Reunión de Pedro Sánchez con mujeres directivas. E. C.

8M, liderar para no retroceder

Sábado, 8 de marzo 2025, 00:47

Dirijo una consultoría de asuntos públicos y me reúno cada día con hombres que ocupan cargos de responsabilidad y con poder de decisión. Acudo a ... desayunos empresariales, foros institucionales y presentación de informes y estudios donde los colores que priman son los grises y azules de los trajes de chaqueta habituales. Presento libros y ensayos principalmente escritos por hombres. Nada en contra de ellos, solo es la constatación de que la realidad del liderazgo institucional, político y económico sigue siendo mayoritariamente masculina.

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El camino hacia el liderazgo de las mujeres se recorre a ritmo sostenido, pero se hace largo. Los hombres lideran y dirigen, mientras las mujeres nos reunimos entre nosotras para motivarnos, empujarnos y hacernos ver qué seguimos avanzando, que los procesos de cambio y transformación son lentos y que es cuestión de tiempo llegar a ocupar los lugares de decisión que, pese a los avances innegables, todavía nos son minoritarios. Nada en contra de esos espacios, tenemos que seguir agarrándonos de la mano para que ninguna sienta que está ocupando un lugar que no le pertenece porque hasta hace no tanto eran extraños para nosotras.

Desde el privilegio de las mujeres que hemos podido avanzar y progresar en nuestras carreras y desde la consciencia de que a muchas mujeres se les agarran los pies a suelos pegajosos que les impiden avanzar, este 8-M se da en un contexto donde emergen con ruido reacciones y voces que quieren hacer ver que el feminismo ha ido demasiado lejos. Aspirar a tener las mismas posibilidades y oportunidades que los hombres o tener la libertad para elegir lo quieras ser, hay quien lo considera ir demasiado lejos.

Todo avance o conquista social tiene su fenómeno de reacción o resistencia. Lo explica Susan Faludi en su libro sobre los procesos de 'blacklash' (retroceso) que han acompañado al feminismo. Recuerda cómo a cada ola de avances feministas le ha seguido una reacción contraria: reacciones contra las sufragistas tras la conquista del derecho al voto; reacciones contra el reconocimiento al derecho al aborto y ahora el rechazo ante un feminismo que quiere transformar las estructuras que sostienen la desigualdad, empujado por la voz de las mujeres que son parte del espacio público.

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En un momento en el que hay una amenaza real de retroceso, merece la pena mantener en el hilo de la conversación pública la trascendencia de que las mujeres conquistemos los espacios donde se toman las decisiones. El coste de volver hacia atrás, cuando todavía no hemos avanzado lo suficiente, es demasiado peligroso. Que las mujeres tengamos mayor protagonismo en la esfera pública es ante todo un elemento de progreso al que no debemos ni podemos renunciar, menos ahora que las corrientes de fondo nos empujan en contradirección.

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