El calvo y otras caras de la tele
La paradoja del hombre que repartía suerte y no la tuvo en su trabajo
Clive Arrindell nació en Trinidad y Tobago y murió en San Pedro del Pinatar. Realmente no lo hizo en Murcia, pero alguien de esa localidad ... dio la noticia. Y ya se sabe que uno no está muerto hasta que la gente no se entera. Sobre todo si has tenido un minuto de fama. Clive lo tuvo. Solo él podía presumir de ser el hombre que repartía el Gordo de Navidad. Pero los días de confeti y serpentinas suelen ser efímeros. Y muy crueles. Sobre todo para ciertos gremios. Como el de la interpretación. Pasó de soplarnos la suerte a la cara a perder la fama y vivir a espaldas del cine. Cierto que estuvo en series como 'The Crown', pero no llegó a ser una de esas figuras con nombre y apellidos en neón. Simplemente fue, 'El calvo de la Lotería'. Que no es poco. Porque hay gente a la que le bastó un anuncio de 20 segundos para hacer Historia.
Recuerdo, entre ellos, al señor de la Schweppes. Bernard Le Coq. Siguió haciendo televisión y cine, incluida su posterior interpretación de Felipe González en la película 'Gal', pero la tónica fue su momento cumbre. Era tan famoso que, siendo anuncio para España, traspasó fronteras. Como la chica de Farala, con la que hacemos cálculos sobre cuándo se jubiló. El misterio de quién era todavía sigue vigente. O el famoso Edu que llamaba a la gente felicitando la Navidad. Enrique Espinosa se llama. Y se dedicó, al parecer le entró el gusanillo, al marketing digital. Y podríamos hablar del mayordomo que nos decía que el algodón no engaña, de la que cambiaba el polvo de la mesa por brillo, de Persita Puig que venía de Alemania y nos anunciaba un detergente o el primo de Zumosol. Gente que forma parte de eso que llaman la cultura Pop y que habita entre la nostalgia y la memoria. Gente de la que rara vez conocemos sus nombres, pero que forman parte del ayer compartido. Por eso, Clive, merece respeto.
Poca gente ha alcanzado tal popularidad como el hombre de cabeza despejada y abrigo largo. Una especie de mago, ángel y demonio. Repartía la suerte según me venía en gana. Que se convirtiera en icono de la Navidad y la Lotería fue cosa de los creativos de la campaña y de eso que se llama suerte, nunca mejor dicho. Porque anuncios hay muchos. Pero personajes tan icónicos muy pocos. En su día, vía encuesta, se llegó a la conclusión de que en España las fechas navideñas tenían solo un puñado de personajes y lugares, más allá de los religiosos. Y eran la Puerta del Sol, Ramón García con su capa y el calvo de la Lotería. Por eso no es asunto baladí lo de que se nos haya pasado su muerte. Ojo, falleció hace un año no ayer. Que la mayoría de la gente no lo sabía. Lo que me lleva al duro oficio de actores y actrices. Porque los anuncios de TV vienen a ser la oportunidad de que se fijen en ti. De hecho muchas estrellas empezaron en ese formato.
Brad Pitt se dio a conocer, o eso intentaba, en un anuncio de patatas. Keanu Reeves en uno de cereales. Di Caprio anunció chicles y sin ir más lejos Mario Casas anuncio pizzas y un niño llamado Dani Martín, antes de fundar 'El Canto del Loco' anunció una compañía telefónica llamada Airtel. No son los únicos. Hay tantos famosos que empezaron en ese mundo como gente que se quedó en el camino. Lo que me recuerda a un tipo que conocí en 1994 en un casting para Tele 5. Buscaban presentadores y un exdirectivo de ETB, que había fichado por la cadena de Fuencarral, buscaba nuevas caras y pensó en un servidor. Allí fui, con menos esperanzas que ganas de pasar unos días interesantes. Siempre he dicho que mis padres cometieron un error al llevarme a un colegio donde enseñaban valores. Lo digo porque allí todo el mundo lloraba pidiendo que les adelantaran la audición. Y como me daban pena les dejaba pasar. Al final, hablo de 100 personas, quedamos dos. Un catalán y yo. El tipo me dijo que había hecho anuncios. No me sonaba. Y se extrañó porque había participado en muchos.-Pero solo salen mis manos-añadió. Era su fuerte. No nos cogieron a ninguno de los dos. Pero tengo que reconocer que tenía unas manos preciosas. Ahora que me he enterado de la muerte del calvo de la Lotería me pregunto qué será de él.
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