«Cayeron en el peor lugar posible, justo donde no había árboles»
Las tres víctimas no sufrieron lesiones graves en el accidente y todo apunta a que fallecieron ahogadas
JAVIER GUILLENEA
Martes, 10 de marzo 2020, 08:39
Loren, Iñaki y Amaia son los nombres propios de la tragedia. Tras celebrar un cumpleaños en cuadrilla en una sidrería de Hernani cogieron su monovolumen ... para dirigirse hacia el pueblo junto a Jabier, pareja de la mujer, y Txomin, los dos hombres que pudieron sobrevivir. Por el camino se encontraron con un vehículo accidentado, que se había salido de la calzada y había impactado contra una valla. Pararon el coche para auxiliar a sus ocupantes, pero al ver que se encontraban en perfecto estado siguieron el camino. Ese acto de buena fe les costaría caro. Cuando retomaron la marcha se cruzaron de frente con un todoterreno, y en el intento de esquivarlo, a pesar de ir a muy poca velocidad, el coche se salió del asfalto y, al pisar el terreno embarrado, se cayó por un terraplén hasta el río Urumea.
Testigos que presenciaron el accidente aseguran que el vehículo dio varias vueltas de campana durante la caída, lo que podría haber provocado lesiones a sus ocupantes. Un hecho que podría explicar por qué los dos de la parte delantera no pudieron siquiera quitarse el cinturón de seguridad para tratar de escapar. La persona que iba sentada en la mitad de la parte trasera, por su parte, salió despedida hacia la parte delantera del coche al no llevar cinturón, donde quedó encajada sobre el conductor y el copiloto.
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No obstante, fuentes cercanas al caso aseguran que las víctimas no presentaban lesiones de gravedad que pudieran haberse realizado durante la caída, por lo que todo apunta al ahogamiento como principal causa de la muerte de los dos hernaniarras de 57 y 58 años y la mujer vitoriana de 59, todos de la misma cuadrilla de amigos. La autopsia de los cuerpos se realizó ayer en Donostia.
Pese a la particularidad del suceso y de la complejidad del rescate de las víctimas, se trata de un accidente de tráfico y será la unidad de Tráfico de la Ertzaintza la que se encargue de investigarlo, si bien el testimonio de los testigos y de los dos supervivientes ha ayudado a esclarecer las causas del mismo. El domingo por la noche el vehículo fue trasladado en una grúa a dependencias policiales para proceder a su inspección.
Una carretera «peligrosa»
En el lugar de la tragedia, un camino rural del barrio Osinaga, en Hernani, queda una cinta colocada por la Ertzaintza, rodadas entre el barro y, abajo, junto a la orilla del río, los arbustos que arrancó de cuajo la Citroën Berlingo en la que viajaban cinco personas. Hay también un poste de hormigón que muestra en su base las rozaduras provocadas por el monovolumen y un trozo de parachoques sobre la hierba aplastada. El poste está inclinado, no se sabe muy bien cómo se sostiene en ese terreno inestable.
Es el lugar donde a las 23.30 horas del sábado se precipitó al río el vehículo que ocupaban tres hernaniarras y una pareja de Vitoria que regresaban de celebrar un cumpleaños en una sidrería. «Han caído en el peor sitio, justo donde no había árboles», repiten los paseantes que se acercan a la zona. «Esto de la carretera es de toda la vida, no hay bordillos ni nada, es estrecha y peligrosa», se queja Ángel, un vecino del barrio.
«Llegaron corriendo y nos pidieron que llamásemos a la Policía»
Joxelu se había ido a dormir cuando le despertó su madre, María Jesús Anzizar. Eran poco más de las once y media de la noche y un grupo de jóvenes que regresaban de una sidrería comenzó a llamar a golpes a las puertas de la casa. «Llegaron corriendo y nos pedían que avisáramos a los municipales, que había habido un accidente». Para entonces alguien ya había realizado la llamada y el lugar no tardó en llenarse de ertzainas y bomberos. «Había un movimiento brutal», recuerda Joxelu ante la puerta del caserío, que permaneció abierta desde entonces. «Fue una noche horrible», asegura. Los familiares se mostraron «enteros, aunque con pequeñas crisis», pero allí estaban los habitantes del caserío Loidi. «Hablábamos con ellos y les abrazábamos para tratar de darles apoyo y cobijo. Les dábamos ánimos, aunque ya se sabía el desenlace».
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