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Estas gallinas valen un huevo
Huevo ecológico. EL CORREO sigue el recorrido de este cuidado producto desde la granja de Iratxe Martínez en Garai hasta que llega a manos del chef Fernando Canales
carlos nieto garcía
Domingo, 5 de septiembre 2021
Hay un sol radiante en Garai, apenas siete kilómetros al norte de Durango. Son las once de la mañana y las compuertas de la granja ... ecológica de Iratxe Martínez se abren lentamente. Dentro de la nave de 700 metros cuadrados se encuentran 3.000 gallinas de la raza 'isa brown' deseosas de salir a picar y comer lo que vayan encontrando a lo largo de dos hectáreas de terreno. La mayoría de ellas acaban de poner un huevo y se disponen a empezar a fabricar el que aovarán dentro de 24 horas. Para ello será necesario que ingieran 120 gramos de pienso ecológico –compuesto por cereales (principalmente maíz, además de cebada, trigo...), calcio y vitaminas– y beban 240 mililitros de agua. Esta es la fórmula para conseguir el mejor huevo de Euskadi.
Para obtener esta diferenciación Eusko Label, es necesario que el pienso no lleve conservantes, colorantes, pigmentos ni transgénicos. Además, las gallinas no pueden recibir antibiótico ni medicación alguna. Y lo más importante: total libertad. Tras campar a sus anchas durante todo el día, por la noche duermen apoyadas en los aseladeros, donde se encuentra un habitáculo tapado por cortinas –toda intimidad es poca– para poner sus huevos, que acabarán en una cinta central.
Las gallinas de Iratxe están «un poco tímidas». Esto se debe a que el 'lote' apenas lleva tres meses en la granja y las aves se tienen que adaptar poco a poco a su nuevo hogar. Cada 12 o 13 meses recibe una nueva remesa de animales porque pasado ese tiempo «pierden productividad». ¿Su destino? El matadero de Lugo, que agrupa a toda la zona norte de España. Cuando las gallinas se marchan, pasan unos pocos días hasta que llegan las nuevas, procedentes de la localidad aragonesa de Pinseque, en las inmediaciones de Zaragoza. Entre ambos averíos la baserritarra debe limpiar su granja y dejarla como nueva, además de pasar innumerables controles sanitarios a cargo de Diputación, Gobierno vasco, una visita del veterinario…
Amor por el campo
A diario, Iratxe recoge uno a uno los huevos de la cinta y los ordena en grandes hueveras. Cada dos o tres días viene un camión de Euskaber, la plataforma que aglutina a granjas como la suya, para llevarlos a la central de Zaldibia (Gipuzkoa), donde se realizará el etiquetado y su posterior distribución a los puntos de venta. Iratxe «no se imagina» su vida fuera del mundo rural. Su pasión por la naturaleza y los animales le viene de familia. De hecho, «se aburría cuando iba de vacaciones a la playa de pequeña». Una palabra, vacaciones, que no conoce a día de hoy: «No tengo ningún problema en decir que no tengo. Mi aporte vacacional se cubre cuando me visitan amigos de la cuadrilla y les enseño cómo es mi vida», asegura Iratxe. Aprendió el oficio de su aitite y su amama, quienes tenían vacas, caballos, burros, cerdos… además de una majestuosa huerta. Su madre heredó el negocio, aunque lo reconvirtió pasando de la subsistencia y el autoconsumo del caserío familiar a la rentabilidad económica gracias a vacas lecheras.
En la extensa finca predomina un roble de más de diez metros de altura. «Es el vivo recuerdo que tengo de mi abuelo», afirma emocionada. Iratxe quiso continuar su legado pero cambió a los mamíferos por las gallinas: «Buscaba un animal que no tuviera un manejo tan complicado». Pero el camino no fue ni mucho menos sencillo. Después de estudiar Ciencias Agrarias y cursar una FP de Medio Ambiente, presentó el proyecto de su granja en 2004, aunque una serie de disputas con el Ayuntamiento y los vecinos de su Garai natal impidió que el negocio no viera la luz hasta seis años después.
Entre medias tuvo a sus dos hijas, con quienes vive en un baserri situado a apenas cien metros de la granja. En su hogar, Iratxe fortalece su vínculo con el ganado, ya que cuenta con cabras, terneras, ovejas, conejos y pollos. A diferencia de los huevos de sus gallinas, estos animales le sirven para autoconsumo con el objetivo de consumir productos ecológicos, como sus huevos. «Lo que pongo en mi mesa es lo que ofrezco a mis clientes. Mis hijas comen los huevos ecológicos de las gallinas de su madre, más confianza que eso no hay», explica mientras ríe recordando la última vez que comió un huevo no ecológico.
Puesto a que pasan la mayor parte del día en plena naturaleza, las gallinas se enfrentan a peligrosos compañeros de especie, como los cuervos. «De vez en cuando se posan en lo alto del roble y en cuanto ven a una gallina que cojea se lanzan a por ella». Si la alcanza, enseguida vendrán decenas de cuervos a devorarla. También hay quien sufre a aves rapaces como los azores. Es el caso de Vanesa Valcarce, dueña de otra granja ecológica en la localidad de Busturia, en plena Reserva de la Biosfera de Urdaibai. «En mi terreno me anidan varias parejas de azores y, en época de crías, me cazan a dos o tres gallinas por semana», asegura esta baserritarra, que forma parte del consejo rector de Euskaber.
Además de su frenesí diario, Iratxe saca tiempo para otras actividades complementarias. Dentro del programa NIREA del Gobierno vasco, ofrece charlas en los colegios, donde explica cómo es la producción de sus huevos. El objetivo es acercar el mundo rural a los más pequeños. También preside Gaittur, la Asociación para la Promoción del Medio Rural y Litoral con Perspectiva en Femenino. «Nació para dar voz a todas las mujeres baserritarras. Es una herramienta para el empoderamiento y la sororidad femenina». Sin ir más lejos, este colectivo feminista vasco organizó el pasado mes de octubre una exposición fotográfica para reivindicar al papel de la mujer en este sector.
En el territorio vasco hay 18 granjas ecológicas, repartidas con once en Bizkaia, seis en Gipuzkoa y una en Araba. Según los datos relativos a 2020 del Consejo de Agricultura y Alimentación Ecológica de Euskadi, en estas granjas vascas hay un total de 30.093 gallinas, que produjeron la friolera de 6.319.026 huevos ecológicos durante el año pasado.
El huevo frito, «la máxima expresión»
Posiblemente sea el huevo uno de los alimentos que ofrecen una mayor variedad a la hora de consumirlos: tortillas, repostería… y el huevo frito. EL CORREO ha querido contar con el chef Fernando Canales para que compruebe el valor que atesoran estos huevos ecológicos. El cocinero, nombrado Ilustre de Bilbao hace apenas un año, no duda en calificar al huevo frito como «la máxima expresión» del producto. «Freírlo es la mejor opción para comprobar su calidad».
Dicho y hecho. El Restaurante San Mamés Jatetxea, con su extensa cristalera con vistas al estadio, es el espectacular escenario en el que los huevos ecológicos llegarán a un paladar de lo más cuidado. Para ello, Canales ha preparado una patata en brunoise (un tipo de corte en pequeños trocitos) y cuatro variedades de sales: pimentón, sumac (especia procedente de Líbano), ahumada y de ajo.
«Esta yema tan amarilla se debe a la alimentación de la gallina, principalmente de maíz», pronuncia Canales al cascar el primer huevo y ver el interior. También elogia su particular clara. «La frescura de estos huevos es lo que la hace mucho más compacta», explica mientras hace bailar el plato consiguiendo que la clara apenas se mueva. Además, la altura también es importante: «Este grosor es lo que marca la diferencia con un huevo convencional».
«Ningún cocinero llegará jamás a hacer una construcción como la que la naturaleza ha hecho con el huevo», concluye eufórico después de haber sentido «una sintonía de amor entre el huevo y yo». No hay mejor forma para concluir el recorrido del huevo ecológico. Del baserri a la mesa.
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