Fernando Valladares
«Bilbao está bien posicionada contra el cambio climático, pero le queda mucho recorrido aún»El científico y ecologista, reconocida voz contra la crisis climática, presenta su libro 'La Recivilización' mañana sábado en la FNAC de la capital vizcaína
Podríamos describirle como un rebelde ecologista que propone canalizar el enfado por el escaso compromiso de los Gobiernos mundiales contra la crisis climática en acciones ... que contribuyan en la medida de nuestras posibilidades a cambiar el destino del planeta. Además, Fernando Valladares es investigador del CSIC, profesor en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Lleva muchos años concienciándonos sobre el problema, pertenece desde 2016 al 1% de científicos más citados del mundo y en 2021 recibió el Premio Rei Jaume I en la categoría de Protección del Medio Ambiente. Mañana sábado presentará en la FNAC de Bilbao a las 12 horas su nuevo libro, 'La Recivilización. Desafíos, zancadillas y motivaciones para arreglar el mundo' (ed. Destino).
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-El año pasado recibió el galardón Optimistas Comprometidos, por su dedicación en difundir conocimiento sobre las evidencias científicas de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. ¿Sigue siéndolo? A optimista me refiero.
-Me hizo mucha ilusión, pues creo que hay que luchar por ser optimista. No es fácil, porque las malas noticias en temas de cambio climático y pérdida de biodiversidad lo ponen complicado. Pero creo que se puede y se debe, por tu propia salud mental y por resolver los problemas. Yo sigo siendo optimista, pero cada vez me cuesta un poquito más. Lo que sí me da ilusión es ser un optimista comprometido, una persona que trabaja por serlo y por ayudar a que otros también lo sean. Con acciones, con campañas, con mensajes, mesas de debate...
-Describe en su libro cómo ya en el Neolítico nos convertimos en una sociedad que adoraba el crecimiento. ¿Cómo quitar entonces el estigma a la palabra decrecimiento?
-Efectivamente, el decrecimiento es difícil de contar. Puedes ponerlo como algo muy apocalíptico cuando siempre hemos estado educados en el crecimiento. Sin embargo, el decrecimiento económico es inevitable. Va a ocurrir, y es algo bastante transformador y profundo para nuestra sociedad, así que más vale que lo vayamos entendiendo y abordando. Para mí la gran ilusión es que precisamente nos anticipemos a ese decrecimiento y que lo podamos planear. La gran diferencia entre decrecimiento y una recesión es que las recesiones económicas ocurren cada vez más, con más frecuencia y son más duras, y todo apunta a que van a ser tremendas. Planeemos un enfriamiento del producto interior bruto o de los indicadores económicos al uso, y vayamos aplicando medidas que acompañen a los sectores más desfavorecidos, a las personas o grupos de actividad que tengan que hacer las mayores transformaciones o que se vean más afectados. Pensar que ello significa trabajar menos, mucho menos, todo lo contrario de lo que está planeando Francia, aumentando la jornada laboral, o Grecia, que va a una propuesta típica de huida hacia adelante de trabajar muchísimo, 78 horas a la semana, ¡imposible hacer eso! Es justo al contrario. El trabajar menos nos va a permitir cuidarnos más y cuidar a otros, y ser también prosumidores, es decir, consumidores que también producen, informados, críticos y capaces de contribuir activamente a una sociedad en transformación. El decrecimiento en algunos sitios le llaman el buen vivir y es por algo.
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-Presenta su libro en Bilbao, ciudad que conoce bien. ¿Cuáles son sus puntos fuertes y débiles en la adaptación al cambio climático?
-Bilbao siempre me sorprende. Está llena de actividad, de ideas, de gente muy creativa, una ciudad de vanguardia que cuesta sabérsela. Yo me la voy aprendiendo y cuando vengo al cabo de unos meses hay cosas nuevas constantemente, lo cual es muy es muy interesante, muy sugerente y se hace difícil para mí hacer un análisis en profundidad de los puntos fuertes y débiles en la adaptación al cambio climático. De partida hay gran conciencia y seriedad a la hora de abordar estrategias urbanísticas y de la movilidad. Los puntos débiles posiblemente siempre estén en que la implementación de estas estrategias se queda corta. También otro punto débil, que no es sólo de Bilbao, es la falta de integración entre políticas. Por un lado está el transporte, por otro lado, actividades que en sí mismas son contaminantes. Por otro, la propia estructura de la ciudad, las distancias entre el trabajo y la vivienda. De espacios verdes, la ciudad no anda mal y está bien rodeada de zonas que actúan de buen pulmón. Pero en general, esa visión más holística de cómo puede ser una ciudad, pues es siempre el desafío. Y Bilbao tiene ahí mucho recorrido por hacer. No obstante, está muy bien posicionada, tanto por capacidad financiera como por espíritu crítico y actitud.
«Muchos activistas se queman en los primeros años... Hay que dosificar el esfuerzo, cambiar la civilización es una carrera de largo recorrido»
-Terminó este libro antes de que se iniciara la guerra en Gaza. ¿Hubiera cambiado o añadido algo?
-Claro. Nada más terminarlo ya se queda fuera de la actualidad y hay muchas cosas del panorama, sobre todo geopolítico, que quedan fuera, como lo que está ocurriendo en Palestina. Y claro que me hubiera gustado añadirlo, pero creo que en el libro hay un buen ejemplo de cosas parecidas, que pueden servir. Y desde luego ha cobrado mucha, mucha actualidad el tema de la guerra. En algún momento pensé en titularlo algo así como 'Ciencia para un mundo en guerra'. Luego, viéndolo con la editorial, vimos que era un título un poco pesimista y decidimos darle una pensada. Me gustó mucho más lo de 'La Recivilización' porque tenía una mirada en positivo, pero desde luego hay mucha guerra en el libro, en la introducción, en la manera en la que se aborda un análisis crítico a cómo planteamos las cosas, en ganar o morir. Y esto nos lleva a estar muy solos en la sociedad y también respecto a otras especies.
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-Nos pensamos que la crisis climática solo va del clima...
-La crisis climática es mucho más que clima. Es una de las posibles explicaciones por las cuales la ciencia se ha quedado corta. La ciencia del cambio climático en general se ha quedado corta estimando los escenarios. El año 2022 y el año 2023 nos han superado por todos los lados, se han pulverizado récords y digamos que los detalles han sobrepasado a la ciencia porque es muy prudente y le cuesta dar mensajes de alarma hasta que no está muy segura. Y porque los modelos del clima no han visto venir algunas de las cosas tan complicadas que tienen que ver con efectos en cascada, cno los 'tipping points' o puntos de no retorno... Hace un año se publicó un artículo muy interesante en el cual se veía que el cambio climático no es solo clima y que las decisiones democráticas, económicas, la confianza en los sistemas políticos... tiene mucho que ver con el clima, y viceversa. Esto es algo a lo que la ciencia no termina de ponerle números y en parte explica la gran aceleración del cambio climático. Son pruebas de que el que el cambio climático no es solo clima y por eso este libro de 'La Recivilización' hace tanto énfasis en hacer conexiones. Conexiones que no son tan intuitivas, la geopolítica con la sanidad, con la educación, con la economía... Si no las abordamos de forma integrada, va a ser muy difícil que las resolvamos. Es un desafío cognitivo, de entenderlo, pero también es un desafío político, porque las competencias están transferidas en escalas geográficas, por ministerios, por carteras y también socialmente, porque tenemos tendencia a separar y diseccionar los problemas y así va a ser muy difícil.
-En definitiva, para curar esta civilización, necesitamos una recivilización. Bien, ¿y cómo lo hacemos?
-No es que tenga una receta única, se trata es que cada país, cada gobierno, cada región, incluso cada comunidad de vecinos vayan desarrollando soluciones 'ad hoc', armonizadas, coordinadas de alguna manera por el conocimiento y la voluntad de resolver. Este es el espíritu del libro, el dar esos ingredientes para tener ganas y ver que es posible. Y que cada uno a su escala pueda contribuir a encontrar esas soluciones. La recivilización es en realidad aprovechar esta gran coyuntura por la que pasa la Humanidad para ponerlo todo patas arriba, incluyendo las prioridades de la economía frente a los derechos humanos. Incluso nuestra propia Constitución antepone la economía a los derechos humanos, algo que, dicho así, es aberrante. Pero como no está dicho exactamente así, pues lo hemos aceptado. Y uno de los esfuerzos con este libro es precisamente hablar mucho más claro desde el origen de todos los desafíos. Hablemos claro y hagamos unos rayos X profundos a nuestra Carta Magna, al orden que le damos a los derechos humanos dentro de las prioridades a la hora de tomar decisiones sociales y políticas.
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-Antes de la pandemia surgieron figuras como la de Greta Thunberg y movimientos internacionales como Extinction Rebellion, de los que ya poco se oye hablar. ¿Qué va a pasar?
-La pandemia se llevó por delante un potente movimiento, sobre todo juvenil, de disconformidad con lo que estaba ocurriendo. Esas dos figuras fueron algunas de las que catalizaron en el 2019 principios del 2020, pero ya llevaban desde el 2018 empujando esto que ahora ha quedado un poco diluido, con el Fridays for Future, Teachers for Feature y otros 'futures' que no tienen la fuerza que pudieron tener. Es una prueba de que esto es una carrera de larga resistencia y no se va a ganar nunca al sprint. Nos pueden venir bien algunas metas volantes, como ocurre en el ciclismo, donde hay muchas etapas. Hay que dosificar el esfuerzo y tener la vista larga. Si estamos hablando de cambiar el modelo de civilización, es algo complejo y va a llevar tiempo. Muchos activistas se queman en los primeros meses, en los primeros años, con un esfuerzo muy potente que compromete su integridad física, su integridad laboral, su vida personal, afectiva, su salud... Porque ponen demasiada carne en el asador demasiado pronto y demasiado a la vez. Y creo que hay que dosificar un poco ese nivel de compromiso para poder aguantar meses o años ante noticias incómodas, negativas. Seguir teniendo un punto de motivación, generar internamente esa motivación y realimentarla y cuidarse mucho. Por eso el libro también le dedica una parte a eso de que todo empieza por cuidarte a ti mismo. No vas a poder hacer nada, ni arreglar el mundo, si no te prestas atención. Una analogía a eso que avisan en los aviones, que cuando caen las mascarillas te dicen primero póntela tú y respira oxígeno. Es un individualismo bien entendido porque vivimos en un individualismo basado en el egoísmo. Esto es un individualismo que te permite crecer hacia lo colectivo.
El peligroso 'retardismo'
-¿Cuáles son los argumentos conspiracionistas sobre la crisis climática que le sorprenden más?
-Lo que más me sorprende es la tremenda capacidad de reinvención que tiene el negacionismo, que en algunos casos es una patología auténtica de no ser capaces de encajar la realidad y que luego se muta y se transforma en intereses egoístas y particulares. De que no me interesa la realidad porque no me viene bien y me creo realidades alternativas, como empezó a acuñar de forma muy decidida en las redes el propio Donald Trump. La capacidad que tenemos para generar y luego creernos verdades alternativas. El cambio climático no existe, pero por lo mismo no existe una vacuna o no existen tantas cosas que sabemos que sí existen, pero cuya realidad buscamos maneras de negar. Y para mí, una de las modalidades más recientes es el retardismo. Y es sumamente peligroso; parte de la idea de posponer algo que es ineludible, que es la acción climática. Y pasa un poco desapercibido. Es decir: 'Sí, sí, sí, sí. Voy a hacer algo de cambio climático, pero antes voy a ver si resuelvo estas otras cositas' y el posponer las cosas inminentes, urgentes e importantes, como es resolver o abordar seriamente la crisis climática, es una forma de retardismo muy preocupante.
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-Lleva muchos años en la vanguardia de la lucha contra la crisis climática. ¿Ha tenido alguna vez ganas de tirar la toalla?
-Muchas veces, porque me veo redescubriendo argumentos que ya abordamos hace 20 o 30 años, o sacando diapositivas de mis primeras presentaciones de hace dos décadas. Sin embargo, esta crisis supone una gran oportunidad para la Humanidad, para replantearse las cosas de forma muy profunda.
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