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Fotografía histórica de parte de la plantilla posando en la rotativa de la calle Ledesma, a la que el periódico se trasladó en 1912.
Ocho generaciones de lectores
115 aniversario de El Correo

Ocho generaciones de lectores

EL CORREO cumple 115 años en 2025: el mundo puede parecer otro, pero la esencia del periodismo y el interés por informarse no han cambiado

Jueves, 2 de enero 2025, 00:56

Los sociólogos anglosajones, que son muy aficionados a estas cosas, sostienen que desde 1910 se han sucedido ocho generaciones distintas, empezando por la 'interbellum' (bautizada así, entreguerras, porque eran demasiado jóvenes para luchar en la Primera Guerra Mundial y demasiado mayores para hacerlo en la Segunda, aunque muchos no se libraron de ir al frente) y terminando por los niños nacidos a partir de los años diez de este siglo, a los que han etiquetado como Alfa porque nadie tenía muy claro qué diablos podía ir después de la Generación Z. Son grupos de edad un poco caprichosos -y, sobre todo, tremendamente ajenos a los vaivenes de la historia de nuestro país-, pero sirven para hacerse una idea de lo que dan de sí 115 años, los que cumplirá este año EL CORREO: el 1 de mayo de 1910 se publicó el primer número de 'El Pueblo Vasco', la cabecera original de nuestro periódico, y estos aniversarios siempre tienen algo de invitación a echar la vista atrás y ver cuánto hemos cambiado -el diario y la sociedad- y también cómo ciertas cosas permanecen más allá de las modas, los avances tecnológicos y, en fin, la cadena de generaciones.

El dato

6 páginas

en formato sábana con un texto bien apretado constituían la primera edición de 'El Pueblo Vasco' el 1 de mayo de 1910. La portada aliviaba el peso de tanta letra con una viñeta y los retratos de un par de candidatos a diputado.

Si nos ponemos maliciosos, sería divertido someter aquel primer ejemplar de 'El Pueblo Vasco' al escrutinio de algún representante de esa chavalería Alfa, como en una colisión de galaxias. Era una publicación muy poco gruesa pero a la vez, desde nuestros parámetros, bastante intimidante: seis páginas en formato sábana con un texto bien apretado, aunque la portada aliviaba el peso de tanta letra con una viñeta y los retratos de un par de candidatos a diputado. «Nuestra pluma tiembla de emoción al disponerse a trazar sobre el papel las primeras palabras», rompía el hielo aquel diario, que se vendía por cinco céntimos de peseta y tenía su redacción en la Plaza Circular, si bien dos años después se mudaría ya a su sede histórica de la calle Ledesma.

1 de mayo de 1910. Primer ejemplar de 'El Pueblo Vasco', que se vendía por 5 céntimos de peseta.
Imagen - 1 de mayo de 1910. Primer ejemplar de 'El Pueblo Vasco', que se vendía por 5 céntimos de peseta.

Aquellos eran tiempos muy estimulantes, una época de cambio radical en la que los carros tirados por burros y las yuntas de bueyes convivían -y a menudo colisionaban- con los primeros automóviles, y el entusiasmo por el progreso y la ilusión por un futuro tecnificado se detectaban por todas partes. Por ejemplo, 'El Pueblo Vasco' informó en 1910 de que un estadounidense anunciaba «como muy próximo y probable» lo que denominaron el 'cinematógrafo cerebral', es decir, «la proyección del pensamiento por medio del cinematógrafo», una maravilla que permitiría «medir la inteligencia de los hombres». Y la publicidad se centraba en fármacos tan espectaculares como dudosos y en aparatos prometedores: los comprimidos alimenticios Ortega, para estómagos delicados, «a base de carne digerida de vaca», o el Polvo Coza, que curaba «la pasión por las bebidas embriagadoras», o La Zurcidora Mecánica, ingenio portentoso con el que «hasta un niño puede zurcir y remendar medias, calcetines y tejidos de todas clases», o la máquina de encalar Fix, que «hace más trabajo que veinte albañiles con la brocha».

A la vez, el trabajo de informar era exactamente el mismo que hoy, y uno se puede imaginar perfectamente aquellas noticias de antaño trasladadas a la portada de nuestra web. Si tomamos un número de 1910 al azar (por ejemplo, el del 29 de septiembre) podemos leer sobre el juicio al joven Cesáreo, acusado de disparar un revólver en las calles de Bilbao; sobre la epidemia de cólera en Italia; sobre el accidente de dos obreros que se cayeron de un andamio en la Plaza Elíptica -a la que los bilbaínos más castizos siguen llamando así- o, en fin, sobre el dramático suceso de la calle Correría de Vitoria, donde una mujer llamada Cándida se tiró por la ventana para escapar de las amenazas de su marido maltratador. Aquellos vascos de hace ocho generaciones sentían la necesidad de estar informados, igual que los de ahora mismo, y la relación entre el diario y su comunidad de lectores no ha variado esencialmente con el tiempo, aunque se haya vuelto más fluida e inmediata gracias a los nuevos canales abiertos por la tecnología.

La Redacción del periódico en los años noventa del siglo pasado.

La fusión

En estos 115 años, el periódico ha superado periodos traumáticos, como el mazazo de la Guerra Civil, cuando 'El Pueblo Vasco' fue obligado por las autoridades franquistas a fusionarse con 'El Correo Español' y quedó sometido durante siete años a la disciplina de Falange: surgió así la cabecera compuesta de la que ha acabado quedando como nombre EL CORREO. O el acoso del terrorismo de ETA, con episodios tan terribles como el secuestro y posterior asesinato de Javier de Ybarra, presidente de la sociedad editora, o la bomba que estalló en la rotativa de Zamudio en 2008. Y, mientras tanto, lo que podríamos llamar la 'biografía' del periódico fue marcando hitos: el nacimiento de la edición de Álava en 1946, el traslado a Bolueta en 1965, la informatización de la redacción en 1983, la puesta en marcha del máster de Periodismo en 1988, los primeros pasos de la edición digital en 1996, la creación de Vocento en 2001, el teletrabajo durante la pandemia de covid o el reciente salto a nuestras instalaciones actuales en Gran Vía.

Qué curioso sería también si pudiésemos hacer la operación inversa y enviar, a través del tiempo, un ejemplar actual de nuestro diario a aquellos lectores de 1910, a los que nos gusta visualizar mentalmente en blanco y negro y con movimientos bruscos de película muda. Pasado el desconcierto inicial, seguro que se enfrascaban en la lectura para ver qué cosas pasan en este Bilbao del futuro, con el que tanto solían fantasear, y a lo mejor no pueden evitar un puntito de decepción al descubrir que seguimos sin cinematógrafo cerebral.

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