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Retrato de Enrique VIII de Inglaterra. P. D.

De la ruptura de Enrique VIII al acercamiento de Carlos III

Un conflicto político que derivó en cisma: historia y significado del soberano inglés como cabeza de la Iglesia de Inglaterra

Jueves, 23 de octubre 2025, 14:51

Cuando el rey Carlos III se ha unido hoy al papa León XIV en una oración conjunta, lo ha hecho no solo como jefe de ... Estado británico, sino también como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Ese papel, otorgado desde el siglo XVI a los monarcas ingleses, combina la autoridad civil con una función simbólica y espiritual: el soberano garantiza la unidad de la Iglesia anglicana y su fidelidad a las leyes del Reino, aunque en la práctica el liderazgo religioso recae en el arzobispo de Canterbury.

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El origen de esta peculiar unión entre trono e Iglesia se remonta al reinado de Enrique VIII (1491- 1547), cuando en 1533 este monarca, hasta entonces católico y que había dado muestras de notable devoción durante su juventud, decidió erigirse en autoridad suprema de la Iglesia en su país por motivos puramente políticos y económicos, más que doctrinales. Dos años antes, el clero inglés ya lo había reconocido como «único protector y supremo cabeza» de la Iglesia inglesa», lo que facilitaría el paso que dio en 1534.

Ese año, tras la negativa del papa Clemente VII a anular su matrimonio con Catalina de Aragón (1485 - 1536), hija de los Reyes Católicos, Enrique, que había escrito contra la reforma luterana y recibido el título de Defensor de la Fe otorgado por el Papa, rompió con Roma y promulgó el Acta de Supremacía, que lo declaraba «único jefe supremo en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra». Aunque en un comienzo el cambio respondió a motivos políticos y personales, pronto derivó en una reforma doctrinal y en la creación de una iglesia nacional independiente del papado.

El cisma se desarrolló con rapidez, facilitada por una durísima persecución a los católicos en Gran Bretaña. Entre 1536 y 1539 se llevó a cabo la disolución de los monasterios y la confiscación de sus bienes. Diez años después llegaría la publicación del 'Book of Common Prayer', texto clave de la liturgia anglicana, y en 1559 Isabel I reafirmaría el anglicanismo con una nueva Acta de Supremacía.

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Vía intermedia

Con el tiempo, la Iglesia anglicana se configuró como una vía intermedia entre el catolicismo y el protestantismo. Mantuvo la liturgia, los sacramentos y la jerarquía episcopal, pero rechazó el poder del Papa y declaró que la Biblia y la razón son las fuentes esenciales de la fe. De este modo, el anglicanismo adoptó una identidad flexible, basada en el equilibrio entre tradición y reforma.

Hoy, casi quinientos años después de aquella ruptura, el encuentro entre León XIV y Carlos III en Roma simboliza un deseo renovado de diálogo y reconciliación. Aunque persisten diferencias sobre la autoridad papal, el papel de los santos o el celibato clerical, católicos y anglicanos comparten una aspiración común: recuperar la cercanía espiritual de los primeros tiempos y avanzar hacia una cooperación fraterna en defensa de la fe cristiana. En todo caso, hay que recordar que uanque el monarca es «Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra», en la práctica, el verdadero liderazgo de la Iglesia de Inglaterra recae en el Arzobispo de Canterbury, quien es la cabeza espiritual y el primado de la Iglesia, considerado «primus inter pares» (primero entre iguales) dentro de la Comunión Anglicana.

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