¿Qué dos amenazas están matando a nuestras abejas?
La «extinción silenciosa» de las especies silvestres es «preocupante»: hay el doble de comunidades en riesgo en Europa que hace 10 años
Si las abejas se extinguieran, lo último que echaríamos de menos sería la miel. «De las 20.000 especies de abejas que existen en el ... mundo poquísimas producen miel. No están por eso en la base de la cadena alimenticia, sino porque polinizan entre el 70% y el 75% de las plantas con flores. Hay abejas específicas para flores específicas, por lo que si se pierde una especie, se pierde esa planta... y ese fruto». Juan Carlos Álvarez, portavoz de la Fundación Amigos de las Abejas, dibuja el contexto que permite valorar el impacto del último estudio sobre la conservación de estos «magníficos polinizadores»: el número de especies de abejas silvestres en Europa en riesgo de extinción se ha más que duplicado en diez años y ya afecta a 172 de 1.928, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Entre las mariposas, la amenaza que se cernía hace más de una década sobre 37 especies abarca ya 65.
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«Los datos son preocupantes», confirma Luis Ferreirim, portavoz de Greenpeace. Y señala las dos causas principales del declive: «La agricultura intensiva y el cambio climático». Sobre lo último, basta con echar un ojo al campo. «Está seco, en Madrid lleva sin llover desde junio. Si no hay agua, las abejas y otros polinizadores no tienen suficiente alimento (néctar) o este es de mala calidad, lo que lleva a muchas familias de insectos a morir».
Así que los que pueden emigran a latitudes más al norte en busca de un clima más fresco que les garantice el alimento. «Hay mariposas capaces de desplazarse 200 kilómetros y las abejas son buenas voladoras también, pero otros no lo son tanto o no tienen alas, como algunos escarabajos, las tijeretas... Estos podrían desaparecer localmente», alerta Eduardo Galante, entomólogo y profesor emérito de la Universidad de Alicante. «Incluso los que se desplazan bien están limitados en algunos lugares como en la Península Ibérica, donde tenemos cordilleras este oeste, que no les sirven de corredores norte sur como los Apeninos italianos, por ejemplo, que es lo que facilita el desplazamiento». Aquí, dice, «solo pueden subir la montaña, como la Parnassius apollo, una mariposa muy llamativa que está acantonada arriba, pero no puede ir más lejos».
Monocultivos
Galante lleva treinta años luchando por la conservación de los insectos y confirma la amenaza. «Se está produciendo una extinción silenciosa. Cerca del 40% de las especies está amenazada y en España se acaban de incluir en el listado de especies silvestres protegidas del Ministerio cuatro tipos de abejorros y dos de sírfidos (moscas con aspecto abeja)».
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El cambio climático, que afecta especialmente a las abejas silvestres «porque están más expuestas al medio natural» –las domésticas están en un entorno cuidado y, aun así, «un apicultor con cien colmenas, perderá cada año veinte como mínimo»– está provocando también una «desincronización: empieza a haber floraciones en momentos en que los insectos aún hibernan».
Pero no solo el calor amenaza su supervivencia, también la agricultura. «Incluso el señor que tiene una huerta en el pueblo que le da unos tomates riquísimos echa herbicidas e insecticidas que las mata», apunta Juan Carlos Álvarez. Al margen de los plaguicidas, los monocultivos también contribuyen a la merma. «Las abejas necesitan una alimentación variada. Pero hay enormes campos solo de girasoles, solo de trigo... Es como si entrásemos al supermercado y solo hubiera pan de molde, llenaríamos la barriga pero tendríamos déficit de nutrientes», alertan desde Greenpeace. «El paisaje se ha homogeneizado y se están perdiendo hábitats».
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La abeja doméstica ibérica, «más agresiva» pero resistente al clima
En España habitan unas 1.700 especies de abejas silvestres, aunque las que llena los tarros de miel son otras, las de la familia Apis mellifera. Esta especie no está en peligro de extinción, pero no se libra de otra amenaza que también podría diezmar su comunidad. «Se están empezando a modificar genéticamente para hacerlas menos agresivas y más productivas, en Francia ya lo han hecho y se han cargado la especie autóctona», advierte Juan Carlos Álvarez, portavoz de la Fundación Amigos de las Abejas. «Nuestra abeja doméstica pica más que la italiana o la báltica, por ejemplo y produce menos. De hecho, algunos apicultores españoles importan abejas de otros países. Pero es importante conservar la especie autóctona, que es más rústica, porque es más resistente al clima».
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