Abrir el abanico
Hace ya tiempo que las certezas cotizan a la baja en el mercado demoscópico. Sin embargo, sondeo tras sondeo, las encuestas arrojan un dato inobjetable: ... ningún partido político estará en capacidad de conseguir una mayoría absoluta ni en las próximas elecciones autonómicas, ni en las generales.
La estrategia de alianzas postelectorales tendrá, en consecuencia, casi tanta o más relevancia que el resultado de los comicios venideros toda vez que parece imposible que nadie pueda gobernar en solitario, aunque nunca haya habido menos margen de maniobra para la aritmética ni menos lugar para la sorpresa, fragmentada como está la política española en dos facciones monolíticas trágicamente enfrentadas por su doctrina social y económica y con escasa expectativa de trasvase de votos de un polo a otro.
En Euskadi, en cambio, el espíritu pactista parece ir por otros derroteros más centrados, si damos por bueno que la aparentemente inquebrantable alianza gubernamental entre PNV y PSE-EE representa un acuerdo transversal entre un partido nacionalista de inspiración socialcristiana y uno socialdemócrata de obediencia estatal que han estado siempre dispuestos a aparcar sus diferencias para compartir responsabilidades ejecutivas en Lakua.
La cuestión que muchos se plantean ahora es hasta cuándo se repetirá la misma fórmula de gobierno y si caben otras posibles combinatorias para después de mayo, como esos pactos de geometría variable con los partidos de la izquierda estatal y/o con su principal rival por la hegemonía abertzale, el PNV, que Arnaldo Otegi propone. El coordinador general de EH Bildu se pregunta qué es lo que hace que Pedro Sánchez pueda apoyarse en los votos de la IA en Madrid y, sin embargo, los socialistas vascos sigan siendo tan reticentes a llegar a acuerdos con la formación soberanista, cuando se cumple más de una década desde que ETA dejara de condicionar todo lo condicionable con su acción criminal en la política vasca.
Una idea sorprendentemente no tan distante de lo expresado por el exlehendakari José Antonio Ardanza (con quien se inició la tradición de los gobiernos de coalición entre nacionalistas y socialistas, en 1987), en declaraciones a este periódico («algunos dirán que mientras ETA no reconozca el daño causado y se arrepienta de sus barbaridades no se puede hacer nada con su brazo político. Pero otros podríamos decir lo mismo de quienes entraron en Euskadi a sangre y fuego y mantuvieron su régimen de terror y falta de libertades durante 40 años, del GAL y compañía…»). Quien presidiera la Mesa de Ajuria Enea advertía de que las futuras alianzas «tendrán que ir buscando soluciones a la dualidad vasca y española de nuestra sociedad», pero invitaba a «mirar al futuro», mostrándose confiado en que «todas las combinaciones de gobierno serán posibles en Euskadi con el tiempo». Poco o mucho, no es algo que pueda determinar un exlehendakari. Al fin y al cabo, solo son como los jarrones chinos.
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