«La DYA está por encima de las personas y el compromiso de los voluntarios sigue intacto»
La entidad mantiene un centenar de colaboradores en plena crisis por la grave situación económica y las querellas judiciales
Gontzal es un economista bilbaíno que lleva colaborando con la DYA cuatro años. No es mucho tiempo si se compara con el tiempo que llevan ... arrimando el hombro algunos de los cerca de cien voluntarios que mantiene la entidad benéfica. Pero Gontzal tiene un vínculo indestructible con la DYA. Su padre fue uno de los socios fundadores de la institución que levantó el doctor Usparitza en 1966 y que, no muchos años después, llegó a convertirse en uno de los referentes de la sociedad vizcaína. Gontzal tuvo muy presente a la ONG desde que era muy pequeño. Le hubiese gustado dedicar más tiempo a ayudar, pero hay obligaciones que no se pueden soslayar. Ahora, a sus 56 años, está encantado de echar una mano en lo que pueda. Colabora sobre todo aportando su experiencia en temas administrativos. Entre otras cosas, se encarga de todo lo que tiene que ver con la gestión y el mantenimiento de los vehículos de la organización.
En la mesa de al lado se sientan Verónica, que lleva 15 años de voluntaria y Esther, una joven que trabaja en el área de recursos humanos de una empresa. Esther lleva casi dos años en la DYA. Se decidió a colaborar porque quería desarrollarse también a nivel personal y vio que podía ayudar aportando sus conocimientos como licenciada en Psicología. Su trabajo es delicado, «pero muy necesario». Verónica y Esther se encargan por ejemplo de atender a los familiares cuando se produce un accidente con víctimas o de tratar de reenganchar a la vida a una persona que pide auxilio en situaciones desesperadas. Lo que tiene claro es que le encanta la sensación que genera haber ayudado a alguien y destaca que, en realidad, la que más gana con el voluntariado es ella misma por todo lo que le «nutre como persona».
La crisis le ha hecho perder unos 4.000 benefactores, pero ha «reafirmado» el compromiso de la mayoría, que suman 40.000
Gontzal, Verónica y Esther siguen haciendo su trabajo a pesar de la delicada situación en la que se encuentra la DYA. Y es que la denuncia presentada por la actual junta directiva contra el anterior presidente, Fernando Izagirre -exlíder del PNV en Galdakao, dimitió en marzo de su cargo como director de Emergencias del Gobierno vasco por un supuesto desvío de fondos- cayó como un jarro de agua fría en la sede de la entidad benéfica en Garellano.
Insisten en que «nadie esperaba» que se pudiesen estar cometiendo «tantas irregularidades» como las que se han puesto en conocimiento de la justicia. De hecho, los actuales gestores acusan a Izagirre y otra serie de personas de poner en un grave riesgo la propia supervivencia de la DYA. De hecho, como ya adelantó en exclusiva EL CORREO, la última auditoría revela una situación crítica ya que la entidad cerró el ejercicio de 2021 con un patrimonio neto negativo de 1,3 millones de euros.
El futuro de la DYA dependerá en gran medida de lo que ocurra en los juzgados y de que se pueda llegar a un acuerdo con Eulen, la empresa con la que arrastran una enorme deuda tras la adquisición de Can Padró, la finca de Cataluña dedicada al entrenamiento de cuerpos de seguridad y emergencia.
Andrea sólo tiene 24 años pero lleva seis como voluntaria. Empezó a colaborar durante unas fiestas de Bilbao, después de sacarse el título de técnico en emergencias sanitarias, y aquella sensación le cautivó. Ahora sigue estudiando, pero saca el tiempo que puede para colaborar con la DYA. Como sus compañeros, la crisis por la que atraviesa la entidad le preocupa. Desde que estalló el escándalo la organización ha perdido unos 4.000 benefactores, pero todavía mantiene las aportaciones de unas 40.000 personas en Bizkaia.
La DYA quiere centrarse en la atención social «a la que no llegan los servicios profesionalizados»
Al mismo tiempo, todo lo que ha pasado a Andrea le ha reafirmado en sus convicciones. Porque tiene claro que la esencia de la institución son las personas que donan dinero o dedican su tiempo de forma altruista para ayudar a los demás. Gontzal lo define con otras palabras: «El compromiso de la gente con la DYA sigue intacto. Porque todos sabemos que las siglas están por encima de las personas», resume.
La actual junta directiva está decidida a revertir la situación. Su máxima es ser «escrupulosamente transparentes», que se vea a dónde va cada euro que se ingresa, según explica su presidente, Santiago Gonzalo. Otra de sus claves es -insisten- orientar la organización hacia «la realidad actual» y para ello han puesto en marcha una serie de proyectos. Es decir, la DYA nació para dar respuesta a una necesidad cuando apenas habían ambulancias en las carreteras vizcaínas. Hoy en día ese servicio está profesionalizado, pero siguen habiendo muchas «carencias» en el sistema de protección social en las que la DYA puede ayudar. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con el área «sociosanitaria», con la atención a las personas de la tercera edad o en riesgo de exclusión social.
Algunos de los proyectos de la Dya
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2023. La entidad creada por el doctor Usparitza quiere centrarse cada vez más en la atención sociosanitaria, como en la ayuda a las personas mayores y en riesgo de exclusión social.
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Apoyo a Osakidetza. Uno de los objetivos de este año es ampliar también a los fines de semana el apoyo que se presta de lunes a viernes a la red de transporte sanitaria urgente de Osakidetza y sumar una ambulancia adicional con base en Santurtzi.
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Rescates. La entidad ha renovado el convenio suscrito con la dirección de Emergencias del Gobierno vasco para colaborar las situaciones que «lo requieran»: Por ejemplo, rescates, búsquedas de desaparecidos, accidentes graves, catástrofes...
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Teleasistencia. Se pretende impulsar el «apoyo nocturno» al servicio de teleasistencia del Gobierno vasco. Son casos de personas, sobre todo mayores, que pulsan el 'botón rojo' para pedir ayuda. El año pasado se produjeron 573 avisos.
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Servicio Egunero. Se trata de un programa dirigido a ofrecer compañía a personas «en situación de soledad». La idea es visitar no sólo a la gente que vive en sus casas, sino también a los que están alojados en residencias y no tienen a nadie.
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Convenio con Lanbide. Las aulas de la sede de la DYA en Garellano forman parte del listado de centros autorizados en Formación por Lanbide para impartir cursos. Este año se ofrecerá el primer curso de Técnico de Transporte Sanitario.
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Txikidya. Tras el parón por la pandemia, en junio se celebrará una competición amistosa entre los colegios que durante este año recibirán por parte de la DYA formación básica en primeros auxilios.
«Cualquier persona puede colaborar con la DYA»
La adaptación de la DYA a los «nuevos tiempos» implica también un cambio en el perfil del voluntariado. Ya no se prima que se tengan conocimientos sanitarios, como sucedía cuando la labor de la entidad estaba orientada a la atención de accidentes en carretera. Lo que se busca es que cualquier persona que quiera ayudar tenga su sitio en la entidad, según explica su presidente, Santiago Gonzalo. La idea es que la DYA se vuelque con la atención social, donde la protección no llega. Por ejemplo, con las personas mayores que están solas y que, a veces, «no tienen a nadie que les pueda ayudar a cambiar una bombilla». Y, en este sentido, «todo el mundo que quiera ayudar tiene cabida» en la organización.
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