasta eso. Y todo porque en un momento dado, o de manera paulatina, fue creándose y creyéndose una gran mentira. Una vida paralela en la que participaba como actriz en series estadounidenses como «Big Bang Theory» o era invitada vip a la Gala de los Oscar. Le pillaron. Demasiado burdos los montajes y demasiado pequeño el planeta. Hace décadas Ana Obregón presentó un curriculum en el que incluía su participación en la película de un director que ya estaba muerto cuando ella nació. Pero no le pillaron. Lo sabemos porque se lo contó a Bertín Osborne en televisión, no hace mucho. Por cierto, le valió para que otro director le diera un papel. Y es que lo de engordar carreras viene de viejo. ¿O no?
Si tecleo estas líneas es por la mala baba que veo entre quienes opinan del caso de Anna Allen. Parece que merezca cadena perpetua. Por supuesto, sin posibilidad de perdón. Hay incluso, y no son cuatro sino legión, que critican a los «Javis» por darle esta oportunidad. Por cierto en ella serie, de alguna manera, se interpreta a sí misma. Y la escena impacta. Por real. Pero recuerden que aquí la única mentirosa es Anna. Nadie más engorda el currículum. Según tecleo estoy intentando no caerme de la silla por culpa de la risa. No hace mucho, una periodista me envió el suyo y aseguraba que había trabajado en un programa de cierta radio. Cuando le expliqué que era imposible porque no fui el subdirector del mismo, me dijo que el equivocado era yo. Con un par. Y no es excepción. No existe gremio en el que no se engorde la experiencia y las virtudes, amén de los estudios y cursos. Por no hablar de los miembros de la clase política y los personajes populares.
Aquí ha sido pillado en mentira todo hijo de vecino. Desde famosas periodistas que habían escrito libros hasta políticos cuyas tesis y títulos de máster eran más falsos que el Spiderman gordo con el que se sacan fotos los turistas. Pero no pasa nada. Se les perdona. O se olvida. Quizá por la máxima «todo el mundo miente». Que no deja de llevar razón. Basta con echar un vistazo a los cargos de la gente. Ya no caben en las tarjetas. Ni en la jeta de quien presume de ello. No es raro encontrarse con el titular-«El empresario hostelero Fulanito...». Que piensas-Tendrá un bar o un restaurante. Aunque lo de empresario suena a que posee una cadena. Pero no. Tiene alquilada la barra de un chiringuito en la Manga del Mar Menor.
Recordemos también a quien te dice -Estuve en esa empresa, pero me harte y ahora trabajo desde casa, on line y sin jefes-. Cuando en realidad le echaron del trabajo y busca curro en Internet. Ojo que debe ser un mal universal. Porque el mundo que llega desde el otro lado del charco practica la titulitis como nadie. Escuchas a alguien de por allá decirte en qué trabajaba o lo que estudió y te parece estar ante una eminencia. -En Perú me dedicaba a la distribución de mercancía ligera y alta gastronomía-. Traducido: repartía pizza a domicilio. Intenten descubrir qué carrera ha estudiado alguien por esos u otros mundos y verán que mentirosos hay en todas partes. Si quieren recordamos lo que se miente en las redes. O con qué pasmosa familiaridad decimos que somos «íntimos» de un famoso. Por eso cabrea la lapidación de Allen.
No le conozco y lo mismo es una borde de cuidado. De esa gente que hace de menos a los demás creyéndose sus propias falsedades. O una engreída que necesitaba ser famosa a toda costa. Puede también que tenga un problema psicológico que le llevó a crearse esas patrañas de cara a la galería. No sería el primer caso. Por eso me voy a ceñir a lo que sé. Que es lo mismo que saben quienes le han nombrado mentirosa oficial del Reino. Y, visto lo visto, merece una oportunidad. No seré yo quien se la niegue. He mentido muchas veces. Hace años dije que sabía editar sin tener la menor idea. Me cogieron, así que aprendí por mi cuenta y curré más que el resto para que no se notara. Y hace siglos aseguré que había trabajado como actor de doblaje para conseguir un trabajo. También lo logré. Más que nada porque tengo el defecto de comer. Y si no hay trabajo no hay dinero y no hay plato en la mesa. Pero se ve que Alllen y yo somos os únicos mentirosos de este mundo cargado de verdad. Pues nada, que ustedes lo disfruten. Nosotros nos quedamos con nuestros pecados.
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