La política incendia un país polarizado
El relato de vecinos abandonados se extiende mientras PSOE y PP viven su particular batalla por el relato para culpar al adversario
Primero llegó el agua y luego las llamas. Y con ellas el dolor y la desolación. La dana arrasó hace casi un año Valencia y ... se llevó más de 230 vidas. Los incendios han pasado –y siguen haciéndolo– como un tsunami de fuego por Galicia, Extremadura y Castilla y León. Imágenes idénticas, las mismas lágrimas, la misma sensación de impotencia. Y entre el fango y las cenizas empieza a crecer una sensación: la de un Estado desbordado. En la España más abandonada, la vaciada, la más rural, los ciudadanos acorralados por los incendios se sienten todavía más desprotegidos a pesar de un despliegue de medios casi sin precedentes. Una sensación de desamparo que hiere más al comprobar que ni en las mayores catástrofes el PSOE y el PP son capaces de ofrecer una imagen de unidad. Al contrario. Un nuevo frente para batalla partidista. Reparto de culpas. Todo vale para desgastar al adversario. Crece la antipolítica, el Estado autonómico se desgasta y Vox mira desde la barrera mientras sube en las encuestas.
Las imágenes de estos días hablan por sí solas. Son incontables. Vecinos, bomberos y voluntarios intentando apagar a palazos y batefuegos llamas que alcanzan varios metros de altura. Dos semanas en las que han ardido alrededor de 352.000 hectáreas, según los datos que analiza Copernicus, una cifra sin comparación desde que hay registros. Entre los profesionales, un escalofrío. La sensación de que se enfrentan a algo nuevo, invencible. «No hemos visto nada igual», han venido trasladando los efectivos que han tratado de mitigar el impacto de las llamas. Son los incendios de «sexta generación», con vida propia, recorridos imposibles en un terreno convertido en un secarral tras una intensa ola de calor.
Entre los vídeos que muestran el impacto de lo sucedido hay uno que explica bien el drama. El antes y después de Palacios de Jamuz, una pequeña localidad leonesa con medio centenar de habitantes censados que ha quedado arrasada.El recorrido entre las llamas mientras sus casas arden es la imagen del apocalipsis. Lo mismo que las Médulas, patrimonio de la Humanidad.
La respuesta de las instituciones ha sido el envío de multitud de medios, civiles y militares. Se ha pedido ayuda a Europa. Pero desde las zonas afectadas, donde está el epicentro del infierno, la sensación es que no se ha hecho nada, o que, como mínimo, se podía haber hecho mucho más. Cerca de 30.000 personas han tenido que ser desalojadas y varias personas han fallecido. Otras muchas se han negado a abandonar sus hogares para tratar de defenderlos en una batalla a veces imposible a la que van con mangueras precarias, camiones motobomba comprados por ayuntamientos con presupuestos mínimos y brigadas de voluntarios mal pagados y peor atendidos. Y vuelve a surgir aquel mensaje que se escuchó tras la riada de octubre entre quienes se sienten olvidados: «Solo el pueblo salva al pueblo».
Expresión contradictoria
¿Qué ha pasado para que a pesar de los medios materiales se haya extendido la percepción de abandono? Pues, entre otras cuestiones, que los dos principales partidos se han metido en su propia guerra, como sucedió con la dana. Un choque cuyo objetivo claro es echar la culpa al otro. Mientras los técnicos ponen el foco en la necesidad de limpiar los montes en invierno, de poner más medios en la prevención, de hacer pedagogía, de explicar que, a pesar de los negacionistas, el cambio climático ya está aquí y con él los fuegos imparables, PSOE y PP van a cuchillo.
«En casos como estos los partidos tienen una gran responsabilidad, deben mostrar un mensaje de unidad»
María Silvestre
Socióloga
«La expresión solo el pueblo salva al pueblo es contradictoria porque por un lado traslada una imagen positiva, de implicación de la sociedad civil. Pero en el contexto actual de España tiene mucho más peligro», reflexiona María Silvestre, directora del Deustobarómetro.
Las primeras llamas vinieron acompañadas de las primeras declaraciones. León comenzaba a arder y los socialistas, con el ministro Óscar Puente como principal altavoz, cargaban contra los populares. Las comunidades autónomas son las que tienen la competencia en materia de prevención, y ahí el PSOE encontró un hueco para cargar contra la gestión de Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la comunidad. La respuesta del PP fue pasar al contraataque e insistir en que el Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, hace dejación de funciones. El cruce de reproches ha sido intenso y se ha convertido en una batalla competencial.
«Estamos mucho más allá de estar jugando con fuego», aventura Luis Miller, doctor en Sociología, científico titular del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC y autor del libro 'Polarizados. La política que nos divide'. A su juicio, hay una cuestión que explica en gran medida el «cortoplacismo» en el que se están moviendo los dos principales partidos. La permanente «disputa por la legitimidad del poder». La inestabilidad en la que vive el Gobierno de Sánchez hace que «todo el mundo tenga la sensación de que puede haber elecciones en cualquier momento». Una polarización que ya empezó en la pandemia, pero que ha ido a más porque, entre otras cuestiones, «el cabreo prende mucho más, tiene mejor venta».
«Estamos mucho más allá de estar jugando con fuego. El conflicto tiene mejor venta»
Luis Miller
Sociólogo
En esta pelea también juega lo que Pablo Simón define como el «dilema del prisionero». Aunque cualquiera de los dos partidos quisiese apearse de esa carrera por el 'y tú más', nadie lo hará porque el primero que lo haga sabe que el otro acabará echándole la culpa. Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor de la Universidad Carlos III, cree que, en cierta medida, lo que está sucediendo ahora con los incendios es algo muy español. «Pasa siempre con las catástrofes. Ese discurso 'antichauvinista' de que España es lo peor, de que nada funciona», afirma Simón, también crítico con el papel que ejercen algunos medios de comunicación que echan más leña al fuego.
Y entre las llamas y las cenizas, hay alguien que observa porque puede salir beneficiado: Vox. «Gana, y eso a pesar de sus propios errores», subraya Miller, en una línea muy similar a la de Simón. «Este discurso de que la clase política no sabe gobernar le viene muy bien». Añade dos «ideas fuerza» que ayudan a que los de Santiago Abascal tengan el viento de cola.
«Pasa siempre con las catástrofes. Ese discurso 'antichauvinista' de que España es lo peor»
Pablo Simón
Politólogo
La primera, dice Simón, «eso de que pagamos mucho y no recibimos nada». Un discurso plagado de «medias verdades» que muestra a un Estado «desbordado» que «para el día a día funciona», pero no cuando hay «retos complejos». Y la segunda, las disfunciones que muestra un Estado autonómico de naturaleza compleja. Porque la guerra competencial entre PSOE y PP permite a Vox, defensor de un Estado centralizado, afirmar que el actual modelo solo sirve para «escurrir el bulto» y que por eso «hay que recurrir al Ejército, a la autoridad». No hay que olvidar que el año que viene habrá una prueba de fuego para saber si Vox puede salir beneficiado: hay elecciones en Castilla y León.
Ruptura del pacto
Unos mensajes sobre los que alerta el filósofo Javier Gomá. «La democracia liberal es el mejor sistema político de todos los tiempos, que se puede perfeccionar pero ya no sustituir», recuerda. Pero se basa en un «pacto implícito»: «Yo, como ciudadano, contribuyo a soportar las cargas del Estado y a cambio recibo unas prestaciones». Pero si esas aportaciones vía impuestos «se mantienen o incluso se incrementan año a año» y las prestaciones que se reciben a cambio «empeoran, se generaliza una sensación de frustración».
«Se produce el anhelo, absolutamente incívico, de un autoritarismo que termine con todo esto»
Javier Gomá
Filósofo
«Cunde la sensación de ruptura del pacto. No es culpable la democracia liberal, sino el Estado. Pero muchos, yendo más lejos de lo debido, se empeñan en desprestigiar la democracia liberal y conectan esa pérdida de calidad de los servicios con la corrupción política, lo que produce el anhelo, absolutamente incívico, de un autoritarismo que termine con todo esto», advierte.
Una idea que comparte Silvestre. «La percepción de incapacidad e inoperancia viene, en gran parte, motivada por la fuerte confrontación política y puede generalizar la idea de que la política no resuelve nuestros problemas y alimentar un discurso populista y el apoyo a fórmulas más autoritarias». De ahí que considere que «los partidos políticos tienen una gran responsabilidad». «En sus manos está apostar por la regeneración democrática y, en situaciones como las vividas en los incendios de este verano, llevar a cabo una efectiva colaboración interinstitucional y transmitir un mensaje de unidad. Hay que estar con el 'pueblo' para que sepa que, si bien la solidaridad y la comunidad son fundamentales, la responsabilidad última le corresponde al sector público y a sus instituciones».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión