Cadena de despropósitos
El Tribunal Supremo acoge hoy el solemne acto de apertura del Año Judicial que preside el Rey. Y lo hace bajo el signo de la ... polémica. ¿La razón? La negativa del fiscal general del Estado a renunciar a acudir y a ceder la lectura de la memoria anual de Fiscalía a un subordinado, como le han pedido varias asociaciones de jueces y fiscales de signo conservador, los miembros de este sector del Consejo General del Poder Judicial y Feijóo, que no acudirá en señal de protesta.
Álvaro García Ortiz está a un paso de sentarse en el banquillo por la supuesta comisión de un presunto delito de revelación de secretos en relación al fraude fiscal que se imputa al novio de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. No es precisamente normal que el fiscal general vaya a compartir hoy escenario con los magistrados de la Sala Segunda del Supremo que le van a juzgar. Lo más prudente hubiera sido que hubiera renunciado. Pero no es menos cierto que, de momento, está en su derecho de no hacerlo. Pese al constante griterío del mundo conservador, la legalidad le avala y conserva el apoyo de Pedro Sánchez.
Estamos otra vez ante la enésima escandalera de la legislatura. Y apuesten a que no va a ser ni la última ni la antepenúltima. Para quienes todavía albergaban alguna duda, pese a que ya conocemos cómo se las gasta el personaje, el presidente lo dejó más que claro en la entrevista -irreprochable, por cierto- que concedió el lunes a la televisión pública: la legislatura durará hasta que le convenga, con o sin Presupuestos.
Al jefe del Gobierno de coalición progresista, que primero indultó y luego amnistió a los líderes del fallido 'procés' catalán rompiendo su palabra y que más tarde ha normalizado a la izquierda abertzale pese a su indecente comportamiento con las víctimas de ETA para contar con los votos nacionalistas en el Congreso, se la traen al pairo las reglas de juego de nuestra democracia. Esas que dicen que si al Gobierno le tumban los Presupuestos, el presidente debe someterse a una cuestión de confianza. Y que si la pierde toca ir a las urnas.
Pero es que Sánchez necesita ganar tiempo. Sabe que ir a elecciones anticipadas a corto plazo es perder el poder. Por sus mentiras, por las corruptelas de sus dos últimos 'número tres' en el PSOE, Cerdán y Ábalos, y por el hundimiento de Sumar. Todo ello pese a que Feijóo, es obvio, sigue sin dar la talla como relevo.
Si no lograra revertir la situación, el PP se haría con el poder, con el imprescindible apoyo de una Vox disparada en las encuestas. ¿El final de Sánchez? No lo tengo tan claro. Y es que si de algo se ha cuidado es de que no asomen en el PSOE líderes alternativos. ¿En la confianza de que el nuevo Ejecutivo conservador fuera efímero, lo que le concedería posibilidades de retornar a Moncloa? Es probable.
La otra tormenta que desencadenaron sus críticas a algunos jueces a los que acusó de hacer política es evidente que no es deseable en una democracia. Pero menos aún lo son instrucciones tan extravagantes, por decirlo suavemente, como la del juez empeñado a sentar en el banquillo a Begoña Gómez pese a la evidente falta de pruebas contra ella. Entre otros ejemplos.
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