Lance y respeto
Vamos a tratar hoy los tiros largos. Una práctica a la que no conviene aficionarse. Los cazadores nos quejamos a menudo de las supuestas regresiones ... de ciertas especies aduciendo causas ajenas a nuestra intervención. Pero olvidamos las consecuencias de disparar fuera de la distancia lógica y letal. Me estoy refiriendo a las piezas heridas que no se cobran y que no tienen provecho. Esta pérdida inútil se debe, muchas veces, a la inexperiencia de algunos cazadores y al egoísmo de intentar hacerse con la pieza como sea.
Los aficionados de cierta edad y que han conocido a viejos colegas recordarán sus consejos sobre el rendimiento que se puede obtener de las armas. Un ejemplo: siempre hay que tener en cuenta que el perdigón de mayor diámetro es más eficaz que el de menor y que ambos difieren también en el número de proyectiles que hieren al animal. La probabilidad de matar a una perdiz es mayor si se le inflingen diez heridas que si se le alcanza con cuatro o cinco perdigones con más fuerza y mayor diámetro. En cuanto a los tiros afortunados debido a dos o tres proyectiles, son muy raros. Sin embargo, podemos hacernos una idea de cómo llegan a coincidir los proyectiles considerados eficaces y cuál es su efecto. Los que guardan menos distancia unos de otros alcanzan el lugar apuntado; el resto resulta inútil. El límite para que un perdigón del seis llegue con la fuerza suficiente y rompa los huesos largos o más gruesos de una perdiz ronda los 50 metros.
Ante estos argumentos, la primera reacción de algunos cazadores será exponer las piezas cobradas a distancias superiores a las recomendadas. Pero, si repasan las zuladas a esas distancias y las piezas heridas y o cobradas, verán cómo la balanza se posiciona al lado de los bolos. No es fácil contenerse, pero el buen sentido aconseja hacerlo.
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