Al rico y peligroso curriculum parisien
Mentir sobre títulos forma parte de la era del postureo
Cuando tecleo estas líneas la atención está centrada en la evolución del excomisionado para la dana, ingresado tras un presunto intento de suicidio. Espero, por ... este orden, que se recupere, no haya sido esa la causa y que, de ser así, no olvide que los focos dejan de enfocarte cuando encuentran otro caso. Lo que extraña es que, insisto en la presunción por el respeto, alguien quiera quitarse la vida por vergüenza en un país sin vergüenza. O debería decir planeta. Ser pillado en mentira y continuar como si nada es práctica internacional. Jetas sin fronteras. Lo que incluye los curriculum. Si hay tantos cargados de falsedades es porque se hace así desde que alguien decidió que, la llamada por otros lares, «Hoja de vida» debía lucir cual diamante. Que no fuera de tanta calidad o directamente falso era lo de menos. Y de aquellos polvos...
No hay familia que no haya escuchado la importancia del curriculum vitae. Por eso se dejan los dineros que no tienen en que el mozo o la moza tengan el suyo rebosante de másteres o, mejor, masters. En inglés todo queda mejor. Del tipo «Consultant manager ejecutive assistant de merchadising y asesor de relaciones y business internacional». Lo primero que sorprende es que quepa en la hoja. Lo segundo que se lo sepa de memoria. No exagero. Hace años di clases de una asignatura, sin saberlo. Se trataba de un curso de Guión. Adornaron tanto el nombre que, a la hora de poner las notas, tenía que pedir ayuda para encontrarme en el listado de profesores. Se ve que guionista lucía poco. Al menos respetaron mi curriculum. No sucedió lo mismo años atrás en cierta empresa de poderío. Les parecía pobre que, ya por entonces, llevara 30 años de profesión haciendo exactamente lo que venía a explicar. Creían que un máster por aquí y otro por allá, cuando no un título inventado, generarían más interés en el alumnado. Me negué. No fue la única vez. Me sucedió lo mismo con dos universidades, una pública, y en tres importantes instituciones. No te obligaban, pero siempre había alguien que te sugería añadir «adornos». Sobre todo si no tenías titulación universitaria. Por eso no extraña el caos actual. Por un lado están quienes falsean su biografía laboral y por otro quienes les animan. Recuerden que vivimos en la era de la imagen y el postureo. Parecer en lugar de ser.
Se llama mentira social. Sucede en los falsos diplomas y en las redes sociales, donde la verdad ni está ni se la espera. Se miente sobre el trabajo, las vacaciones, el estado de ánimo y lo que haga falta. Solo importa la fachada. Ahora se ha puesto de moda incluir en el curriculum trabajos sociales y benéficos del tipo «Colaboró un año con el comedor social pitorrez o formó parte de la ONG No más niños sin wiffi». La cosa es que vean que eres buena gente. Como si currar de dependienta para poder pagar la carrera fuera menos brillante. Recuerden lo del diamante. Otro día si quieren hablamos de los expertos en curriculum y cómo triunfar en la entrevista de Recursos Humanos, porque es para miccionar y no echar gota. Lo que nunca cuentan a las pobres criaturas es lo que les digo en el curso que actualmente imparto y todavía no sé cómo no me han echado.-De los 25 que estáis aquí 3 trabajaréis en este mundo, unos 6 en empleos similares, el resto donde podáis. Ah, y de esos tres, uno será por brillante, otro por estar en el lugar y momento adecuados y el otro por enchufe-. Así arranco el primer día. Curiosamente soy de los profesores más valorados. Quizá por la sinceridad. La agradecen. El panorama actual, con políticos cambiando su listado de estudios y borrando lo que jamás existió, era cuestión de tiempo. Bastaba con que alguien hurgara y lo comparara con la realidad. Jamás entenderé esa obsesión por aparentar lo que no eres. No solo por patético. Tarde o temprano te van a pillar. Está pasando. Y parte de la culpa, perdonen que insista, la tiene quien lo alienta con la máxima de que lo hace todo dios. Pues no. De hecho, aquí viene lo curioso, cuando me han pedido el currículo han sugerido que elimine algunos trabajos «para no aburrir ni abrumar». 40 años currando en los medios de comunicación, detallando dónde y cómo han sido, es menos interesante que poner el título de un máster rimbombante. Aunque sea un curso online de tres días. O inventado. Hemos apostado por el postureo y eso se paga.
Parece normal que un ministro se pase más tiempo tuiteando que un adolescente aburrido o que otros líderes se dediquen al «y tú más y peor» en lugar de emplear ese tiempo en informar sobre servicios, empleo o vivienda. La cosa es tan grave que los informativos han caído en el juego y dedican más espacio a las falsas titulaciones que a los problemas que realmente afectan. Porque, siendo inaceptable, lo de los falsos títulos tiene poco recorrido. Si te pillan que te echen. Pero como en la empresa privada. Con una mano delante, otra detrás y arreando que es gerundio. Esto empezó a torcerse cuando creímos que un perfecto curriculum debía ser como una abuela presumiendo de nieto y de sus inexistentes aptitudes. Y que decir tres títulos de canciones de The Beatles era tener nivel medio de inglés. Nada surge de repente. Lo de los curriculum es un caldo que lleva cociéndose desde hace demasiado tiempo. Lo raro es que no escuchemos por las playas «Al rico curriculum parisieeeeen».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión