Ni 'Fernández y señora', ni 'Iglesias y señora'
Irene Montero solo debe ser para el resto de la gente la ministra de Igualdad. Con quién esté emparejada nos debe dar igual
Reconocía hace un tiempo un experto en protocolo que algunas fórmulas de cortesía están desfasadas. El 'Fernández y señora', por ejemplo, con el que se ... remiten las invitaciones a actos de postín, o se remitían hasta hace poco al menos. Decía el experto lo obvio, que esa señora a la que solo se le concede el estatus de acompañante tendrá nombre. ¡Apellido incluso! A veces más ilustre que el del propio marido. Y ese tratamiento que durante tanto tiempo se ha tenido como ejemplo de lo correctísimo es en realidad un ninguneo.
Sin decirlo con estas palabras, ese es el trato que se le dio el otro día a Irene Montero cuando en una entrevista preguntaron a Pablo Casado qué habría sucedido si José María Aznar o Mariano Rajoy hubieran incluido en su gabinete a sus esposas, las 'señoras' de la tarjeta protocolaria. El líder del PP respondió que lo que a la derecha no se le tolera sí se le tolera a la izquierda y recordó que en las grandes empresas no se permite a las parejas trabajar en el mismo departamento. Dejamos de lado la segunda cuestión para centrarnos en la primera. Porque no es la primera vez que se escucha que Iglesias ha 'enchufado' a la mujer.
Irene Montero no debe ser en el ámbito político más que lo que es, ministra de Igualdad. Y por eso es por lo que va a tener que responder ante los ciudadanos los próximos cuatro años. Lo otro es pervertir el debate. Y lo es también comparar a ésta con la mujer de Rajoy.
La esposa del expresidente popular, que sepamos, ni tenía carrera política ni intención de hacerla. Ella tenía su vida al margen de la política y seguramente quiso que así siguiera siendo durante los años en que Rajoy ocupó la presidencia. Por lo poco que pudimos averiguar en ese tiempo, se le presume una mujer discreta que no iba a aceptar el papel de primera dama en ese sentido de la esposa que acompaña a todo al presidente. Me parece (la de ella) una postura magnífica porque reinvindica su derecho a elegir una vida al margen de la política desde el más absoluto respeto a la elección que ha hecho su marido de colocarse en la tribuna pública.
Pero no es el caso de Irene Montero. La dirigente de Unidas Podemos ha elegido la carrera política y a ella está consagrada exactamente igual que las 350 personas que ocupan su escaño en el Parlamento. Incluido su marido, al que por cierto nadie se refiere como tal. Pablo Iglesias, también en lo que nos atañe al resto, es el vicepresidente del Gobierno y que esté casado con Irene Montero (no sé si están casados, ni viene al caso) es una cuestión que debe permanecer en la esfera personal.
Es cierto que Pablo Casado opinó preguntado por el asunto, esto es, que no salió de él la cosa. Y también es cierto, o al menos es habitual, que la contienda política admite casi de todo. Que la cosa esté montada así no exime de la exigencia de tratar de cambiar el sistema. No volvamos al 'Fernández y señora', no volvamos al 'Iglesias y señora'.
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