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Lunes, 6 de agosto 2018, 00:43

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Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

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Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

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Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
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Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

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Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

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Lillian SUWANRUMPHA - AFP
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.
Hace unas semanas, equipos de buzos bien entrenados acapararon el interés mundial por el audaz rescate de 12 niños en una cueva anegada en Tailandia. Pero los buceadores de una pequeña comunidad de ese país, conocida como los «Indiana Jones,» se zambullen a diario hasta a 30 metros con un rudimentario casco de metal, que recuerda a una olla conectada a un tubo de goma, en el turbio cauce del río Chao Phraya, en Bangkok, en busca de tesoros. A veces, consiguen encontrar monedas, joyas o cerámica que pueden vender hasta por el doble del salario mínimo; otras, el hallazgo es macabro: cráneos y esqueletos sobre el lecho del río. Siempre a oscuras.

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elcorreo Indiana Jones busca tesoros perdidos