Hay frases que hacen época. El «ustedes tienen un problema y se llama tres per cent» de Pasqual Maragall pertenece ya al panteón de las ... citas inmortales de la política catalana y española, porque albergaba algo más que una sospecha: daba cuenta de una forma de entender el poder y sus tentaciones.
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Así supimos que, durante décadas, si querías contratar una obra pública en Cataluña, había que pasar por la caja de Convergència i Unió. El famoso 3% era el precio estándar, casi protocolario, que miles de empresarios asumieron, como un impuesto revolucionario disfrazado de donación al partido de gobierno o a alguna fundación afín. Era obsceno, pero previsible, casi «profesional». Luego vinieron los del PP valenciano, que salían algo más caros. Y ahora la UCO, que sitúa a Santos Cerdán, exsecretario de Organización del PSOE y responsable máximo de la fontanería del sanchismo, a la cabeza de «un entramado mercantil que se nutría de presuntos sobornos a constructoras a cambio de manipular concursos de infraestructuras en toda España», calcula que los socialistas que estaban en el ajo «solo» cobraban el 2% por cada licitación de obra amañada, según se desprende de las conversaciones grabadas por Koldo García que han sido incautadas en la investigación. Así que el PSOE de Sánchez se presentaba como la opción 'economy-class' de la corrupción: misma ilegalidad, pero más barata, como si hubiese establecida una guerra de precios en el mercadillo de la extorsión institucional.
Lo más grotesco es la naturalidad con la que se despacha el asunto y que ese partido que se llenaba la boca con la «regeneración democrática» guarde silencio al respecto. Porque, si reconoces que cobrabas un 2%, estás admitiendo que tenías una estructura paralela de financiación ilegal exactamente igual que la de Pujol, pero con la ventaja de salirle más económico al empresario, que es gente agradecida y discreta (por la cuenta que le trae).
El PSOE de Sánchez habría perpetuado así, siempre según la información publicada, un modelo de corrupción sistémica, buscando «pactar con el PNV para mantener su negocio en Euskadi y Navarra, a través de su filial Geroa Bai» (de ahí que el comisionista Aldama se refiriera al «cupo vasco» del PSOE). Y todavía habrá quien pretenda venderlo como gesto de moderación. «Solo el 2%», como quien ofrece una ganga de ocasión. Al final, la diferencia no es de principios, sino de tarifa. Unos eran los Louis Vuitton de la mordida; los otros, el Primark. Pero lo más llamativo no es la cifra, sino la lógica empresarial y política —mafiosa— que hay detrás. La política como mercado de favores: usted me deja entrar en sus dominios y yo le compenso; todos contentos, menos los ciudadanos y la democracia, que es quien paga la factura final. Aunque no sé si somos conscientes de ello. Hemos normalizado que los partidos se financien chantajeando a quien necesita cerrar un contrato con la Administración. Y lo peor: que lo hagan con orgullo de buen gestor. Porque si el 2% del PSOE es la versión «progre y solidaria» del 3% de CiU, apaga y vámonos.
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