La pesadilla de los enfermos de covid más de un año después: «Hay días que no me puedo levantar de la cama»
Afectados por la primera ola de la pandemia siguen enfermos más de un año después. Piden investigación, unidades específicas y retrovirales
El coronavirus se está cobrando una factura de más de 83.000 fallecidos. Pero las caras más invisibles de la tragedia son las de los ... que forman la legión de enfermos crónicos, afectados por lo que se ha denominado covid persistente. Personas que han superado la fase aguda de la enfermedad, pero que siguen padeciéndola y son un desafío para el sistema sanitario. Sufren, en su mayoría, «niebla mental» (olvidos, confusión y problemas de memoria) entre otra retahíla de más de 200 síntomas. Al igual que los hay de otros patógenos infecciones que nunca se eliminan, parece que mantienen 'reservorios' del virus en la sangre, tejidos y órganos que se reactivan periódicamente, causando brotes de sintomatología y una alteración inmunológica que provoca reacciones inflamatorias exageradas o crónicas. Su cuerpo libra una lucha perpetua y de ahí viene una fatiga «que les impide realizar pequeños esfuerzos, como subir un piso de escaleras. No es que no nos hayamos recuperado, es que seguimos enfermos», recalcan. Se estima que el covid de larga duración afecta a entre el 10% y el 20% de los infectados. Ahora hay más de 500.000 en España y cerca del 80% son mujeres, pero la cifra «crece cada día» por el gran número de contagios que se seguirán sucediendo mientras no se siga la estrategia 'zero covid' o exista una vacuna neutralizante, que evite que el virus se replique.
De la asociación Long Covid Euskal Herria ya forman parte 350. Ya cuentan con cinco adolescentes entre sus filas. La mayoría se contagiaron en la primera ola y sufren aún «una afectación neurológica galopante», entre otras dolencias. Este diario, uno de los primeros medios de comunicación en hacerse eco de esta problemática, recogió en agosto del año pasado el testimonio de cuatro infectados entre marzo y abril de 2020.
LOS DATOS
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350 personas forman parte ya de la asociación Long Covid Euskal Herria.
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500.000 son los afectados por covid persistente que existen en España.
Las tres mujeres siguen enfermas. Irantzu Esparza, una de las fundadoras del colectivo y psicóloga sanitaria, de 37 años, declinó participar en este reportaje porque aún tiene grandes dificultades para hablar por teléfono. Solo Carlos González, auxiliar de enfermería de 33 años, está totalmente recuperado, aunque no llegó a sufrir covid persistente, solo una convalecencia que se prolongó durante dos meses tras pasar varios días ingresado.
Un año y medio después de la pandemia, el colectivo lidia contra el olvido y el abandono. Piden investigación y que se estudie la presencia del virus en su sangre o tejidos. Que se «busque al bicho», indetectable ya por la vía nasofaríngea, en su organismo. Condenados a un peregrinar de visitas a distintos especialistas que palian los síntomas por ejemplo con corticoides o los daños neurológicos con rehabilitación, demandan unidades específicas como la que existe en Barcelona, además de antivirales adecuados. «En otros países ya se suministran», denuncia Isabelle Delegado, correctora tipográfica de 51 años y portavoz de la asociacion vasca (longcovid.euskalherria@gmail.com). Ella está enferma desde hace meses. Es autónoma y ha podido adaptar su actividad laboral a sus problemas de salud, pero ha perdido la cuenta de las veces que ha acudido a Urgencias desde que se contagiara el 29 de febrero de 2020 en una ópera infantil con artistas italianos. La última, hace dos semanas.
Despidos y altas forzosas
«Sigo teniendo afección respiratoria y endocrina, además de febrícula casi todas las tardes y niebla mental», asegura. Los enfermos de long covid se están enfrentando ahora a la incomprensión y a una avalancha de despidos tras las bajas de seis meses y a altas forzosas por parte del Instituto Nacional de la Seguridad Social contra las que solo pueden pelear a través de abogados o solicitando bajas por otros motivos: ansiedad, depresión, jaquecas...
Los afectados advierten de que hay un infradiagnóstico de la enfermedad con sesgos machistas. «La mayoría de los afectados son mujeres jóvenes. Dicen que es ansiedad, que es depresión, que somatizamos...» Aseguran que todo obecede a una estrategia. Primero, la del dinero. «La orden es dar altas. Muchos desistirán y no pelearán. Se irán al paro en silencio». Después, la de apagar la alarma. «Porque no quieren renocer abiertamente a la sociedad que están fabricando un gran número de enfermos crónicos para los que no hay cura de momento».
Sonia Bilbao. Veterinaria clínica infectada el 20 de marzo de 2020
«Me han extirpado un trozo de apéndice de urgencia»
Bilbao batallará contra el INSS, que le ha dado el alta forzosa al certificar que se puede «tocar la nariz con un dedo»
Sonia Bilbao, de 44 años, es una veterinaria clínica de Sopela. Antes de la pandemia corría maratones de montaña y trabajaba 50 horas a la semana en dos consultorios. Como todos su compañeros de profesión conoce de sobra los coronavirus. Empezó a notar los primeros síntomas a comienzos de marzo de 2020. El día 20 empezaron las febrículas y el resto del cuadro. Pasó 12 días muy malos, sin poder levantarse. En agosto del año pasado seguía con «dolor de oídos, cabeza, ahogo, la diarrea... Y sin poder coger peso», precisaba. Ahora, ha mejorado algo. aunque no se ha recuperado. Persiste la afección neurológica. Explica que el virus sigue en su sistema digestivo y además padece zumbidos en los oídos, inflamados también, y fatiga crónica porque «el sistema inmune está todo el día peleando». Hace dos meses, a las tres de la mañana, tuvo que ser intervenida de urgencia y la extirparon un trozo de apéndice por una reacción inflamatoria brutal que iba a causarle peritonitis. «Si no llego a estar cerca, igual no lo cuento». Aun así, en Osakidetza se negaron a examinar la porción de apéndice extraída. La ha mandado, por lo privado, a Singapur, para que comprueben si hay rastros del virus, una prueba que «no quieren realizar aquí». Tras un año y pico de baja, el INSS le ha dado el alta forzosa y va a tener que contratar a un abogado para recurrirla, porque sigue con olvidos y nebulosas y no se ve capaz de entrar sola al quirófano y practicar cirugías.
Bilbao ha enviado a analizar el fragmento a Singapur para detectar en él trazas del virus, una prueba que aquí le niegan
«El otro día, yendo a trabajar, tuve que parar porque no podía conducir». Para medir su deterioro cognitivo y decidir su regreso al trabajo, en el tribunal médico «me hicieron tocarme la nariz con un dedo. Esa es la prueba con la que certificaron que puedo operar. Tal vez lo sea para montar cajas de cartón, pero no para hacer cirugías», critica. «Se basan en que no hay protocolos para tratarnos. Buscan hacernos desaparecer. Que perdamos energía batallando, tiremos la toalla y así ocultar la magnitud del problema».
Idoia Soriano. Dependienta infectada en marzo de 2020
«Llevo casi un año y medio de baja y estoy cada vez peor»
Soriano, que sufre niebla mental, febrícula cada día y una amalgama de síntomas, se someterá a un estudio neurológico
Idoia Soriano vive en Orduña. Ahora tiene 42 años. Antes de infectarse, era una persona muy activa. Había jugado al hockey hierba y practicaba deportes de montaña. Contrajo la enfermedad el 13 de marzo de 2020 y está de baja desde entonces. No se recupera. En agosto del año pasado seguía con síntomas como la astenia, el dolor de garganta, la fiebre, dificultades para respirar, sensación de presión en el pecho, sarpullidos y hematomas. Las recaídas y los brotes de síntomas son más frecuentes ahora. Apenas tiene un par de días de respiro. Después el virus ataca de nuevo. «Me recupero y recaigo». La 'niebla' mental es permanente. Empezó a escribir mal, a tener problemas para sumar. La fiebre llega por las tardes (entre 37,6 y 37,8 grados) y el cansancio es brutal. Y vomita a diario desde hace un mes y medio. «Van apareciendo diferentes síntomas. Ahora se me ha inflamado una costilla y tengo dolor en el pecho». Osakidetza se ha ofrecido a realizarle un estudio neurológico que constate los daños. Tuvo consulta en mayo y le han hecho un primer análisis pero nadie ha vuelto a verla. «Llevo unos cuatro meses sin que nadie me mire». Tampoco hay tratamiento, más allá del que permite paliar algunos síntomas. «Muchas personas que conozco van a rehabilitación neurológica por lo privado y son al menos 50 euros por sesión».
«Vomito a diario, me duele el pecho y tengo una costilla inflamada. Hay días que no me puedo levantar de la cama»
Ella ha tratado de poner remedio a su fatiga crónica intercalando la actividad cotidiana con periodos de descanso de 30 minutos, pero sin éxito. Cree que está aún peor que hace unos meses. Antes podía salir a pasear algún día que los síntomas daban tregua. Pero ya son meses de batalla. Está reventada y «hay días -dice- que soy incapaz de levantarme de la cama». Y no conoce a ningún enfermo de covid persistente que «se haya recuperado». El próximo 13 de septiembre, cumple un año y medio de baja y debe someterse al tribunal médico. «Me preocupa bastante. No consigo mejorar y esta enfermedad no existe oficialmente».
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